El Bicentenario m¨¢s triste de Am¨¦rica
La extrema violencia del narcotr¨¢fico y la debilidad institucional que azotan M¨¦xico empa?an los festejos de los 200 a?os de la independencia
M¨¦xico celebra hoy el Bicentenario de su Independencia haci¨¦ndose una pregunta: ?hay algo que celebrar? Doscientos a?os despu¨¦s de que, en el pueblo de Dolores, el cura Hidalgo lanzara su grito de rebeli¨®n contra el mal gobierno, este pa¨ªs de 108 millones de habitantes -de los que el 49% sigue sumido en la pobreza- se dispone a vivir una celebraci¨®n marcada por la violencia extrema de los carteles de la droga. Tan es as¨ª que las autoridades de las plazas m¨¢s peligrosas han suspendido los festejos y pedido a la poblaci¨®n que celebre en familia y ante el televisor, por temor a que -como sucediera hace dos a?os en Morelia- el crimen organizado se ampare en la multitud para hacer de las suyas. Si a ello se le suma la crisis econ¨®mica, la desigualdad end¨¦mica y una generaci¨®n de pol¨ªticos m¨¢s ocupada en sus guerras intestinas que en consensuar de una vez un modelo de pa¨ªs, el panorama no es muy halagador. Como explica el historiador Enrique Krauze, M¨¦xico afronta el Bicentenario sumido en una "depresi¨®n cr¨®nica".
No habr¨¢ actos conmemorativos en las zonas m¨¢s peligrosas
Los jueces solo son capaces de resolver el 5% de los delitos cometidos
Basta darse una vuelta por los peri¨®dicos del d¨ªa para constatar que no faltan motivos para tal depresi¨®n. No se tienen noticias del jefe Diego, uno de los pol¨ªticos m¨¢s influyentes del pa¨ªs y al que una banda de secuestradores se llev¨® hace ya cuatro meses ante el silencio y la indiferencia general. Tampoco se sabe nada de los asesinos del candidato a gobernador de Tamaulipas, el Estado norte?o que ya es s¨ªmbolo del horror y el desgobierno. Las preguntas sin respuesta se agolpan en las mesas de una polic¨ªa corrupta y de unos jueces incompetentes que, seg¨²n las ¨²ltimas cifras, solo son capaces de resolver el 5% de los delitos cometidos. ?Por qu¨¦ mataron a los 72 migrantes centroamericanos? ?D¨®nde est¨¢ el casi centenar de reclusos que se escap¨® del penal utilizando simplemente una escalera? Las fotograf¨ªas de decapitados ya no sorprenden a nadie ni tampoco, por desgracia, que los militares yerren el tiro otra vez m¨¢s y maten a una familia a la que confundieron con un grupo de sicarios...
Este rosario diario de noticias llev¨® hace unos d¨ªas a la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, a comparar M¨¦xico con la Colombia de hace 20 a?os, desatando el malestar del Gobierno de Felipe Calder¨®n. Su nuevo portavoz para asuntos de Seguridad, Alejandro Poir¨¦, le contest¨®: "No estamos de acuerdo con lo que dice la se?ora Clinton, pero s¨ª tiene raz¨®n en una cosa: la situaci¨®n de Colombia y la de M¨¦xico est¨¢n provocadas por la enorme demanda de droga de EE UU". La ingeniosa respuesta refleja el hartazgo del Gobierno mexicano ante las recurrentes acusaciones de Estado fallido procedentes de los vecinos del Norte. Calder¨®n y su equipo, auxiliados convenientemente por sus intelectuales de cabecera, adjudican a la prensa -y sobre todo a la extranjera- la responsabilidad de la mala imagen del pa¨ªs. El argumento viene a ser este: "Solo resaltan lo malo de M¨¦xico. Hablan de los Estados donde reina la violencia, pero no de los que viven en paz. Hablan de los 40 millones de pobres, pero no de los 60 que no lo son...".
Y, hasta cierto punto, tienen raz¨®n. M¨¦xico, a pesar de todo, sigue siendo un pa¨ªs vibrante, de gente amable y emprendedora, donde las empresas privadas funcionan y sus muchas y muy brillantes Universidades siguen manteniendo encendida la luz de la esperanza. Sus ciudadanos -aunque cada vez m¨¢s sumidos en la depresi¨®n a la que se refiere Enrique Krauze- nacieron sabiendo que poco pueden esperar de su clase pol¨ªtica y, generaci¨®n tras generaci¨®n, renuevan tal convencimiento. Aun as¨ª, y cuando llega el caso, demuestran su civismo a prueba de terremotos (1985) o de epidemias de gripe (2009). Por eso, tal vez la pregunta que circula estos d¨ªas por los medios y la calle -?hay algo que celebrar?- no tenga a fin de cuentas demasiado sentido. Lo explica Covadonga Meseguer, profesora del CIDE (Centro de Investigaci¨®n y Docencia Econ¨®micas): "La pregunta no es la correcta, como tampoco lo es la respuesta impl¨ªcita de que no es leg¨ªtimo hacerlo con muertos a diario. La pregunta correcta ser¨ªa: ?por qu¨¦ no celebrarlo? O... ?qu¨¦ se ganar¨ªa con no celebrarlo? Tendr¨ªamos que ver incluso si la no celebraci¨®n no ser¨ªa una concesi¨®n a quienes est¨¢n alterando la vida del pa¨ªs. Creo que hay un momento para la celebraci¨®n y otro para la reflexi¨®n sobre lo que est¨¢ pasando...".
As¨ª pues, M¨¦xico -como cada mediados de septiembre- se ha llenado de banderas tricolores y de gente que, como tan bien explic¨® Octavio Paz en El laberinto de la soledad, utiliza la fiesta para evadirse de una realidad casi siempre mejorable. Tal vez la mejor contestaci¨®n a la duda sobre si celebrar o no el Bicentenario se acerque a la que, hace unos d¨ªas, un taxista de la Ciudad de M¨¦xico le ofreci¨® a este corresponsal cuando le pregunt¨® si al d¨ªa siguiente abrir¨ªan los bancos. Haciendo uso de una habilidad muy mexicana para decir una cosa y su contraria, respondi¨®: "Pues yo creo que s¨ª, pero probablemente no".
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