Los partidos y el Estado
La semana pasada, tres diputados del Parlamento de Galicia, Pedro Puy, Xaqu¨ªn Fern¨¢ndez Leiceaga y Anxo Quintana, representantes del PPdeG, PSdeG y BNG respectivamente, defendieron desde la tribuna del Congreso de los Diputados el traspaso de la competencia de tr¨¢fico a Galicia, una propuesta que contaba con el respaldo un¨¢nime de la C¨¢mara gallega. Como es bien sabido, el Gobierno, contando con el apoyo del grupo parlamentario que lo sustenta y la abstenci¨®n del PP, impidi¨®, esgrimiendo muy discutibles razones, el traspaso de dicha competencia a la Xunta de Galicia. Este hecho ha suscitado una amplia reacci¨®n pol¨ªtica y medi¨¢tica que, a mi juicio, demuestra la incomprensi¨®n que todav¨ªa existe sobre la naturaleza y funcionamiento del Estado auton¨®mico.
PSOE y PP no se han adaptado a la distribuci¨®n territorial del poder que consagra la Constituci¨®n
Es cierto que, en un breve per¨ªodo de tiempo, Espa?a ha pasado de un Estado fuertemente centralista a ser uno de los pa¨ªses m¨¢s descentralizados de Europa. Tambi¨¦n lo es que el Estado auton¨®mico presenta importantes peculiaridades respecto a las f¨®rmulas federales cl¨¢sicas y, por tanto, carece de referencias comparadas precisas que faciliten su comprensi¨®n y desarrollo. Por supuesto, todo ello genera diversas e importantes disfunciones. Pero, sin duda, una de las causas del conflicto y tensi¨®n permanente que vive el Estado reside en la falta de adaptaci¨®n de los grandes partidos a la distribuci¨®n territorial del poder que consagra la Constituci¨®n Espa?ola.
Por esta raz¨®n hay todav¨ªa muchos ciudadanos que no comprenden lo que resulta natural en un Estado como el nuestro, esto es, que en determinadas circunstancias existen diferencias, incluso moment¨¢neamente insolubles, entre el Gobierno y determinadas comunidades aut¨®nomas, aunque dichas instituciones est¨¦n gobernadas por la misma fuerza pol¨ªtica. Claro que los partidos pol¨ªticos -y determinados medios de comunicaci¨®n- no ayudan mucho a la necesaria clarificaci¨®n. En efecto, tanto el PSOE como el PP siguen teniendo una concepci¨®n uniformizadora y jerarquizada del funcionamiento de los partidos y, como consecuencia de ello, conciben a las instituciones auton¨®micas como simples delegaciones de la Administraci¨®n central, cuando no con terminales pol¨ªticas de las respectivas direcciones centrales. Y, en sentido contrario, determinadas fuerzas pol¨ªticas conciben al Gobierno y al Congreso como meros receptores y obligados ejecutores de las decisiones que se toman en determinadas comunidades aut¨®nomas.
Tres ejemplos servir¨¢n, creo, para ilustrar mis afirmaciones. En un determinado momento de la anterior legislatura, los consejeros de Sanidad de las comunidades aut¨®nomas gobernadas por el PP, siguiendo las directrices de la c¨²pula de su partido, se negaron a asistir a la reuni¨®n del Consejo Interterritorial de Salud. Es evidente que con su actitud esos consejeros abdicaron de su responsabilidad de gobierno y faltaron al compromiso con los ciudadanos que representaban.
Un segundo ejemplo, muy revelador de la cultura y de la concepci¨®n del Estado que tienen ciertos dirigentes, lo constituye la reacci¨®n de Rajoy y Cospedal a la convocatoria de la ¨²ltima Conferencia de Presidentes, cuando afirmaron que estaban dispuestos a asistir al encuentro a pesar de sus diferencias con el Gobierno ?Pero qui¨¦nes son Rajoy y Cospedal, constitucionalmente hablando, para tomar una decisi¨®n que s¨®lo corresponde a los presidentes de las comunidades aut¨®nomas en funci¨®n de los intereses de los ciudadanos que institucionalmente representan?
El ¨²ltimo ejemplo lo constituye el que sirve de disculpa para esta reflexi¨®n, es decir, el reciente debate sobre la transferencia de Tr¨¢fico a Galicia. Los tres diputados de nuestro Parlamento han defendido con dignidad y argumentos la necesidad de la transferencia y, desgraciadamente, su gesti¨®n no se ha visto de momento culminada por el ¨¦xito. Pero no han hecho ning¨²n papel¨®n, como insin¨²an ciertos comentaristas, ni han sido ninguneados por sus correligionarios en el Congreso como afirman otros. Simplemente, los pol¨ªticos que gestionan las instituciones centrales del Estado se niegan siempre que pueden a ceder poder y competencias, y los representantes de las comunidades aut¨®nomas, en este caso los de Galicia, exigen racional y razonadamente m¨¢s autogobierno.
De esta tensi¨®n y de la correlaci¨®n de fuerzas de cada momento saldr¨¢n los correspondientes resultados. As¨ª funciona el Estado auton¨®mico y, por cierto, todos los Estados que, como el nuestro, son descentralizados y compuestos. En otra ocasi¨®n me referir¨¦ a las reformas necesarias para canalizar y atenuar las inevitables tensiones.
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