Los n¨²meros son rojos
La secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, considera y con raz¨®n que el aumento de la deuda tendr¨¢ consecuencias para la seguridad nacional. Al margen de los nervios que ocasiona la idea de tener China como acreedor, el armamento de gran potencia sale caro. Asimismo, el despilfarro debilita los mecanismos m¨¢s suaves de persuasi¨®n del pa¨ªs. Es una conexi¨®n que est¨¢ ganando respaldo pol¨ªtico. Posibles candidatos republicanos a la presidencia en 2012, como el senador John Thune, de Dakota del Sur, han lanzado esos mensajes. Y el secretario de Defensa, Robert Gates, ha prometido que el Pent¨¢gono ahorrar¨¢ 100.000 millones del presupuesto en los pr¨®ximos cinco a?os. Pero la idea cobra especial fuerza al venir de Clinton. No es solo que su marido, con un Congreso republicano, lograra equilibrar las cuentas, sino que adem¨¢s ella podr¨ªa ser la posible sustituta de Gates en 2011.
Clinton tiene a la historia de su parte. Una econom¨ªa en declive no puede respaldar durante mucho tiempo las ambiciones militares de una superpotencia. Cuando termin¨® el auge del petr¨®leo en los setenta, tambi¨¦n acabaron desmoron¨¢ndose el imperio sovi¨¦tico y la amenaza de guerra fr¨ªa. Y aunque la econom¨ªa estadounidense no se enfrenta ni mucho menos a un derrumbe inminente, los grandes d¨¦ficits presupuestarios han llevado a los pol¨ªticos a replantearse los compromisos en Afganist¨¢n y los nuevos sistemas armament¨ªsticos que cuestan mucho dinero.
Una elevada deuda tambi¨¦n conlleva tener acreedores. En la actualidad, China posee casi un bill¨®n de d¨®lares en bonos del Tesoro de EE UU. Esa interdependencia econ¨®mica podr¨ªa disminuir la probabilidad de que estalle un conflicto. Pero tambi¨¦n otorga a una potencia en auge y no del todo amistosa una importante influencia geopol¨ªtica. Esta semana, la compra de bonos japoneses por China a una escala mucho menor ha suscitado comentarios por parte de las autoridades niponas que evidencian su nerviosismo.
Por supuesto, un EE UU menos endeudado podr¨ªa hacer menos necesaria la enorme maquinaria de guerra del pa¨ªs. Una econom¨ªa m¨¢s vibrante podr¨ªa a?adir mucho atractivo al estilo americano de mercados libres y Estado de derecho en pa¨ªses en desarrollo, lo que debilitar¨ªa los argumentos para una intervenci¨®n estadounidense en esos Estados. Parte de la soluci¨®n de la deuda podr¨ªa consistir en recortar el presupuesto anual de defensa, cifrado en 700.000 millones, como ocurri¨® en los noventa, cuando el gasto en defensa ajustado a la inflaci¨®n se redujo a la mitad como porcentaje del PIB. Puede que este sea el siglo de China, pero por ahora EE UU contin¨²a siendo una superpotencia indispensable, aunque en relativo declive. Equilibrar sus cuentas es una manera de estar m¨¢s tiempo en esa posici¨®n. -
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