Los retos de Obama
?Se ha equivocado Obama? La mayor¨ªa de los estadounidenses parece dispuesta a responder afirmativamente. Todos los expertos anuncian, en efecto, la derrota de los dem¨®cratas en las pr¨®ximas elecciones, denominadas "de mitad de mandato". Derrota en el Senado, donde el Partido Republicano parece en condiciones de recuperar una decena de esca?os. Derrota, tal vez, incluso en la C¨¢mara de Representantes, pese a que aqu¨ª la mayor¨ªa dem¨®crata sea m¨¢s s¨®lida.
El presidente tiene que hacer frente a dos grandes reproches: uno sobre pol¨ªtica exterior -ampliamente injustificado-; otro sobre pol¨ªtica interior, vinculado a la situaci¨®n econ¨®mica.
En el exterior, el presidente decidi¨® poner fin a la presencia militar en Irak, pese a todos aquellos que predicen el retorno del caos a ese pa¨ªs. Siete a?os despu¨¦s de que George Bush proclamase la "misi¨®n cumplida" en Irak, y en la estela de una retirada que inici¨® el propio Bush, Barack Obama ha decidido pasar p¨¢gina. ?Qu¨¦ otra cosa pod¨ªa hacer? Por una parte, se hab¨ªa comprometido solemnemente a ello durante su campa?a electoral; por otra, ha aceptado una estrategia militar en Afganist¨¢n que depende, en lo que se refiere al n¨²mero de soldados destinados all¨ª, del ritmo de la retirada de Irak.
El presidente de EE UU tiene que hacer frente a reproches en pol¨ªtica exterior y econ¨®mica
?C¨®mo imputarle, adem¨¢s, las consecuencias a largo plazo de la guerra de Irak? Esta ha tenido como principal resultado un reforzamiento considerable de la influencia del Ir¨¢n chi¨ª. Precisamente, en un momento en el que Teher¨¢n constituye el punto m¨¢s peligroso y delicado estrat¨¦gicamente. Desencadenada en nombre de la -falsa- existencia de armas de destrucci¨®n masiva, la guerra de Irak ha funcionado, en t¨¦rminos de popularidad, como un arma de destrucci¨®n masiva de la imagen de Estados Unidos, y esto mucho m¨¢s all¨¢ del mundo musulm¨¢n. Quedan 50.000 "consejeros militares" destinados a ayudar a los iraqu¨ªes a crear su propia milicia. Pero la cuesti¨®n principal, que constituye el legado de George Bush, ser¨¢ saber si la democracia puede o no instalarse en Bagdad: por el momento, el Gobierno de mayor¨ªa chi¨ª ha creado las condiciones para un nuevo conflicto interno, pues sigue neg¨¢ndose a admitir el veredicto de las urnas. E Ir¨¢n contin¨²a, progresiva e irresistiblemente, con su programa nuclear. En detrimento de la minor¨ªa sun¨ª. En detrimento de Estados Unidos y de sus aliados.
El reproche sobre la gesti¨®n del expediente iran¨ª por parte de Obama es ampliamente infundado. En cambio, el debate sobre la situaci¨®n interna es m¨¢s dif¨ªcil. Pues si las perspectivas electorales son tan malas es, en gran medida, a causa de la situaci¨®n econ¨®mica. La recuperaci¨®n es incierta, insuficiente; la tasa de paro sigue en un nivel r¨¦cord; los sucesivos salvamentos de la industria automovil¨ªstica y, sobre todo, de Wall Street, han sido impopulares.
Desde la derecha, al presidente le reprochan que no acometiera antes una pol¨ªtica de reducci¨®n del d¨¦ficit; le reprochan tambi¨¦n su reforma sanitaria, en beneficio de los millones de estadounidenses que viv¨ªan privados de todo seguro m¨¦dico. Desde la izquierda, por el contrario, le echan en cara el haber frenado demasiado pronto la acci¨®n del Estado, especialmente dejando de apoyar al sector inmobiliario y apoyando insuficientemente el proceso de reactivaci¨®n para dar prioridad al d¨¦ficit.
Entre ambos, crece el movimiento populista y radical de los tea parties, tal vez capaz de transformar el paisaje pol¨ªtico.
?As¨ª que no es f¨¢cil ser presidente! Obama ha vuelto a sacar su bast¨®n de peregrino, empezando por Nueva Orleans, para recordar que est¨¢ ah¨ª antes que nada para intentar corregir los errores e incumplimientos de su predecesor. Y que hay que concederle tiempo. Pero los estadounidenses, como los dem¨¢s pueblos, son m¨¢s impacientes que pacientes.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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