El sexo de la crisis
Se ha afirmado que en esta crisis las mujeres hemos salido mejor paradas que los varones a la hora de conservar nuestros empleos. Pero las cosas parecen m¨¢s complejas. Tengamos en cuenta, en primer lugar, que esta crisis es ante todo una crisis financiera y que en ese vidrioso territorio las mujeres o bien estamos ausentes o patinamos. Somos unas marcianas en los ¨¢mbitos de Wall Street. Y hemos sufrido diferencialmente la "depredaci¨®n financiera" que se ha llevado a cabo contra los grupos m¨¢s vulnerables: se nos ha obsequiado de forma preferencial con "hipotecas basura", sobre todo a las mujeres de mayor edad y a las afroamericanas. A las analfabetas en esot¨¦ricos lenguajes financieros, pues los funcionarios de la banca se comportan como los escribas del capitalismo. Y, en los extra?os casos en que se nos promociona para debatirnos con los galimat¨ªas y los riesgos de la situaci¨®n, parece que se ha podido constatar que se trata de una promoci¨®n "perversa", de un regalito envenenado: vamos a parar a los puestos m¨¢s vulnerables a la cr¨ªtica. ?ltimamente se est¨¢ estudiando este tipo de fen¨®meno que, por analog¨ªa con el "techo de cristal", se ha dado en llamar "acantilado de cristal" (glass cliff).
La capacidad de negociaci¨®n en la familia se ve afectada por la precariedad de su trabajo
En pa¨ªses menos desarrollados donde una parte significativa del empleo femenino se concentra en industrias dedicadas a la exportaci¨®n, como la textil, la de los electrodom¨¦sticos, las electr¨®nicas, se han visto especialmente afectadas por la contracci¨®n del comercio internacional. Y, en lo que yo llamo "la pinza patriarcal", las mujeres van al mercado de trabajo a la pata coja condicionadas por las necesidades de la familia y, a su vez, su capacidad de negociaci¨®n en la familia se ve afectada por la precariedad de su trabajo. El incremento del empleo femenino, desde esta ¨®ptica, no ser¨ªa sino el reflejo del hecho de que las mujeres acceden al trabajo remunerado con un car¨¢cter subsidiario y "compensatorio" cuando se pierde el de los hombres. Si se rifan trabajos precarios y a tiempo parcial, es sabido que las mujeres tienen todos los boletos.
Richard Gordon se ha referido al trabajo de la era de la globalizaci¨®n como al "trabajo dom¨¦stico fuera del hogar": tanto para hombres como para mujeres, pero en especial para ¨¦stas, mantiene todas las caracter¨ªsticas del tradicional trabajo dom¨¦stico: flexible, sin derechos... El trabajo de los varones se ha feminizado sin que el de las mujeres se haya masculinizado en el sentido de conferir autonom¨ªa y todo lo que ella implicaba. Se ha podido se?alar de este modo un "doble fen¨®meno de naturaleza contradictoria": se ha facilitado la incorporaci¨®n de las mujeres al trabajo remunerado pero, en el contexto de las pol¨ªticas neoliberales, Lourdes Bener¨ªa ha podido se?alar que esa feminizaci¨®n "ha ido vinculada al deterioro de las condiciones de trabajo y como parte de una carrera para reducir los costes al m¨ªnimo".
Desiguales. Mujeres y hombres en la crisis financiera. Lina G¨¢lvez y Juan Torres. Icaria-Antrazyt. Barcelona, 2010. 160 p¨¢ginas. 16,50 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.