Aniversario y aquelarre
El populismo y la espiral de fanatismo impulsan a los Terry Jones de uno y otro lado
El noveno aniversario del atentado contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono fue la fecha escogida por el pastor estadounidense Terry Jones para convocar primero, y dejar en suspenso despu¨¦s, una quema de coranes. Tras las presiones recibidas desde las m¨¢s altas instancias de la Administraci¨®n, incluyendo una llamada personal del ministro de Defensa, Jones ha querido vincular la cancelaci¨®n definitiva de su aquelarre al abandono del proyecto para construir una mezquita en las proximidades de la zona cero neoyorquina. Pero su extravagancia est¨¢ lejos de haber sido conjurada, porque animados por la notoriedad alcanzada por el oscuro cura, otros fan¨¢ticos podr¨ªan llevarla a cabo ahora o en el futuro.
El caso pone de manifiesto las dificultades para conducir la lucha contra el yihadismo sin un acuerdo pol¨ªtico y social acerca de los objetivos espec¨ªficos perseguidos. La degradaci¨®n de la pol¨ªtica estadounidense propiciada por el Tea Party est¨¢ emborronando la frontera entre el irrenunciable combate contra Al Qaeda y la inaceptable estigmatizaci¨®n del islam y de sus fieles. Es en este ambiente donde personajes marginales como Jones adquieren relevancia. Y es en respuesta a ellos donde un fanatismo sim¨¦trico, e igualmente marginal, encuentra el alimento para ampliar su apoyo y la coartada para sus acciones.
La fuerza desestabilizadora del cura de Florida no procede del pu?ado de sus feligreses ni de la carga profundamente irrespetuosa de su iniciativa; procede de la espiral de fanatismo que desencadena contando con la respuesta de sus equivalentes en el lado del islam. De ah¨ª la importancia de impedir que los Terry Jones de uno y otro credo secuestren la relaci¨®n pol¨ªtica y diplom¨¢tica entre Estados, erigi¨¦ndose en caudillos teol¨®gicos en un enfrentamiento que no buscan conjurar, sino provocar, con el ¨²nico y son¨¢mbulo prop¨®sito de demostrar la superioridad de su fe.
El populismo que, dentro y fuera de EE UU, pretende hacer del islam el nuevo chivo expiatorio para conseguir apoyos electorales no se est¨¢ traduciendo ¨²nicamente en un grave deterioro del Estado de derecho. Se est¨¢ convirtiendo tambi¨¦n en una complicaci¨®n adicional para enfrentar el terrorismo yihadista, al fragilizar la posici¨®n pol¨ªtica y moral desde la que lo combaten los sistemas democr¨¢ticos. Lo que las acciones criminales de Al Qaeda desaf¨ªan no es la superioridad de un credo religioso sobre otro, sino el respeto a la vida y a las libertades que establecen los ordenamientos jur¨ªdicos votados por los ciudadanos. Entre esas libertades se encuentran la religiosa y la de culto, que no establece excepci¨®n alguna para los musulmanes.
Nueve a?os despu¨¦s de los hist¨®ricos atentados de Nueva York y Washington es mucho lo que se ha avanzado a la hora de impedir los cr¨ªmenes de Al Qaeda. Pero es mucho, tambi¨¦n, lo que ha empezado a destruir el populismo que da alas a irresponsabilidades como la de quemar coranes.
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