Treinta y Uno
En vez de preguntarme por qu¨¦ me he convertido en un tipo que no exist¨ªa, o que solo exist¨ªa en mi imaginaci¨®n, me pongo a escribir como un loco la historia del hombre invisible, que quiz¨¢ presente al Planeta. He borrado las p¨¢ginas que llevaba escritas para empezar de nuevo, porque ahora s¨¦ cosas que antes ignoraba. Entretanto, y a base de pr¨¢ctica, acabo dominando los mecanismos para viajar de la visibilidad a la invisibilidad, o viceversa, sin problemas. Ya no me fatiga, como al principio. Pero act¨²o con prudencia porque no controlo al 100% todav¨ªa el cuerpo invisible.
Me acuerdo de cuando se produjo el llamado "apag¨®n anal¨®gico". Mucha basca se descuid¨®, o no estaba al loro, as¨ª que un d¨ªa, al encender la tele, no se ve¨ªa nada, como si se hubiera acabado el mundo. La nada debe de ser algo parecido: un espacio en blanco, con puntitos negros y un ruido de fondo, una especie de radiaci¨®n como la que precedi¨® al Big Bang. Daba que pensar la idea de que Tele 5 y Antena 3 y la Sexta y Cuatro, y TVE, etc¨¦tera, continuaran vivas en otra dimensi¨®n de la realidad con la que no hab¨ªa modo de conectar sin el aparato adecuado. Algo as¨ª me ocurre ahora con los viejos de Carlos Cay y con su hermana y su sobrino. Todos han muerto en anal¨®gico, pero contin¨²an vivos en alg¨²n dobladillo del universo. Como contin¨²a vivo Carlos Cay, desde cuyo cuerpo escribo estas l¨ªneas.
He borrado las p¨¢ginas escritas porque ahora s¨¦ cosas que antes ignoraba
Veo con frecuencia al profe del taller literario. Casi sin darnos cuenta, a base de coincidir, nos hemos hecho amigos. Siempre me pregunta lo mismo: que c¨®mo va mi proceso de convertirme en Nadie. Mal, digo yo, pues he notado que le molan m¨¢s los problemas narrativos que sus soluciones. A ratos, deja por unos instantes de ser ¨¦l y se convierte en Lucifer, porque es el nuevo modo (y el nuevo cuerpo) que ha elegido el diablo para comunicarse conmigo.
Cuando el profe vuelve en s¨ª, ignorante de lo que acaba de ocurrir, y de mi conversaci¨®n con Lucifer, pedimos otra de berberechos, y otras dos copas de co?¨¢, y nos quedamos mir¨¢ndonos sin decir nada, como dos gilipollas.
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