Ocultacion de los abusos
Es probable que una de las consecuencias m¨¢s severas de los abusos sexuales infantiles (tal del gusto palabrero de algunos surrealistas de entreguerras) sea la habituaci¨®n a la mentira, ya que se trata por excelencia de aquello que no se puede contar. Buena parte del calvario de quienes los han sufrido -a mano de religiosos o de seglares- consiste en la enorme dificultad tanto de admitir lo sucedido como de atreverse a contarlo a otros. Y no ya por las amenazas m¨¢s o menos encubierta que en ocasiones acompa?an a estos actos, sino tal vez por la sospecha de que alguien pudiera suponer que habr¨ªan sido en alguna medida consentidos cuando no incitados. A fin de cuentas, no todos los ni?os son v¨ªctima de esos abusos, as¨ª que siempre parece por determinar el origen de las preferencias y las actividades del depredador.
Es m¨¢s que probable que la inmensa mayor¨ªa de los adultos que sufrieron tales abusos en su infancia, de manera ocasional o reiterada, hayan vivido toda su existencia (hasta que se produce la tard¨ªa catarsis de contarlo) en la angustia de optar por contarlo todo o de hacer como que sigue en la ignorancia de todo aquello, a pesar de que no pueda dejar de recordarlo d¨ªa tras d¨ªa, probablemente durante bastantes horas al d¨ªa. Tengo para m¨ª que esa dolorosa indeterminaci¨®n no s¨®lo atormenta cotidianamente a la v¨ªctima, sino que la va tambi¨¦n sometiendo a una espiral aturdida de ocultaciones inhibitorias a fin de ir cubriendo con una capa de falsedades indeseadas el n¨²cleo de lo que en verdad le ocurri¨®. En otras palabras, le obliga a mentir y a rodearse de una trabajosa telara?a casi perpetua de verdades imaginarias. Como ven¨ªa a decir Castilla del Pino, despu¨¦s de Freud, para encubrir con ¨¦xito un acontecimiento infantil de car¨¢cter muy doloroso, o vivido como tal, es preciso inhibir de la memoria cualquier cosa que pueda recordarla, algo que no siempre se consigue, por lo que el c¨ªrculo abierto de inhibiciones es cada vez m¨¢s amplio, y m¨¢s alejada la relaci¨®n con la realidad. Se empieza por detestar una sotana y se acaba en la fobia incontrolable a los colores oscuros.
No todos los abusadores son religiosos, lo mismo que no todos los educadores o monitores de campamentos infantiles. Pero es cierto que entre los adictos sexuales a la infancia abundan los que, por su profesi¨®n, tienen trato casi diario con los ni?os, ya que as¨ª encuentran m¨¢s f¨¢cilmente a su infeliz clientela. Y si los casos comunes figuran en el C¨®digo Penal y los religiosos est¨¢n exentos, ser¨¢ porque a un cl¨¦rigo se le supone ajeno a esa clase de inclinaciones. No siendo as¨ª, como es el caso, es necesario exigir la intervenci¨®n de la Justicia en todos los casos, y no contentarse con un perd¨®n eclesi¨¢stico que permite en muchos casos a los abusadores seguir envileciendo a la Iglesia mediante un simple traslado de parroquia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.