Trotando de cala en cala
Rutas a caballo por el norte de Menorca siguiendo el trazado del Cam¨ª de Cavalls
Sobre un caballo, todos los paisajes cobran una dimensi¨®n diferente. El punto de vista elevado y el movimiento arm¨®nico del equino hacen que veamos el bosque, las monta?as o el mar con una mirada nueva. El sonido de los cascos y el contacto con el cuero suave de las riendas; el calor y el olor del caballo: todo nos remite a una naturaleza anterior. Menorca tiene unas condiciones ideales para experimentar estas sensaciones. Su atm¨®sfera de calma y su paisaje hipn¨®tico parecen hechos para cabalgar. La isla, llana en su conjunto, se ve salpicada de colinas verdes y de elevaciones boscosas que invitan a apreciar los cambios de perspectiva, la riqueza inusitada del horizonte. Una euforia ¨ªntima invade al jinete que, tras una galopada en senderos de pinar y la subida al trote, llega a una cima rocosa desde donde se avista el mar grande que se precipita en oleadas lentas contra el litoral de la costa norte.
GU?A
Rutas a caballo
? Menorca a Cavall (971 37 46 37; 626 59 37 37; www.menorcaacavall.com).
? Cavalls Son ?ngel (609 83 39 02; www.cavallssonangel.com).
? Can Pouny (658 17 75 75).
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Menorca (www.menorca.es).
? Turismo de las islas Baleares (www.illesbalears.es).
Menorca fue siempre tierra de caballos. Basta recordar la fiesta de San Juan y sus caballos negros que se levantan sobre sus potentes patas traseras como si quisieran escalar los muros amarillos de Ciudadela y echar a volar. El llamado "jaleo", presente en casi todas las fiestas de la isla, es sobre todo una exaltaci¨®n del caballo, de su sobria elegancia frente al desvar¨ªo de la multitud. La gente quiere sus saltos y caracoleos, los mantiene arriba a base de brazos, situ¨¢ndose bajo sus vientres. El caballo menorqu¨ªn es robusto, hecho a terrenos dif¨ªciles y a la vida en el campo. En ¨¦poca de invasiones, me dice Antoni Bosch, de Son ?ngel, cada finca de la isla ten¨ªa la obligaci¨®n de mantener un caballo entero con un hombre armado para ir a enfrentarse al enemigo all¨ª donde desembarcase. Este ser¨ªa el origen del Cam¨ª de Cavalls, que circunvalaba los 200 kil¨®metros de la costa menorquina y permit¨ªa avituallar las torres de vigilancia. Algunos creen que, en sus inicios, los "jaleos" eran celebraciones de la fuerza de la caballer¨ªa, cat¨¢rtico ritual de uni¨®n de la desigual sociedad menorquina.
La dominaci¨®n inglesa tuvo tambi¨¦n su parte en el culto al caballo. Bajo el gobernador Richard Kane se extendi¨® el uso de carruajes gracias al camino que atraves¨® la isla desde Mah¨®n hasta Ciudadela. Hoy el camino es una pintoresca ruta que pasa por fincas privadas como Santa Rita, situada entre Mercadal y Ferreries, en el centro mismo de la isla. Las vacas han desaparecido, y los caballos, orgullo de su criador, Tolo Mora, se han adue?ado del variado terreno, desde pradera hasta monte, pasando por bosque y una secci¨®n del Cam¨ª d'en Kane. Es en las vueltas de ese camino, a veces ¨¢rido y otras a¨²n verde gracias a las muchas lluvias del invierno pasado, donde empiezo a ver con nuevos ojos el paisaje menorqu¨ªn.
Con las riendas flojas
Monto una yegua alazana, que responde con suavidad y experiencia. Es una ma?ana de julio y sopla el viento norte, lo que se agradece, pues ya hace bastante calor. El mar est¨¢ encrespado, con ese azul profundo de los d¨ªas de temporal. Bajamos a la playa por un sendero vertiginoso, las riendas flojas, dejando que el caballo elija donde pisar. En la costa desierta, la tramontana parece cubrir todos los huecos del paisaje y dota al aire de una transparencia de altar mar. Trotamos a lo largo de la playa de Binimel-l¨¤, donde desemboca un torrente con patos, y luego subimos unos repechos rocosos. Tengo una mano aferrada a la crin de yegua mientras da un salto hacia arriba, y luego, en la bajada, patinamos en la pendiente de una duna mientras sus patas se hunden casi hasta el vientre. Cala Mica es peque?a y recogida, ideal para el ba?o en un d¨ªa sereno. De ah¨ª parte el camino usado en otro tiempo, donde solo pasa un caballo al galope, y al galope yo y una inglesa, en la avanzadilla del grupo, nos adentramos en el bosque. Al cruzarme con algunos paseantes, que se apartan sorprendidos en los recodos, me viene a la mente esa alegr¨ªa mitol¨®gica que es el centauro. Y entonces, franqueada una tanca, aparece la majestuosa Cala Pregonda, con sus farallones de azufre cual vig¨ªas del viento.
La tramontana crea una campana de silencio en torno al jinete y su montura. Sientes la inquietud del caballo, su alerta permanente, mientras el coraz¨®n se encoje ante la ca¨ªda del acantilado en el camino de tierra roja que conduce a Cavalleria. El paisaje agreste, luminoso, pero casi inhumano, de esta castigada costa norte tiene sobre un caballo algo salvaje y misterioso. Vuelvo a experimentarlo al d¨ªa siguiente cerca de Ciudadela, en Son ?ngel. Esta vez monto un caballo menorqu¨ªn cuyo pelaje negro est¨¢ quemado por el sol. Somos cuatro jinetes atravesando el campo silencioso, recorriendo sordos caminos de arena, sorteando las matas de brezo que persisten en crecer bajo las rocas horadadas. La finca comprende un tramo costero del Cam¨ª de Cavalls. Aqu¨ª el paisaje, deshabitado, no tiene fecha, podr¨ªamos estar cabalgando en tiempos del irland¨¦s Kane bajo pabell¨®n brit¨¢nico. Solo las piedras, siempre las piedras, algunas encinas y pinos, as¨ª como pobres matorrales que se inclinan al sur, vencidos por la tramontana. Delante, el horizonte se ensancha y abarca el mar en calma, azul p¨¢lido con tonos verdes, y la costa irregular entre Cala Morell y el cabo que cierra la formidable Cala Algaiarens, donde cada verano vuelvo a nadar. Mi caballo es lento, pero sus patas pisan firmes entre las rocas. Nada parece tan seguro como su movimiento cuadr¨²pedo, nada m¨¢s estable y perpetuo como la paz inviolada de este paraje que se instala en el balanceo de mi cadera. Ni siquiera una vela tensa sobre el filo del mar puede igualarlo. Queda para otra ocasi¨®n cabalgar hasta Els Alocs y Santa Elisabet, en direcci¨®n a Fornells. El pinar de sombras claras engulle el trepidar seco del trote en el camino de regreso bajo el sol alto que excita las cigarras.
? Jos¨¦ Luis de Juan es autor de Sobre ascuas (Destino, 2007).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.