Me estallar¨¢ la cara
Uno de los mayores inconvenientes de cumplir a?os, que rara vez se menciona, es la creciente verg¨¹enza que uno va pasando. Le cabe siempre la duda de si la culpa es suya, por no saber adaptarse a los nuevos usos y tiempos, o si lo es de ¨¦stos, es decir, si los que le ha tocado vivir en su edad madura son particularmente grotescos y zafios. En modo alguno descarto la primera posibilidad, pero, sea como sea, me voy dando cuenta de que cada vez soporto menos ver la televisi¨®n y leer la prensa, lo cual es grave para quien, por mor de estos art¨ªculos (ya ven qu¨¦ antiguo: ?qui¨¦n emplea hoy esa expresi¨®n? Y a¨²n es m¨¢s, ?cu¨¢ntos la entienden?), no tiene m¨¢s remedio que estar al tanto de lo que ocurre. La televisi¨®n y la prensa carecen de culpa, claro est¨¢, s¨®lo son los mensajeros; o, bueno, quiz¨¢ s¨ª tienen alguna, en la medida en que indefectiblemente dan cancha y se ocupan de todas las sandeces imaginables. A menudo me pregunto c¨®mo es que sus responsables no se plantan nunca ante la en¨¦sima iniciativa idiota -concebidas casi todas precisamente para conseguir "eco medi¨¢tico"- y dicen: "Esto es una majader¨ªa y no tiene cabida como noticia; es m¨¢s, es una trampa que se nos tiende, no caigamos en ella: nos ahorraremos unas cuantas si sus fautores comprueban que no siempre bailamos a su son ni les hacemos caso". (Ya s¨¦, ya s¨¦: "fautores".)
"Cada vez soporto menos ver la televisi¨®n y leer la prensa ante tanta iniciativa idiota"
Lo cierto es que, con o sin trampa, cada vez padezco m¨¢s verg¨¹enza, y, al paso que vamos, no quiero ni imaginar mi grado de sonrojo si vivo otros veinticinco o m¨¢s a?os. Huelga hablar de la que me provocan nuestros pol¨ªticos, en quienes no se sabe qu¨¦ admirar m¨¢s, si las memeces y desfachateces que la mayor¨ªa suelta de continuo o el lenguaje estropajoso, casi inarticulado, que emplea para soltarlas. Esa verg¨¹enza ya se da por descontada: uno no puede pretender que sean m¨¢s listos o decentes de lo que son, pero no estar¨ªa de m¨¢s que, antes de lanzarse a vomitar declaraciones, recibieran unas pocas lecciones de sintaxis, gram¨¢tica y dicci¨®n castellanas. Lo peor no es eso, sino lo que se muestra en las noticias "inocuas". Veo que en un pueblo aragon¨¦s la plaza va a llenarse por primera vez en a?os porque en no s¨¦ qu¨¦ espect¨¢culo innominado -no una digna y codificada corrida- va a medirse con los mozos un vetusto toro llamado Rat¨®n, cuyo m¨¦rito estriba en haberse cargado a un hombre en una anterior charlotada. Aparecen babeantes vecinos, entre ellos alguna joven descerebrada que a punto del ¨¦xtasis exclama: "?Ay, estoy loquita, loquita por verlo!" A los pocos d¨ªas me entero de que Pl¨¢cido Domingo ha actuado en una ¨®pera en el Teatro Real de Madrid, y de que el p¨²blico de ese lugar en teor¨ªa educado no se ha limitado a aplaudirlo durante m¨¢s de veinte minutos, sin duda en busca de alg¨²n est¨²pido r¨¦cord, sino que ha coronado su ovaci¨®n cant¨¢ndole "Campeones, o¨¦, o¨¦" desde el patio de butacas. No s¨¦ qu¨¦ me produjo mayor verg¨¹enza, si eso o el propio Domingo dando ver¨®nicas con su manto en el escenario. Por las mismas fechas veo la ascensi¨®n al Tourmalet durante el Tour de Francia, y estoy a punto de apagar la televisi¨®n, sin enterarme del desenlace, por no soportar la contemplaci¨®n de la caterva de oligos que impiden avanzar a Contador y Schleck, o bien ans¨ªan derribarlos: unos van disfrazados de bandera, otros de Batman o de Superrat¨®n, otros van casi desnudos, buena parte son vejetes y una parte a¨²n mayor son unos gordos que hacen bambolearse al sprint sus deprimentes carnes (claro est¨¢, sprints muy breves).
Pocos d¨ªas despu¨¦s me dan verg¨¹enza las colas -de hasta siete mil personas por achicharrante jornada- que se forman en la Puerta del Sol para hacerse una foto junto a la Copa del Mundo de f¨²tbol, o su r¨¦plica. Pero no es menor la que me ocasiona la aparici¨®n de cinco actrices que "interpretan" no s¨¦ qu¨¦ obra cl¨¢sica en el Teatro de M¨¦rida, recitando todo el texto al un¨ªsono y haciendo aspavientos pueriles, como si fuera una funci¨®n de colegio. A continuaci¨®n se me ense?a a un mont¨®n de individuos que, para reclamar m¨¢s carriles bici, han decidido montarse en las suyas y recorrer las calles ... desnudos. No s¨®lo no veo la necesidad, no s¨®lo son unos copiones (la gente hoy se desnuda para protestar contra cualquier cosa o para que la fotograf¨ªe en masa un farsante), sino que me da enorme grima figurarme los sillines tras la passeggiata pedaleante. M¨¢s tarde se presenta en Marbella o por ah¨ª Michelle Obama, y lo que me causa indescriptible bochorno no es ya la actitud hortera, aldeana, agobiante e innoble de la multitud que la persigue por donde quiera que vaya y que le vocea "?Eh, Michel!" como si fuera una vecina suya de toda la vida, sino los codazos entre pol¨ªticos y empresarios indignos para hacerse una miserable foto a su lado, la pasta que pagan para poder decir que han "compartido" cena con ella, sus disputas sobre la pedan¨ªa que pisan los pies consortes presidenciales, y, sobre todo, el comportamiento de nuestros medios: he visto abrir las noticias de TVE y otras cadenas con esas im¨¢genes peronistas o franquistas, las mismas que han ilustrado las portadas de peri¨®dicos supuestamente no folkl¨®ricos. Insisto: seguramente la culpa sea m¨ªa y s¨®lo m¨ªa, por educado a la antigua, pero no veo posible aguantar veinticinco o m¨¢s a?os con un permanente rubor en las mejillas, y en aumento. A este paso, no se me caer¨¢: me estallar¨¢ la cara.?
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