La Factory de Ibiza
Terminado el agosto, y visto lo visto, tanto en las pantallas televisivas como en las revista rosas, sobre la insoportable levedad de los festejos veraniegos, viajes y modelitos de famosos, noviazgos de estrellas y estrellados, reuniones privadas a la luz de los focos p¨²blicos y, sobre todo, rostros mil veces fotografiados una y otra vez delante de un photo call, o pared para hacerse la foto con la marca impresa del organizador, el patrocinio y cualquiera que aporte algo a la convocatoria -ya sea un hospital, una marca de moda low cost, la sede de un partido, una joyer¨ªa o una organizaci¨®n no gubernamental, o todos a la vez-, es el momento ideal para averiguar en qu¨¦ consiste esto que para unos es glamour veraniego y para otros, la parada de los monstruos. En cualquier caso, no tiene nada que ver con las fiestas de Ibiza en los setenta y Nueva York en los ochenta, que ahora est¨¢n de moda precisamente porque poco se sabe de ellas, pues no hab¨ªa apenas paparazzi, ni famoseo comercial, ni mucho menos canales de televisi¨®n interesados en ellas. Sin embargo, los nombres que poblaron aquellas fiestas evocan el ¨¦xito y el estilo que solo se puede imaginar cuando te los transmiten oralmente, como un cuento salpicado de im¨¢genes y mitos vivientes. Quien cuenta esta historia es una de esas personas que ha estado en todas las movidas en su momento, que ha aprendido su oficio de relaciones p¨²blicas desde dentro y ha vivido su evoluci¨®n y sus delirios hasta el presente, en Ibiza, este verano, donde acaba de organizar la parte VIP de la fiesta anual de Pacha Flower Power, homenaje eufem¨ªstico a los primeros clientes hippies de la macrodiscoteca.
A Ibiza llegaban 'hippies' con h¨¢bitos de Oriente y los que hu¨ªan del reclutamiento por la guerra de Vietnam
"Cerca de Warhol aprend¨ª el valor de la mezcla social como arte de componer un ambiente. Me dilu¨ª en esa ¨¦lite bohemia"
"Al panel del photo call yo lo llamo el pared¨®n", dice Carlos Martorell, barcelon¨¦s de buena familia, nacido en 1944, espectador obsesivo de los d¨ªas y las noches fulgurantes de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, pol¨ªglota por convicci¨®n y perfeccionista de las buenas maneras cl¨¢sicas, que se march¨® a Ibiza en 1968, harto de estudiar Derecho y asfixiado por las convenciones burguesas. A Ibiza llegaban hippies que tra¨ªan h¨¢bitos y objetos de Oriente, estadounidenses que hu¨ªan del reclutamiento por la guerra de Vietnam y ven¨ªan con la mejor m¨²sica de los sesenta y setenta, franceses e italianos que importaban sus cocinas, y Pink Floyd, que fue a la isla para rodar, dirigida por Barbet Schroeder, la pel¨ªcula More, con la que el paisaje ibicenco se difundi¨® en cines de arte y ensayo por Europa y Estados Unidos. "Me estren¨¦ como relaciones p¨²blicas cuando Oriol Reg¨¢s me encarg¨® la organizaci¨®n de un viaje de Bocaccio a la isla con lo m¨¢s florido de la gauche divine barcelonesa", cuenta Martorell. "Fue muy gamberro y, sin embargo, muchas de esas personas ahora tienen prestigio internacional. Formaban la avanzadilla m¨¢s cosmopolita, europe¨ªsta y de vanguardia de aquellos tiempos".
Ibiza se puso de moda. La ¨²nica discoteca de la ciudad, Lola's, acog¨ªa a la Family, el grupo multicultural de ovejas negras que viv¨ªa en la isla como ¨¦l, sin dinero, pero muy bien relacionado. "Abonamos el terreno para los que vinieron m¨¢s tarde con mentalidad empresarial", afirma. Pronto empez¨® a llegar gente de todas partes para pasar el verano en la isla a la manera ad-lib. "Entonces", se?ala Martorell, "no hab¨ªa c¨¢maras de televisi¨®n. No existen im¨¢genes de aquella ¨¦poca". Pero ¨¦l estaba all¨ª, testigo de todo y para todo. Estrechando lazos con espa?oles y extranjeros.
En 1975 vivi¨® en Par¨ªs colaborando con Ricardo Bofill en el montaje de su taller de arquitectura. Intiman con Yves Saint Laurent y su grupo. Y de vuelta a Barcelona e Ibiza. Sus amigos de la Family le invitan a dar el salto a Nueva York. Pero esta vez se lleva una c¨¢mara fotogr¨¢fica. Se encuentra con Elsa Peretti, a la que conoc¨ªa de su etapa de modelo y musa de la gauche divine en Barcelona, quien se hab¨ªa instalado en la ciudad y colaboraba con el modista Halston. De su mano, entra en la Factory de Andy Warhol, la f¨¢brica de famosos m¨¢s sofisticada del mundo. "Warhol era un visionario", explica Martorell, "capaz de ver talento en un desconocido y catapultarlo al ¨¦xito. Cerca de Warhol aprend¨ª el valor de la mezcla social como arte de componer un ambiente. Y me dilu¨ª en esa especie de ¨¦lite bohemia que cre¨® un estilo de vida nuevo en las noches del Studio 54".
En la d¨¦cada de los ochenta, Studio 54 es la discoteca neoyorquina con m¨¢s famosos por metro cuadrado del mundo. Todos ellos, en ascenso hacia el estrellato gracias, en parte, a la Polaroid y la revista Interview de Warhol. Las televisiones no est¨¢n interesadas, no hay c¨¢maras, y los "personajes" se divierten a sus anchas. Carlos Martorell se mueve como pez en el agua entre ellos, les fotograf¨ªa y les hace entrevistas. Sin agentes ni m¨¢nager de por medio. A su vuelta a Espa?a publica en La Vanguardia y en La Gaceta Ilustrada sus retratos de la jet-set m¨¢s extravagante. "Nueva York fue mi mejor escuela", cuenta; "una cosa es llamar al tel¨¦fono directo de tus amistades para invitarlas a un evento y otra muy distinta necesitar a un intermediario". Se define como un artesano de las relaciones p¨²blicas: no tiene infraestructura empresarial, ni contratos exclusivos. Su equipo consiste en una colaboradora, un ordenador, un tel¨¦fono m¨®vil y unas envidiadas listas de conocidos, amistades y amigos que compone y recompone, como encaje de bolillos, para cada evento que le encargan.
"Cuando empec¨¦, las relaciones p¨²blicas depend¨ªan del boca a oreja", explica. "Si hab¨ªa una fiesta organizada por una marca, se esperaba que los invitados hablasen de ella, y punto. Sin embargo, hoy es necesario el photo call para asegurar que en fotos y en TV las masas vean continuamente, detr¨¢s de los rostros famosos, la marca y los patrocinadores, es decir, los que pagan la fiesta. Hoy la fama es un virus que se contagia de inmediato al c¨®nyuge, a los hijos, a los hermanos". Todo el mundo sabe que cualquier pariente lejano de famoso, si quiere, puede ser carne de paparazzi con solo una declaraci¨®n inesperada. Algunos alcanzan su sue?o: posar cobrando por ello. Para eso est¨¢n las agencias que les representan, que en Espa?a proliferan. Pero Martorell se enorgullece de no haber pagado jam¨¢s a nadie para que acuda a tomar un canap¨¦: "?C¨®mo voy a invitar a una persona que recibe trato protocolario junto a otra que va a decir que se ha acostado con un futbolista y va a cobrar por ello? Me parece una falta de respeto. Por eso soy at¨ªpico, y por eso no soy rico, aunque he conseguido que otros s¨ª lo sean". Defiende su postura a trav¨¦s de su blog. "En ¨¦l cuento lo que quiero sobre actos a los que voy o los que organizo yo. Es parecido a lo que hac¨ªa a mi vuelta de Nueva York, cargado de fotos comentadas. Los instrumentos para publicarlas son otros, pero conservo mi estilo".
Han pasado unas semanas desde la fiesta ibicenca del Flower Power. Junto a Martorell posaron Shakira, Valentino o James Blunt. "Est¨¢n en la isla y todos quieren venir a esta fiesta. Ser¨ªa impensable conseguir juntarlos en otro lugar, no habr¨ªa dinero para pagarles. Adem¨¢s, les resulta irresistible acceder a una zona privada con los guapos y divertidos, m¨²sica, baile, copas, y sentirse tratados a cuerpo de rey". Todo esto lo cuenta sin atisbo de cinismo. Sin nostalgia. Mira al infinito con sus ojos azul mar, con la misma transparencia de cuando la Family le llamaba Blue Eyed Charlie, y dice: "Es lo que hay".?
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