?Hacia un nuevo modelo productivo?
El impacto de la reciente crisis financiera en la econom¨ªa espa?ola ha convertido la reforma del modelo de crecimiento en algo m¨¢s que un eslogan para ganar elecciones o debates. La idea no es nueva: desde la estrategia de Lisboa hasta el ¨²ltimo programa electoral del PSOE, el diagn¨®stico y los objetivos son claros: hace falta aumentar la productividad a trav¨¦s de un modelo de crecimiento basado principalmente en educaci¨®n e I+D+i que sea sostenible desde un punto de vista ambiental y garantice la equidad en t¨¦rminos de oportunidades independientemente del origen socioecon¨®mico; un modelo que aspire, en definitiva, a la sinergia entre crecimiento e igualdad.
Estos objetivos suenan muy bien, y la crisis econ¨®mica representa una oportunidad pol¨ªtica de realizar una serie de reformas que deber¨ªan haberse abordado hace tiempo. Pero en este tema la distancia entre la ret¨®rica pol¨ªtica y la realidad econ¨®mica es especialmente larga. Las dificultades inherentes a un cambio de esta naturaleza son sustanciales. Una reflexi¨®n seria sobre la situaci¨®n actual implica abordar dos preguntas: qu¨¦ hace falta cambiar para alcanzar los objetivos y cu¨¢les son las condiciones pol¨ªticas necesarias para llevar a cabo esos cambios.
En este tema, la distancia entre la ret¨®rica pol¨ªtica y la realidad econ¨®mica es especialmente larga
En relaci¨®n a la primera pregunta, la clave estriba en combinar flexibilidad y seguridad en los mercados de trabajo. La flexibilidad es necesaria para garantizar un mejor encaje entre formaci¨®n y empleo, aumentando as¨ª la productividad. La seguridad es necesaria como incentivo para que los trabajadores inviertan en su propia formaci¨®n y sacrifiquen beneficios presentes por mayores beneficios futuros. Esto promover¨ªa una oferta de trabajo adecuada a una econom¨ªa cada vez menos dependiente de actividades intensivas en trabajo de baja productividad.
La flexibilidad requiere un mercado m¨¢s desregulado y un sistema de formaci¨®n de capital humano adecuado a los nuevos desaf¨ªos econ¨®micos. Esta flexibilidad debe tambi¨¦n estar cimentada en un mercado de trabajo m¨¢s justo y es incompatible con la dualidad existente en Espa?a, donde las diferencias entre trabajadores demasiado protegidos y trabajadores/parados atrapados en la precariedad tienen consecuencias econ¨®micas y sociales dram¨¢ticas. Entre otros efectos, como analizaba recientemente Guillermo de la Dehesa (EL PA?S, 13-06-2010), la dualidad provoca un desfase insostenible entre productividad real y productividad potencial.
La seguridad, por otro lado, se consigue no solo reforzando y ajustando la formaci¨®n de capital humano, sino tambi¨¦n garantizando las rentas durante los periodos de transici¨®n con prestaciones generosas y desarrollando pol¨ªticas activas que faciliten la transici¨®n de trabajadores de sectores en declive a sectores en auge (la tan cacareada flexicurity de los pa¨ªses escandinavos, ahora olvidada por el Gobierno).
Para que el cambio de modelo funcione, ambos objetivos son necesarios: la flexibilidad sin seguridad implica desigualdad y conflicto. La seguridad sin flexibilidad implica ineficiencia. Para evitar estos escenarios, el Gobierno necesita combinar la reforma laboral con una reforma educativa -en especial de la educaci¨®n superior-, una reforma fiscal que genere los recursos necesarios para afrontar las reformas y distribuya sus costes de manera equitativa, y una reforma de la Administraci¨®n que genere eficiencia en el uso de esos recursos.
Una fiscalidad m¨¢s justa es condici¨®n indispensable para la transformaci¨®n de la econom¨ªa espa?ola. La subida de impuestos a las rentas altas que previsiblemente ser¨¢n parte de los Presupuestos que el Gobierno anunciar¨¢ el mes que viene es un buen comienzo. Pero el apoyo pol¨ªtico de la austeridad propuesta por Zapatero depende de una percepci¨®n p¨²blica de que el sistema fiscal es justo, y esto ser¨¢ dif¨ªcil de promover sin abordar el problema del fraude fiscal (considerado por algunos analistas como una consecuencia inevitable de incrementar los impuestos, en vez de una grave asignatura pendiente que nos diferencia de otros pa¨ªses europeos m¨¢s igualitarios). Las mejoras en el sistema educativo, en pol¨ªticas activas o en la inversi¨®n en I+D+i ser¨¢n financiadas por dinero p¨²blico o no ser¨¢n. Si esta crisis va a servir para promover un cambio del modelo de producci¨®n, la cuadratura del c¨ªrculo (promoci¨®n de nuevas pol¨ªticas y, al mismo tiempo, equilibrio fiscal) tiene que estar sostenida por la percepci¨®n de la mayor¨ªa de los votantes que estas medidas son justas.
La tarea es enorme. Es obvio que, como el propio Zapatero reconoc¨ªa en diciembre, culminar estos objetivos trasciende "las posibilidades de una sola ley, sino tambi¨¦n las de un solo Gobierno y de una sola legislatura". Pero no es solo cuesti¨®n de tiempo, sino sobre todo de voluntad pol¨ªtica, y eso quiz¨¢s nos ayude a entender por qu¨¦ no se ha avanzado m¨¢s deprisa. Todas las medidas descritas hasta ahora tienen una caracter¨ªstica en com¨²n: son reformas impopulares a corto plazo que conllevan un alto desgaste electoral y cuyos beneficios son perceptibles solo a medio-largo plazo.
En estas circunstancias es dif¨ªcil pensar en un cambio de modelo sin la colaboraci¨®n y el acuerdo entre los partidos y los actores sociales. En este sentido, hay pocas razones para sentirse optimista. La situaci¨®n propicia, de nuevo, que los incentivos pol¨ªticos a corto plazo socaven la pol¨ªtica de las reformas. Sindicatos y patronal parecen igualmente dominados por estrategias miopes y no se dan cuenta de lo que est¨¢ en juego. Los partidos no les andan a la zaga. Entre involucrarse en el dise?o de un programa de reformas estructurales, y por tanto hacerse corresponsable, o embarcarse en una escalada de populismo sin propuestas alternativas coherentes, el PP parece haber elegido esto ¨²ltimo. Por su parte, entre afrontar las reformas de manera sistem¨¢tica o concentrarse solo en los puntos de menor resistencia, el Gobierno ha optado por lo segundo.
Zapatero ha iniciado el programa de reforma de forma parcial y con retraso. De su generalizaci¨®n y de su ¨¦xito depende el inter¨¦s de todos. Rajoy quiz¨¢s pueda ganar las elecciones apostando por su fracaso, pero gobernar¨¢ un pa¨ªs m¨¢s pobre y con menos futuro. Hay pocas razones para el optimismo y muchas para afear las frases vac¨ªas y los regates en corto.
Pablo Beramendi y David Rueda son profesores de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Oxford.
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