La memoria de la Transici¨®n
El decano de los corresponsales, en activo desde 1969, recibe un homenaje
No pensaba quedarse tanto tiempo, pero aqu¨ª sigue. Y tomando nota. Walter Haubrich (Renania, Alemania, 1935) est¨¢ considerado como el decano de los corresponsales extranjeros en Espa?a. Un oficio en el que debut¨® en 1969, cuando se afinc¨® en Madrid "en pleno estado de excepci¨®n
[una medida tomada por Franco para restringir a¨²n m¨¢s las libertades]". A los pocos d¨ªas, en la Direcci¨®n General de Seguridad amenazaron con expulsarle. Nunca se fue. La suya es una memoria de la Transici¨®n, ahora a punto de recibir un homenaje.
"No estoy nervioso, pero se hace raro que haya personas que solo hablen bien de ti", dice el periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung. En la fiesta que reconocer¨¢ su m¨¦rito, el pr¨®ximo d¨ªa 8 bajo los auspicios del Instituto Goethe, le acompa?ar¨¢n muchos de sus amigos -colegas, pol¨ªticos y artistas, sobre todo-. Entre ellos, el ex presidente Felipe Gonz¨¢lez, a quien Haubrich conoci¨® cuando viv¨ªa en Sevilla y el ex presidente utilizaba el alias de Isidoro para moverse en la clandestinidad. Luego en Madrid, el corresponsal le organiz¨® una puesta de largo ante otros colegas en 1974. "Fue en el restaurante Jai Alai", apunta, uno de los establecimientos donde la oposici¨®n era bienvenida y el due?o avisaba si llegaba la polic¨ªa.
La Junta Democr¨¢tica se proclam¨® en este despacho
"No quiero decir nada bueno de la dictadura, pero como escuela de periodismo no estaba mal", ironiza el corresponsal. "Hab¨ªa que ir en persona a todo y moverse mucho porque no se pod¨ªa utilizar el tel¨¦fono para recibir informaci¨®n...". Y a menudo, los colegas espa?oles le suministraban las noticias que ellos no pod¨ªan publicar. "Los corresponsales ten¨ªamos presiones, pero no censura", relata Haubrich. Cuando sus art¨ªculos disgustaban al r¨¦gimen, le llamaban del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo para re?irle. "Fraga era el peor, pero por lo menos le¨ªa y sab¨ªa distinguir. S¨¢nchez Bella [Alfredo, su sucesor en el ministerio] era un bruto y siempre dec¨ªa: 'Sois gentuza pagada por el oro de Mosc¨². Segu¨ªs las consignas de Praga'. Me amenazaron con expulsarme por lo menos 10 veces". Nunca lo cumplieron. "Todo cambi¨® con P¨ªo Cabanillas. Meti¨® a gente con la que se pod¨ªa discutir. La peor amenaza era cuando dec¨ªan: 'Se ha enfadado el almirante [Carrero Blanco, presidente del Gobierno]'. Y yo contestaba: 'Lo siento, pero no escribo para el almirante, sino para el mill¨®n de lectores de mi peri¨®dico".
En aquel ministerio tambi¨¦n hab¨ªa alg¨²n c¨®mplice encubierto. "En un homenaje a La Pasionaria o a Rafael Alberti me encontr¨¦ a un tipo que era censor en el Ministerio de Informaci¨®n. Le pregunt¨¦ que qu¨¦ hac¨ªa all¨ª. 'Estoy donde tengo que estar. ?Qui¨¦n crees que te enviaba los documentos sobre la censura art¨ªstica?', me dijo. Era un comunista que hab¨ªa logrado pasar desapercibido, un funcionario que me hab¨ªa hecho llegar sobres sin remite con papeles con el sello 'muy confidencial".
La Transici¨®n atrap¨® a Haubrich. "Me gustaron tanto los esfuerzos para que llegara la democracia que rechac¨¦ cambiar de destino". Cuando en 1976 le mandaron por unos meses a Par¨ªs, "volv¨ªa los fines de semana a Madrid para no perderme los primeros contactos de Su¨¢rez [Adolfo, presidente del Gobierno] con la oposici¨®n". Esa pasi¨®n la compa-tibiliz¨® con otra, Latinoam¨¦rica. All¨ª el periodista alem¨¢n cubri¨® golpes de Estado (Chile, Per¨², Bolivia), la revoluci¨®n sandinista... Y se libr¨® de la muerte al cambiar de planes a ¨²ltima hora: dej¨® su sitio a un colega en el avi¨®n en el que viajaba el pol¨ªtico boliviano Jaime Paz Zamora, que sufri¨® un accidente sin esclarecer.
Con Franco hab¨ªa que ir en persona a todo, no pod¨ªamos hablar por tel¨¦fono
Imposible desengancharse cuando se ha estado en primera fila. "La Junta Democr¨¢tica se proclam¨® en este despacho", afirma Haubrich en su sala de trabajo, cuajada de libros y peri¨®dicos en equilibrio inestable. "En Par¨ªs se iba a anunciar a una hora concreta que en Madrid se hab¨ªa creado esa uni¨®n de fuerzas de la oposici¨®n [encabezada por el PCE]. Cuando llegamos al sitio donde se iba a hacer, las Cuevas de S¨¦samo, estaba la polic¨ªa en la esquina. El reloj corr¨ªa y no pod¨ªa ser que se anunciara en Par¨ªs lo que en realidad no hab¨ªa ocurrido todav¨ªa en Madrid, as¨ª que ofrec¨ª mi casa". Corr¨ªa 1974 y Franco vivo.
Haubrich hace inventario de los acontecimientos que m¨¢s le han impactado en cuatro d¨¦cadas de oficio: el proceso de Burgos (en 1970, contra militantes de ETA), la revoluci¨®n portuguesa (1974), las ¨²ltimas ejecuciones franquistas en Hoyo de Manzanares (1975), las primeras elecciones democr¨¢ticas (1977), la primera aparici¨®n p¨²blica de Santiago Carrillo con peluca... "Fue en un piso de la calle de Santa Catalina, 4", recuerda Haubrich. Aquella fue una ma?ana movida de 1976, con citas secretas y muchas vueltas a la manzana para despistar.
Ahora, 7.500 art¨ªculos despu¨¦s y con una decena de libros publicados -el ¨²ltimo, Spanien, in¨¦dito en Espa?a-, Haubrich est¨¢ oficialmente jubilado, pero mata el gusanillo escribiendo cr¨®nicas para un diario en alem¨¢n de Baleares y devora peri¨®dicos en papel al ritmo habitual. "Los medios de comunicaci¨®n espa?oles est¨¢n m¨¢s politizados que la gente. Los veo irritados y algo sensacionalistas", observa. Le enfada "la impunidad" en torno a la corrupci¨®n.
Ahora, tantos a?os despu¨¦s, Walter Haubricht, dice: "Cuando baja el avi¨®n hacia Barajas y veo los tejados de Torrej¨®n siento que vuelvo a casa. Eso en Francfort no me pasa". ?l, que nunca pens¨® quedarse aqu¨ª tanto tiempo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.