Una nueva 'movida'
Algo ha cambiado en la noche madrile?a - La fiesta se vive en clubes durante toda la semana - Es la hora de los hijos de la generaci¨®n de la nueva ola
En la pista de la sala Heineken cientos de personas bailan como si fuera la ¨²ltima noche de sus vidas. Es la madrugada del mi¨¦rcoles al jueves. Se suda, se empuja, se jalea lo que suena y se mira al escenario levantando las manos. El culto saluda al p¨²lpito. Como en los viejos tiempos del punk. Pero no es un concierto punk. Es una sesi¨®n de DJ.
Se pincha el Weke, weke, hip-hop y Nirvana. Son los Zombie Kids y esto es la fiesta del primer aniversario del Zombie Club. El lugar donde hay que estar. "Es el club que marca ahora mismo la pauta", confirma Popy Blasco, algo as¨ª como el cronista extraoficial de la vida nocturna de la capital. Desde su blog lleva seis a?os diseccionando la noche madrile?a. "Yo creo que simplemente hemos dado a Madrid lo que necesitaba", dec¨ªa horas antes Edgar Candel Kerri, un barcelon¨¦s de 31 a?os que ejerce de portavoz de los Zombie Kids, el colectivo de agitadores nocturnos que est¨¢ detr¨¢s del Zombie. "La noche de Madrid estaba muy parada, era aburrida. Nosotros quisimos hacer algo diferente".
"La noche estaba muy parada, era aburrida. Quisimos hacer algo diferente"
"Metemos en el club entre 1.200 y 1.500 personas cada mi¨¦rcoles"
"Todo empez¨® con un incendio. Somos la generaci¨®n posWindsor"
"Estos nuevos clubes son m¨¢s festivos. La m¨²sica importa menos"
Todo comenz¨® con una sesi¨®n llamada Aguacate en la sala Boite, con capacidad para unas 300 personas, en la primavera de 2009. "Se empez¨® a hablar del club, estuvo lleno desde el principio. A la gente le encantaba. Dicen que no somos profesionales. Pues vale. Pero hacemos que la gente baile. Para m¨ª eso es ser profesional. Estar pendiente de la pista y hacer que la gente se divierta", relata Edgard.
Meses despu¨¦s se mudaron a otra sala con el doble de capacidad y lo rebautizaron Zombie Club. Volvieron a triunfar. La sala fue clausurada temporalmente y ellos dieron el gran paso: la Heineken. "Metemos entre 1.200 y 1.500 personas cada mi¨¦rcoles. Hay fijos, pero al d¨ªa siguiente se trabaja y no todo el mundo viene siempre".
A ra¨ªz del ¨¦xito se empezaron a mover cosas en el centro de Madrid. "Ahora la noche est¨¢ mucho mejor". Bali Valiente, relaciones p¨²blicas con 15 a?os de experiencia, verbaliza una idea que parece estar en la mente de todos los promotores de club de la ciudad: algo ha cambiado. Los clubes son fiestas que se programan semanalmente en una sala. Ya apenas se dan licencias para salas nuevas, as¨ª que las iniciativas nocturnas tienen forma de club. Aparecen nuevos constantemente, como Campamento Dorado, V, Poney, Pop & Dance o Boombox.
Es un tiempo nuevo, incluso una generaci¨®n nueva si hacemos caso a Popy Blasco. "Todo empez¨® con un incendio", dice. "El ic¨®nico edificio Windsor de la movida madrile?a ard¨ªa en llamas. Era el fin de la especulaci¨®n y nosotros, la generaci¨®n posWindsor".
Seg¨²n esta interpretaci¨®n estamos en la cuarta ola de la noche en Madrid. La primera fue la movida, en los ochenta. Despu¨¦s, la cultura house de los noventa con el Morocco de Alaska. Con el cambio de siglo lleg¨® la escena indie que todav¨ªa sigue en forma. Este mes se celebra el d¨¦cimo aniversario de dos veteranos: Nasti y Ochoymedio. Tambi¨¦n cumple un decenio Introm¨²sica producciones, la promotora detr¨¢s del Low, un cl¨¢sico que ahora se convierte en el Low Day, una gran fiesta mensual. Esta generaci¨®n -?la posWindsor?- es la cuarta. "Estos nuevos clubes son m¨¢s festivos, m¨¢s verbeneros. La m¨²sica importa menos. La noche se ha expandido a los mi¨¦rcoles y los domingos. La gente tiene ganas de divertirse. Ser¨¢ por la crisis, no s¨¦. Pero lo que importa es pasarlo bien", explica Valiente.
"Los que trajeron la cultura de club a Espa?a a mediados de los noventa no se sienten identificados y no entienden la cultura de club actual", explica Popy Blasco. "Eso es signo del recambio generacional. Ya no es la movida, ahora son sus hijos. Ya no te encuentras en un club con Ouka Lele, pero s¨ª con su hija, Mar¨ªa Rosenfeldt. Tambi¨¦n es normal encontrarse en la pista con Helena y Luc¨ªa Cuesta, sobrinas de Ana Bel¨¦n, o con Mar¨ªa Iborra, hija de Ver¨®nica Forqu¨¦ y musa del momento".
Efectivamente hay quien a?ora los viejos tiempos, como el dibujante Mauro Entrialgo. "Es para echarlo de menos", dice. "Pero no por la electr¨®nica de los garitos de moda, sino porque hab¨ªa mucha m¨¢s variedad. Entonces ten¨ªas a cualquier hora lo que te diera la gana en sitios de todo tipo: de los de moda a un garito roquero, una disco de barrio con funk, una que se hab¨ªa quedado en el acid-jazz. Y muchos afters. Con la perspectiva que dan los a?os es un hecho que Madrid est¨¢ bajo m¨ªnimos. Pero para un chaval que haya vivido siempre estos horarios de parque tem¨¢tico infantil, a lo mejor les parece un fiest¨®n".
Es una constante entre los "veteranos", a?oran una noche menos masificada, m¨¢s salvaje y heterog¨¦nea, con menos control. "Es verdad que todo ha cambiado mucho en 10 a?os", dice David Pardo, del Ochoymedio. "Se nota en cosas como las listas. Antes, estar en una lista de puerta era se?al de distinci¨®n. De que conoc¨ªas a alguien. Ahora las colas para gente con lista son m¨¢s largas que las de entrar pagando". Adem¨¢s ya no existen listas para toda la noche. Cada vez se reduce m¨¢s. "El problema es el botell¨®n. Si dejas entrar gratis desde las tres, ya lo han bebido todo y no consumen dentro", dice Cristina Cachero, socia de Introm¨²sica. "Para mi un club es un sitio donde escuchar buena m¨²sica y encontrarte como en casa. Un lugar de felicidad y de encuentro despu¨¦s de una semana agotadora. No quiero que en el m¨ªo entre gente que no puede ni andar. Y adem¨¢s si no se consume no podemos traer DJ, ni grupos".
Los clubes viven de las barras. Es dif¨ªcil cuantificar cu¨¢nta gente entra pagando, pero el grueso de los ingresos son las consumiciones y hay un dato en el que casi todos coinciden: entra tanta gente como hace dos a?os, pero se ingresa entre el 30% y el 40% menos en las barras. "La gente no va a dejar de salir. Es una forma de expandirse despu¨¦s de trabajar o estudiar, pero la crisis nos ha afectado a todos y se gasta menos", explica David Pardo.
Mientras, en el Zombie, Mar¨ªa, universitaria asturiana que ha adelantado su vuelta a Madrid, luce sus mejores galas. Taconazos, falda cort¨ªsima, labios muy rojos. "Les dije a mis padres que ven¨ªa a buscar piso. No publiques mi apellido". La mira Juanjo, 21 a?os, de Legan¨¦s, que trabaja en la construcci¨®n: "En cuatro horas entro a currar, pero me parece que voy a ir directo. Aqu¨ª se viene a bailar, a pasarlo bien y a ligar con pibones. Ya se dormir¨¢ otro d¨ªa".
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