Lopez Pi?ero en la memoria
Es cierto que nos dej¨® en agosto, el menos cruel de los meses, como el que se toma unas vacaciones de muy larga duraci¨®n, pero ahora que septiembre se dispone a hacer de las suyas quiero rememorar algunos de los encuentros con el maestro. La primera vez que vi a L¨®pez Pi?ero me sorprendieron dos cosas que poco ten¨ªan que ver con su incipiente ciencia: su parecido as¨ª como de lejos con Juan Benet y una en¨¦rgica manera de caminar que yo por entonces vinculaba a los que padec¨ªan de pies planos. Fue en la escalinata de la Facultad de Medicina. Yo acompa?aba a Pedro Marset, uno de sus disc¨ªpulos, que obtendr¨ªa despu¨¦s una c¨¢tedra en Murcia y ha sido diputado comunista durante muchos a?os en Bruselas, y all¨¢ que sub¨ªamos para encontrarnos con Jos¨¦ Mar¨ªa cuando de pronto cae desde lo alto de la c¨²pula un mazo de octavillas que tuvo la mala fortuna de no abrirse a tiempo y golpear a L¨®pez Pi?ero en la cabeza. Se repuso r¨¢pidamente del incidente, mientras nosotros corr¨ªamos hacia ¨¦l, y le solt¨® a Pedro, palp¨¢ndose la frente, algo as¨ª como que sab¨ªa de sobra que ¨¦l no era contrario a esa clase de pr¨¢cticas universitarias, pero que bien podr¨ªa sugerir a sus presuntos compa?eros algo m¨¢s de destreza a la hora de dise?ar, y sobre todo de ejecutar, semejantes operativos. No estoy seguro todav¨ªa de que no se tratara de una cierta premonici¨®n inconclusa.
No mucho despu¨¦s, fui a verle para pedirle un art¨ªculo para la revista del Centre Dram¨¤tic, a lo que se resisti¨® cuanto pudo hasta que me solt¨® un texto precioso sobre el origen de los cineclubs en Valencia, su participaci¨®n en esos proyectos junto a Jos¨¦ Luis Aguirre, y otras cuestiones de sumo inter¨¦s, por la persistencia de los participantes, que todav¨ªa no ha sido lo bastante valorada por los historiadores de la cultura valenciana de expresi¨®n castellana en los a?os m¨¢s dif¨ªciles.
Pas¨® el tiempo, nos vimos algunas veces, asist¨ª a alguna de sus clases magistrales, siempre en busca de una entrevista para la prensa, a la que no ten¨ªa en mucha estima. Me concedi¨® tres, si no recuerdo mal. Pero no era f¨¢cil entrevistar a L¨®pez Pi?ero. No porque abrumara al pobre entrevistador con su notable sabidur¨ªa, sino porque empezaba por marear la perdiz hasta que te llevaba a su terreno y entonces te dec¨ªa que, bueno, que con eso ya ten¨ªas bastante, que para qu¨¦ seguir con el asunto. De todo aquello, tres cosas recuerdo claramente: su desd¨¦n por la creencia orteguiana de que de vez en cuando surg¨ªa un genio que solventaba algunas cosas, su man¨ªa contra los vascos en general y su desprecio hacia un Michel Foucault que no s¨®lo no sabr¨ªa nada, sino que lo poquito que ten¨ªa inter¨¦s de su obra lo hab¨ªa copiado todo de una biblioteca alemana. Lo peor, o lo mejor, es que un tipo tan listo como encrespado tampoco estar¨ªa de acuerdo con esta columnita de homenaje tard¨ªo.
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