Primavera en el oto?o art¨ªstico
Las dos grandes citas de la temporada se acercan a los genios del impresionismo - Renoir brillar¨¢ en el Museo del Prado, y los jardines de ese periodo, en el Thyssen
Coinciden, al comienzo de la temporada art¨ªstica madrile?a, en pleno oto?o, con un desfase de un mes, dos grandes exposiciones rotuladas bajo la ense?a medi¨¢tica del impresionismo, un estilo en principio primaveral. La primera, m¨¢s lac¨®nica de enunciado, aunque tambi¨¦n m¨¢s contundente, titulada Pasi¨®n Renoir, que se exhibir¨¢ en el Museo del Prado entre el 19 de octubre y el 6 de febrero; la segunda, rotulada con la sugerente y espectacular convocatoria de Jardines impresionistas, aunque, como veremos, de alcance m¨¢s en efecto impresion¨ªstico que real, que podr¨¢ verse entre el 16 de noviembre y el 13 de febrero en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Se trata de una feliz coincidencia para mostrarnos c¨®mo se vive paisaj¨ªsticamente la naturaleza en nuestro atribulado mundo urbano contempor¨¢neo.
Lo ¨²nico criticable es la ausencia de los maestros espa?oles del g¨¦nero
Salvando la crisis, los dos museos ofrecen propuestas de indudable inter¨¦s
Hay un elenco de obras de una cualidad incuestionable
El jard¨ªn es un invento antiguo que se remonta a la noche de los tiempos
El Sterling and Francine Clark Art Institute, ubicado en la peque?a y buc¨®lica ciudad universitaria de Williamstown en Massachusetts, es en s¨ª mismo un "jard¨ªn dentro de un jard¨ªn", si abordamos la localidad en sus periodos primaveral y estival, un t¨ªpico microcosmos de belleza del patrocinio americano del Este, con sus pujos aristocr¨¢ticos bien sedimentados y con cierto aire a lo Henry James. Hasta el 17 de octubre -o sea, hasta un par de d¨ªas antes de la inauguraci¨®n de la muestra en el Prado-, all¨ª se estar¨¢ mostrando la exposici¨®n del escultor espa?ol Juan Mu?oz -Juan Mu?oz at the Clark- en la que ha intervenido tambi¨¦n la espa?ola Carmen Gim¨¦nez y que ubica las piezas dram¨¢ticas y expresionistas de Mu?oz entre obras de los grandes impresionistas franceses de los que la Clark atesora una porci¨®n selectiva muy brillante. Tan brillante, que se puede permitir ahora prestar 31 obras de Renoir al Prado, un conjunto que es casi la totalidad de lo que atesora este instituto americano del genial pintor franc¨¦s.
Sensual hasta ribetear lo goloso, pero con un aprendizaje severo de artesano, Pierre Auguste Renoir (1845-1919) fue uno de los pioneros del impresionismo al juntarse, con Monet, Bazille y Sisley, en el taller de Gleyre en 1862. Aunque quiz¨¢ el arranque del impresionismo le deba mucho a sus excursiones domingueras en La Grenoulli¨¨re en 1869, en las riberas del Sena, a un tiro de los arrabales de Par¨ªs, lo cierto es que Renoir no cabe solo en esta adscripci¨®n porque compatibiliz¨® el paisaje y el bodeg¨®n con otros g¨¦neros -el retrato, el desnudo, las escenas de g¨¦nero, etc¨¦tera- y porque su t¨¦cnica altern¨® sucesivamente las pinceladas cortas y divididas con efectos crom¨¢ticos complementarios con la pr¨¢ctica de un dise?o lineal severo. Esta riqueza de registro la podemos apreciar perfectamente en la cuidada selecci¨®n de la colecci¨®n Clark que se exhibir¨¢ en el Prado con un puntual recuento de la evoluci¨®n cronol¨®gica y tem¨¢tica de un excelente artista.
Jardines impresionistas, cuyo comisariado ha correspondido a Clare Willsdon y que proviene de una cita previa en las Galer¨ªas Nacionales de Escocia, de Edimburgo, es un interesante popurr¨ª de pintura occidental sobre jardines del siglo XIX, m¨¢s o menos orientada hacia la eclosi¨®n impresionista entre 1860 y 1880. Hay obra de medio centenar de pintores de todo el mundo, sobre todo de la segunda mitad del siglo XIX -franceses, italianos, alemanes, belgas, n¨®rdicos y estadounidenses- de muy desigual calidad y proyecci¨®n, pero centrados todos en la captaci¨®n del paisaje m¨¢s caracter¨ªstico del mundo contempor¨¢neo, que reinterpreta de forma singular la est¨¦tica del jard¨ªn. El jard¨ªn es un invento antiguo que se remonta, como quien dice, hasta la noche de los tiempos, pero que se singulariza en nuestra ¨¦poca, urbana e industrial, a fuerza de acosar a la naturaleza, bien para domesticarla hasta circundarla en un balc¨®n o una terraza, bien para afrontarla de la manera m¨¢s silvestre. Ante tan sugestiva, pero tambi¨¦n tan laxa tesitura, casi importa poco la perspectiva ortodoxa de enjuiciamiento de un historiador del arte, porque ante un conjunto tan variopinto de flora, seduce m¨¢s lo que esta nos aporta como reflejo especular de nuestra sociedad y sus ideales cada vez m¨¢s nost¨¢lgicos. Aun as¨ª hay un elenco de obras de una calidad incuestionable, las cuales, adem¨¢s, nos aportan el testimonio de maestros no por menos populares de calidad desde?able. En este sentido, al margen de figuras plenamente consagradas, como Delacroix, Corot, Millet, Manet, Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, C¨¦zanne, Bonnard o Klimt, hay un conjunto de otros pintores europeos y americanos de enorme inter¨¦s y que seguramente ser¨¢n un descubrimiento para el p¨²blico espa?ol. El ¨²nico pero que se puede alegar a esta muy amplia cartograf¨ªa de lo que supuso la pintura del paisaje occidental la segunda mitad del siglo XIX es la ausencia de los m¨¢s acreditados maestros espa?oles del g¨¦nero (Fortuny, Regollos o Sorolla), algunos de los cuales triunfaron internacionalmente en aquella ¨¦poca, con lo que tampoco se puede explicar en principio el que hayan sido excluidos. Lo que resulta verdaderamente positivo para la actividad de nuestros principales museos es que, salvando la dura crisis que nos afecta actualmente, se puedan seguir ofreciendo de manera simult¨¢nea propuestas de indudable inter¨¦s art¨ªstico, como estas dos del Prado y el Thyssen-Bornemisza, que nos permiten no solo reencontrarnos con los pioneros del arte moderno, sino que tambi¨¦n lo revisan de una forma no convencional, aportando perspectivas monogr¨¢ficas o tem¨¢ticas. El oto?o madrile?o se reviste con las glorias pasadas de la feracidad primaveral que seguramente nos ayudar¨¢n a encarar con mejor esp¨ªritu el indeclinable invierno.
Es muy probable que desde el punto de vista museol¨®gico, la muestra de Renoir tenga un peso espec¨ªfico mayor, pero eso no significa que una revisi¨®n aleatoria de la pintura occidental de ese periodo tocando el tema de la interpretaci¨®n de los jardines podamos considerarla comparativamente como una exposici¨®n menor. Ambas convocatorias suscitar¨¢n una respuesta p¨²blica de envergadura, lo cual tampoco ha de considerarse ni mucho menos como un defecto.


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