Menos es m¨¢s
De tanto en tanto, la prensa nos inquieta con el descubrimiento de alguna vivienda donde los ocupantes, generalmente personas mayores, han convivido con una cantidad ingente de objetos inservibles, cachivaches, peri¨®dicos acumulados, basura? Son personas afectadas por el s¨ªndrome de Di¨®genes. Son los casos m¨¢s conocidos, pero los menos t¨ªpicos. La mayor¨ªa de las personas se limitan solamente a acumular objetos que no utilizan. Por ello, los expertos prefieren emplear el t¨¦rmino de "acumuladores compulsivos".
Las patolog¨ªas suelen ser exageraciones de comportamientos "normales". Siempre hay algo en ellas donde el resto nos sentimos identificados. ?Cu¨¢ntos objetos hay en nuestra casa que nunca utilizamos? Tenemos muchos por si acasos. "Este vestido que no me puedo abrochar no lo tiro, por si acaso adelgazo"; "la vieja tostadora no la reciclo, por si acaso la nueva un d¨ªa se estropea"; "conservo este papel tan bonito por si acaso un d¨ªa lo necesito para envolver un regalo"?
"?Cu¨¢ntos objetos guardamos 'por si acaso'? Es rid¨ªculo, porque nunca los utilizamos o ni siquiera recordamos tenerlos"
Al final, utilizamos muy pocos objetos para ese hipot¨¦tico futuro. Lo m¨¢s rid¨ªculo de nuestro comportamiento por si acaso es que a veces llega el d¨ªa en que realmente ese trasto nos puede ser ¨²til, ?pero no nos acordamos que lo tenemos! porque est¨¢ escondido entre miles de b¨¢rtulos. Entre ellos, algunos pertenecen a la categor¨ªa de recuerdos significativos que queremos que nos acompa?en el resto de nuestras vidas. Ejemplo: las facturas de la luz del a?o en el que nos casamos. No es que sean muy rom¨¢nticas, pero si las encontramos en un caj¨®n, nuestro coraz¨®n puede resistirse a tirarlas porque, de alguna manera, forman parte de nuestra vida.
Lo que acumulamos en casa es un retrato de nuestro estado emocional. Las personas que han pasado hambre tienen tendencia a guardar alimentos por si vuelven a vivir algo parecido. Guardar de forma exagerada pensando en el futuro puede indicar un cierto miedo difuso a lo que vendr¨¢. Vivir rodeados principalmente de recuerdos del pasado puede surgir de una nostalgia muy profunda que nos impide disfrutar del presente.
El estado de nuestra casa refleja nuestro estado emocional. Hay personas que al pasar por una ¨¦poca de confusi¨®n ordenan sus hogares. Al hacerlo, ordenan sus ideas porque durante ese proceso deben tomar decisiones. Si tiramos ese vestido que hace a?os que no nos entra, estamos aceptando nuestro peso. Si para dejar espacio nos desprendemos de esa colecci¨®n de revistas que tanto nos cost¨® completar, estamos cerrando una carpeta para abrir otra nueva.
Hay personas que no se atreven con algunos cajones, ni los abren. Es como aquellos que tienen fobia a los ascensores, la terapia implica subirse a uno. Para algunas personas, arreglar un caj¨®n puede ser tan terap¨¦utico como para otras subirse a un ascensor. No podemos consentir que ning¨²n caj¨®n se resista.
Quejarnos por falta de espacio en nuestras viviendas es com¨²n. Desprendernos de trastos es una ganancia que a la mayor¨ªa nos ir¨¢ bien. Ganaremos espacio y tiempo. Muchos de mis pacientes con dolor cr¨®nico, sobre todo mujeres, me cuentan que, como limpiar les aumenta el dolor, han decidido despejar las estanter¨ªas de adornos y quedarse con unos pocos. Sabia conclusi¨®n. No podemos ser esclavos de los ornamentos de nuestro hogar.
Desprendernos de los trastos in¨²tiles
"El hombre m¨¢s rico del mundo es aquel que puede renunciar a la mayor¨ªa de las cosas" (Rabindranath Tagore)
Randy Frost, psic¨®logo especialista en "acumuladores compulsivos", descubri¨® c¨®mo estas personas suelen ser "hipersentimentales" en relaci¨®n con sus bienes. Cada bot¨®n usado, cada bol¨ªgrafo vac¨ªo se siente como parte de la propia persona, de la propia historia. Tanto significado emocional poseen los objetos para ellos que se sienten imposibilitados para tirarlos.
A los que no sufrimos esta patolog¨ªa tambi¨¦n nos cuesta tirar, porque un cachivache, para nosotros, es algo m¨¢s. Por eso es ¨²til pedir ayuda a alg¨²n amigo que nos haga ver que ese chirimbolo es in¨²til. Lo hizo Maruja Torres y comparti¨® la experiencia en las p¨¢ginas de este dominical: "Es lo que me dijo mi amigo N. cuando estuvo en casa ayud¨¢ndome a desprenderme de lastre. -Nada como un c¨²ter? As¨ª que me sent¨¦ a su lado y destru¨ª parte de mis recuerdos, man¨ªas y agobios".
Tirar no es f¨¢cil porque tenemos que luchar con la ligaz¨®n emocional y enfrentarnos a nuestras tendencias m¨¢s ancestrales. Acaparar es innato a la evoluci¨®n humana. Nuestra supervivencia como especie se ha visto muy ligada a nuestra capacidad de conservar alimentos. Los neur¨®logos John Blundell y Jac Herberg demostraron que el instinto de acumulaci¨®n se origina en las zonas cerebrales subcorticales, filogen¨¦ticamente m¨¢s antiguas. Para desprendernos de objetos existen recursos mentales que nos ayudan. Una amiga me comentaba que cuando pon¨ªa orden a su armario, era tajante. Si una prenda de ropa no se la hab¨ªa puesto en dos temporadas, se deshac¨ªa de ella.
Trasladarse de vivienda suele ser la mejor oportunidad para hacer limpieza a fondo porque normalmente los criterios para tirar suelen ser m¨¢s rotundos. No vamos a envolver algo, transportarlo, desenvolverlo y guardarlo de nuevo si realmente pensamos que no nos va a servir para nada. Otro recurso mental puede consistir en pensar que eso que para nosotros es un libro ya le¨ªdo, un pantal¨®n que no nos ponemos nunca, un juguete con el que nuestros hijos ya no tienen edad para jugar, puede alegrar a otras personas.
No adquirir objetos que no necesitamos
"Cu¨¢n numerosas son sin embargo las cosas que no necesito" (S¨®crates, de paso por el mercado de Atenas)
No sirve desprendernos de objetos si al mismo tiempo adquirimos otros. Desgraciadamente, estamos programados para comprar. Pensamos que lo que est¨¢ en el escaparate va a aumentar nuestra felicidad. Luego comprobamos que no, pero seguimos comprando empujados por esa sensaci¨®n. El placer no se encuentra en el producto, sino en la misma conducta. Algunos estudios demuestran c¨®mo se iluminan las ¨¢reas cerebrales ligadas a los circuitos de recompensa cuando vemos los objetos que compraremos.
Los casos m¨¢s extremos son los compradores compulsivos, que adquieren constantemente cualquier tipo de art¨ªculo que no suelen ni estrenar y acaban arruinados. Se calcula que en Espa?a son unas 400.000 personas, mayoritariamente mujeres. Los que no somos compradores compulsivos podemos sentirnos identificados. Antes de quedarnos con algo, deber¨ªamos preguntarnos: ?realmente es necesario? ?Cu¨¢nto espacio ocupar¨¢? ?Supondr¨¢ tiempo su mantenimiento?
Otra pregunta indispensable es: ?lo necesitamos o lo queremos para AHORA? Vemos un libro que nos parece interesante y lo compramos, pero resulta que ya hemos adquirido muchos de esta forma y lo ponemos encima del mont¨®n para que espere su turno. No obstante, llega el verano, y esos libros que hemos acaparado durante el invierno no nos apetece leerlos, as¨ª que compramos otro que en este momento nos atrae m¨¢s. Conclusi¨®n: los libros no desaparecen de las librer¨ªas, as¨ª que mejor ir compr¨¢ndolos a medida que los leemos. Y eso lo podemos aplicar a todo. Como los productos electr¨®nicos.
Estamos en una sociedad en la que, aunque no compremos, los objetos se nos pueden acumular igual. Resulta que los tarros del yogur vienen decorados de tal forma que nos da no s¨¦ qu¨¦ tirarlos, la caja del regalo es tan bonita como el propio obsequio, el jab¨®n del hotel nos resulta imposible no llev¨¢rnoslo? Pensemos que todo lo que acopiamos lo vamos metiendo en una especie de mochila imaginaria y quiz¨¢ el peso que sintamos nos disuada de nuestro comportamiento recolector. Descarguemos todo lo que podamos nuestra mochila, soltemos lastre y nos sentiremos m¨¢s livianos.
saber vivir
Saber vivir con poco
1. PEL?CULAS
-Up, de Pete Docter.
-Up in the air, de Jason Reitman.
2. LIBROS
- Menos es m¨¢s¡ Disfr¨²talo, de Michael Simperl. Urano, 2006.
Un ejemplo de sabidur¨ªa
Cuentan que un viajero fue a visitar a un sabio maestro. Su humilde morada se encontraba pr¨¢cticamente vac¨ªa, solamente ten¨ªa una cama, un cuenco para la comida y poco m¨¢s. El visitante observ¨® sorprendido esa austeridad y le pregunt¨®: "?C¨®mo es que vive con tan poco?". A lo cual el sabio respondi¨®: "T¨² tambi¨¦n vas con una mochila muy peque?a". Ante estas palabras, el viajero aleg¨®: "Pero es que yo solo estoy de paso, estoy viajando", a lo cual el maestro a?adi¨®: "Yo tambi¨¦n".
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