Aullidos de transgresi¨®n contempor¨¢nea
Allen Ginsberg ara?ando el alma de la sociedad biempensante, subido a la mesa de un caf¨¦, recitando su poema Aullido. La violencia verbal de Louis-Ferdinand C¨¦line viajando al fin de la noche entre las s¨®rdidas trincheras de la Primera Guerra Mundial. Los personajes solitarios, desahuciados, perdedores o alcoh¨®licos de Charles Bukowski, de Raymond Carver o de John Cheever, mostrando el lado m¨¢s gris del ingenuo sue?o americano. La lista de autores que fueron m¨¢s all¨¢ de las leyes morales o literarias de su ¨¦poca est¨¢ bien nutrida. ?Qu¨¦ queda de todo eso? ?Es posible a estas alturas la transgresi¨®n en la literatura?
Los llamados offbeat son un grupo de j¨®venes autores anglosajones que se dicen herederos de la generaci¨®n beat, de los Kerouac, los Gingsberg y los Burroughs. Como ellos, no tienen pelos en la lengua: sus historias tratan de la marginalidad, de modos de vida alternativos al sistema, de las drogas. Su parad¨®jico lema es una provocaci¨®n manifiesta, aunque no se sabe si a estas alturas llega a asustar a alguien: "Sea lo que sea, estamos en contra". Heidi James, autora de la novela Carbono (El Tercer Nombre), ejerce de cabecilla: "Creo que cada vez menos gente se asusta de los modos de vida alternativos comparado, por ejemplo, con la generaci¨®n de nuestros padres, aun teniendo en cuenta que nuestra sociedad no est¨¢ interesada en aquellos que no son 'productivos' fiscal o biol¨®gicamente", dice. Tony O'Neill, compa?ero de tropa de James, experiment¨® en sus propias carnes aquello del sexo, la droga y el rock 'n roll antes de alcanzar la redenci¨®n por medio de la literatura. Su militancia en grupos musicales le arroj¨® a la cl¨¢sica espiral de las giras, las fiestas, la hero¨ªna, de sobra conocida. Su novela Colgados en Murder Mile est¨¢ hermosamente editada en Espa?a por El Tercer Nombre, al igual que Carbono y algunas otras obras de estos continuadores de la provocaci¨®n que posan en las fotos promocionales como estrellas de rock indie.
Tras las provocaciones, esta generaci¨®n ya ha integrado los excesos a la normalidad, tal vez a falta de ritos hacia la madurez
En Espa?a los j¨®venes autores Aixa de la Cruz (De m¨²sica ligera, 451 Editores) y Guillermo Aguirre (Electr¨®nica para Clara, Lengua de Trapo) incluyen en sus obras algunos de estos elementos, la m¨²sica, las drogas, el punk o el techno, aunque en este caso sin ning¨²n ¨¢nimo provocador, sin cargar las tintas en la casa okupa, y la raya de speed, simplemente como testigos de una vivencia que en estos tiempos es ya cotidiana, en una generaci¨®n que ya ha integrado los excesos en la normalidad, tal vez a falta de ritos de paso hacia la madurez. Un punto de vista m¨¢s sosegado que el que presentaron en los noventa autores como Ray Loriga o Jos¨¦ ?ngel Ma?as en sus novelas generacionales. "Digamos que lo que resulta provocativo en una ¨¦poca es asimilado en la siguiente", dice este ¨²ltimo, autor de la celeb¨¦rrima Historias del Kronen, "perdida su capacidad de violentar, se convierte en ret¨®rica. Hoy hay m¨¢s ret¨®rica que verdadera transgresi¨®n. La sociedad se va inmunizando".
La obra de Aguirre, Electr¨®nica para Clara es mezcla de cl¨¢sica novela generacional con fantas¨ªa cortazariana. En ella, un tri¨¢ngulo amoroso se desarrolla de club en club, de after en after, en un Madrid inundado en el que es preciso circular en barca por las calles convertidas en canales y en el que cada barrio es una isla. Mientras este Madrid extempor¨¢neo se hunde surge el Berl¨ªn de entreguerras. "Supongo que la transgresi¨®n es relativa", dice Aguirre, "para mi abuela, probablemente, los p¨¢rrafos m¨¢s amables de Proust o de Andr¨¦ Gide supondr¨ªan un colapso nervioso, mientras que a una ingente cantidad de lectores actuales tan s¨®lo lograr¨ªan arrancarles una sonrisa. La literatura puede transgredir -y lo ha hecho-, pero debe de hacerlo inconscientemente, por debajo de su verdadero fin que continua siendo contar una historia".
La libertad sexual es otro de los pilares de la subversi¨®n. Tal vez nadie ha llegado m¨¢s lejos que el divino Marqu¨¦s de Sade en este campo, que a causa de sus perversiones dio con sus huesos en las s¨®rdidas prisiones de la Revoluci¨®n Francesa. Mucho m¨¢s tarde, en los sesenta del siglo XX, otra revoluci¨®n, la sexual, de la mano de la contracultura y las revueltas pol¨ªticas de esa d¨¦cada convulsa, llev¨® a la normalizaci¨®n del sexo, que hoy en d¨ªa se utiliza alegremente como reclamo publicitario sin que nadie se rasgue las vestiduras, al igual que otras de las actitudes reivindicadas en aquellos tiempos, hoy identificadas con el ¨¦xito o la modernidad.
La cr¨ªtica de arte francesa Catherine Millet sembr¨® el esc¨¢ndalo en 2001 con la obra La vida sexual de Catherine M (Anagrama), donde relataba sin tapujos sus experiencias sexuales con nutridos grupos de personas en diferentes escenarios, una pasi¨®n desaforada por el sexo m¨²ltiple (o multitudinario). Millet es, precisamente, citada en la obra de reciente aparici¨®n La isla de los perros (Anagrama), de Daniel Davies. Cuenta la historia de un exitoso periodista que deja la direcci¨®n de una revista de tendencias en Londres y una agitada vida social para regresar a su pueblo natal, donde encuentra la felicidad en un trabajo gris y el dogging o cancaneo sexo en grupo en lugares p¨²blicos (parkings, bosques, descampados), en reuniones concertadas con desconocidos a trav¨¦s de foros de Internet, sms o e-mail. La pr¨¢ctica de esta actividad, que vertebra la novela, es relatada con pelos (muchos pelos) y se?ales. Aunque parece que no levantar¨¢ el revuelo de su predecesora Millet que, por cierto, en su nueva obra, Celos (Anagrama), explora en profundidad la experiencia de descubrir las infidelidades de su marido y las obsesiones que estas provocaron.
M¨¢s que sobre sexo, sobre el cuerpo: Zonas h¨²medas (Anagrama), de Charlotte Roche, es una obra chocante. La acci¨®n transcurre en el postoperatorio que sufre una joven de 18 a?os tras ser intervenida por una fisura anal. Lo que sorprende aqu¨ª es el gusto de la protagonista por el comercio con sus fluidos corporales, mucosidades, sangre, materia fecal, la narraci¨®n minuciosa de las m¨¢s estramb¨®ticas masturbaciones y del uso ins¨®lito que hace de su cuerpo, los recuerdos que va insertando, desde su postraci¨®n en la cama del hospital, de sus perversas aventuras sexuales y sus experiencias al l¨ªmite con las drogas y el v¨®mito. Todo ello contado de una forma directa y algo na¨ªf, como corresponde a la extra?a inocencia de la protagonista: provoca, pero parece que sin quererlo.
Igual de directa a la mand¨ªbula es la ¨²ltima novela de Jaime Bayly, que gravita en torno a dos personajes malditos, v¨ªctimas de familias crueles, cuyas historias apenas se tocan levemente: el cojo, que "no naci¨® cojo. Naci¨® jodido, pero eso no lo sab¨ªan sus padres ni, por supuesto, ¨¦l mismo. (...) Naci¨® jodido porque su destino era el de ser cojo", y el loco, que "no naci¨® loco. Naci¨® feo y tartamudo y eso le jodi¨® la vida y termin¨® por volverlo loco". En estos t¨¦rminos se desarrolla El cojo y el loco (Alfaguara), a ritmo trepidante y sin ninguna contemplaci¨®n.
Sin contemplaciones tambi¨¦n se desarrollaba Temporada de caza para el le¨®n negro (Anagrama), del mexicano Tryno Maldonado, que obtuvo una menci¨®n al Premio Herralde el pasado a?o, una sucesi¨®n de peque?os fragmentos sobre la vida de Golo, una especie de h¨¦roe rom¨¢ntico, artista infantil y genial, autodestructivo y marginal, inmerso en una espiral de vicio y perversi¨®n. Vicio y perversi¨®n que tambi¨¦n son centrales en la ¨²ltima novela del pol¨¦mico Chuck Palahniuk, Snuff (Mondadori), que parte del rodaje de una pel¨ªcula porno en el que una diva del g¨¦nero pretende lograr un r¨¦cord mundial de los suyo mont¨¢ndoselo en serie con la friolera de seiscientos voluntarios. Heredero de la prosa de Palahniuk, David Refoyo re¨²ne en 25 cent¨ªmetros (DVD), muchos de los t¨®picos del realismo sucio: aqu¨ª se entrelazan de manera coral varias historias vinculadas al lado m¨¢s oscuro del sexo: inmersi¨®n en el mundo de las mafias de prostituci¨®n, en el de la pornograf¨ªa, en el de los gigol¨®s; personajes losers de dif¨ªcil encaje en los engranajes de un sistema hip¨®crita plagado de trabajos precarios y jefes odiosos. Charles Bukowski no le hubiera hecho ascos. En las primeras p¨¢ginas, incluso, se despacha a gusto con Ramonc¨ªn y la SGAE.
Aunque tal vez la verdadera transgresi¨®n actual haya de asociarse a los cambios en la estructura de la novela, al fragmentarismo, a la mezcla de realidad y ficci¨®n... Nos referimos a obras como la trilog¨ªa Nocilla, de Agust¨ªn Fern¨¢ndez Mallo; Aire nuestro, de Manuel Vilas, o Providence, de Juan Francisco Ferr¨¦, entre otras. Como dice Manuel Vilas: "Hay que romper las expectativas del lector y las expectativas del discurso literario imperante, mostrando las nuevas realidades sociales, culturales y econ¨®micas del siglo XXI, explorando zonas tenidas por no literarias, rompiendo moldes morales. En pocas palabras: cuestionando cualquier autoridad, ya sea moral o literaria o pol¨ªtica".
"No s¨¦ c¨®mo se podr¨¢ transgredir en el futuro", dice Guillermo Aguirre. "Pese a ello, presupongo que existen un mont¨®n de temas tab¨² que a¨²n habitan en la sociedad y que s¨®lo se pueden tratar desde un prisma -el maltrato a la mujer, la xenofobia, la zoofilia, la pederastia- en fin, que se atreva quien quiera. Habr¨ªa que definir aqu¨ª d¨®nde comienza lo transgresor, y aquello que resulta ofensivo y de mal gusto. Eso s¨ª, la sociedad actual parece espantarse cada vez menos".
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