Linda
Bajo un siroco de fuego, que nos ha visitado al final de agosto, ha muerto mi perra Linda, una cocker americana. Era peque?a, chata, muy rubia, con el flequillo sobre los ojos y debido a la gran clase que llevaba encima no necesitaba hacer ninguna gracia especial para sentirse reina. Es lo que pasa con la belleza humana o animal. Si se basta a s¨ª misma no hay que a?adirle nada y en el caso de Linda se notaba que hab¨ªa nacido solo para ser admirada y lo sab¨ªa, pero ten¨ªa una cualidad que no he visto que posea perro de ninguna raza. Linda sab¨ªa sonre¨ªr. Podr¨ªa contar mi biograf¨ªa ¨ªntima con detalle seg¨²n los coches y los perros que han pasado por mi vida. En aquel Seat 600, color tostado, me sorprendi¨® la guardia civil abrazado a una novia; en el Austin rojo recorr¨ª por primera vez Italia desde Venecia a Palermo; en el Morris verde llevaba a los ni?os al colegio; el Volvo me salv¨® la vida al dejarme posado en un vi?edo despu¨¦s de sobrevolar un barranco. Algunos hechos fundamentales no pueden ser descritos sin recordar una marca de coche, pero los perros que han compartido tu existencia expresan estados de ¨¢nimo, angustias, sentimientos, pasiones y sue?os imposibles del pasado. Aquel perro sin nombre, que muri¨® aplastado por un cami¨®n, estar¨¢ para siempre unido a mis primeras l¨¢grimas de ni?o. Las pulsiones de la libertad en plena adolescencia las llevo asociadas al Chevalier, que nadaba conmigo en albercas furtivas entre los naranjos y persegu¨ªa a las ranas fuera del agua. La llegada de la democracia a Espa?a no podr¨ªa contarla sin recordar la elegancia de Lara, una perra nacida en Kensington, el ¨²nico ser del entorno que en la noche del 23-F ni siquiera se molest¨® en mover el rabo, puesto que llevaba la independencia en el c¨®digo gen¨¦tico. Luego vino la anarquista Nela, que ladraba a las flores nuevas y lam¨ªa los pies de los mendigos. Toby, el chucho recogido de la calle me ense?¨®, m¨¢s que Horacio, a vivir cada d¨ªa en el l¨ªmite del placer. A Linda le bastaba con subirse al sof¨¢, mirar alrededor a trav¨¦s de su flequillo y reclamar solo un poco de admiraci¨®n. Era educada, no molestaba a nadie, nunca protestaba por nada y si recib¨ªa un elogio desmesurado, sonre¨ªa. Este verano de 2010 siempre ser¨¢ aquel en que muri¨® Linda, la rubia, bajo un siroco de fuego.
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