"Me da miedo ser el ¨²ltimo"
Una empresa de Villaverde sigue pintando a mano los carteles de cine de Callao
Nostalgia. Cualquier cin¨¦filo que recorra la Gran V¨ªa, alza la cabeza cuando llega a Callao. Sin poder evitarlo, la mirada se ve atra¨ªda por los carteles de cine del Palacio de la Prensa. Son ¨²nicos, pintados a mano. Una pregunta interrumpe el paseo: ?qui¨¦n los pinta?
Alejado del centro, en Villaverde, Alfonso P¨¦rez (Madrid, 1977) abre, con los dedos manchados de pintura, la puerta de su taller. De fondo resuena la banda sonora de Robin Hood y, a medida que se iluminan las paredes, aparecen decenas de carteles de cine pintados a mano. Era inevitable: naci¨® rodeado de pinceles, acuarelas y fotogramas. El mismo a?o de su nacimiento su padre fund¨® Talleres Gaspar P¨¦rez, una empresa dedicada a trazar a pinceladas la cartelera semanal para los numerosos cines que, por aquel entonces, poblaban la Gran V¨ªa. Ahora solo tres salas de la capital recurren a su arte y, desde hace diez a?os, Alfonso P¨¦rez es el ¨²nico encargado de esos particulares p¨®steres al temple. En la ¨²ltima d¨¦cada por sus dedos han pasado m¨¢s de 5.000 pel¨ªculas y las facciones de Leonardo DiCaprio, Pen¨¦lope Cruz o Angelina Jolie.
"No estudi¨¦ Bellas Artes porque me dijeron que no me dar¨ªa de comer"
Su cartel favorito, 'Am¨¦lie'. Dibujar 'Lost in traslation' le dio dolor de cabeza
El joven artista lleva desde los 15 a?os en el taller que fund¨® su padre
"Existir es un milagro, gracias al romanticismo de los due?os de las salas"
"Te vas a venir a pintar", le dijo su madre cuando ten¨ªa 15 a?os. Gaspar P¨¦rez, el padre de Alfonso, hab¨ªa muerto ese mismo a?o. "Primero empec¨¦ a montar los lienzos y en el a?o 2000 cog¨ª los pinceles", recuerda el joven delgado vestido con mono. El aprendiz de su progenitor le ense?¨® la t¨¦cnica y toda una infancia viendo a su padre lanzar pinceladas le dio la inspiraci¨®n. Sus ense?anzas de Bellas Artes fueron vivenciales. "No estudi¨¦ la carrera porque me dijeron que no me dar¨ªa de comer, hice Educaci¨®n Musical y Psicopedagog¨ªa", cuenta. Iron¨ªas de la vida o llamada de las musas, ahora es la pintura la que le hace ganar dinero y respeto.
Solo cuatro personas trabajan en el taller: Alfonso, asistido por su aprendiza Elena, pinta; In¨¦s, la matriarca, gestiona y Jos¨¦ Ram¨®n, su t¨ªo, rotula los megalienzos reciclables, de unos dos por cinco metros. Cada semana la pintura al temple de los carteles se lava, se blanquea el tapiz y una nueva gama de colores lo ocupa. "Hacemos arte ef¨ªmero", a?ade Alfonso con una t¨ªmida sonrisa. "Nuestros carteles son una versi¨®n personal. Tienen un toque artie que los diferencia de los p¨®steres imprimidos", a?ade. Describe su trabajo como una muestra semanal en la Gran V¨ªa. Casi un mill¨®n de personas recorre la avenida cada d¨ªa as¨ª que su sala de exhibici¨®n callejera est¨¢ muy concurrida.
"Los ojos y los colores que elaboraba mi padre eran inigualables", recuerda con un brillo en la mirada. En aquella ¨¦poca los carteles pintados a mano -y las salas- llenaban Madrid; ahora solo los cines Palacio de la Prensa, Palafox y Roxy siguen la tradici¨®n. "Es un milagro que sigamos existiendo. Es por el romanticismo de los due?os de los cines que quieren mantener el encanto del pasado", dice. Es uno de los pocos cartelistas que quedan y su empresa, una de las pocas, por no decir la ¨²nica, que resiste en Espa?a. Por eso su ritmo de trabajo tiene algo de fren¨¦tico. "El martes nos pasan los estrenos de la semana", aclara se?alando un calendario ilustrado con un fotograma de Jean Seberg. Solo 48 horas despu¨¦s los carteles tienen que estar listos para ser colgados. "Al principio tardaba semanas en uno, ahora en tres d¨ªas hacemos cuatro o cinco. Aunque tengo trabajo, me da miedo ser el ¨²ltimo pintor de carteles; el ¨²ltimo de una estirpe", comenta bajando la voz.
Aunque se reconoce un cin¨¦filo, no suele ver las pel¨ªculas antes de pintar. "No quiero que me influya la opini¨®n a la hora de hacer el cartel. Hace poco vi Karate Kid; luego me toc¨® dibujarlo. La pel¨ªcula no me gust¨® mucho y lo hice con menos ganas", asegura. No puede evitarlo, Alfonso es un esteta. "Para pintar prefiero los rostros, las caras y los primeros planos. No me emocionan los paisajes y no me gusta nada dibujar un t¨ªo gordo con pistola (referencia a Torrente). Prefiero algo bello", sentencia.
En su vida ha pintado m¨¢s de 5.000 carteles pero hay dos que no olvida. El primero, el p¨®ster de Am¨¨lie, su favorito. Debido al ¨¦xito de la pel¨ªcula, tuvo que hacer tres copias y decenas m¨¢s para sus amigos. El segundo, Lost in translation. "Me dio muchos dolores de cabeza porque no me gustaba nada la imagen. Pero ?la peli me encant¨®!", exclama. Y, aunque no lo dice directamente, hay una tercera pintura que marca su carrera. Presidiendo el taller impresiona un retrato de Josu¨¦, el ni?o de La vida es bella. "Fue mi primera obra grande y la verdad es que le gusta a todo el mundo. Quiero hacerlo otra vez ahora para ver c¨®mo he evolucionado", se reta a s¨ª mismo. No va a ser f¨¢cil insuflar tanta vida como la que transmiten los ojos del muchacho del cuadro. "Mientras haya carteles por pintar no voy a dejar este trabajo. Har¨¦ Bellas Artes y seguir¨¦ aqu¨ª. Es importante, porque tiene trasfondo y significa mucho para m¨ª", concluye con la pasi¨®n de un artista.
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