De dioses y cantinas
De Veracruz a Ciudad de M¨¦xico, en una ruta prehisp¨¢nica y colonial. Pir¨¢mides, el ritmo de las marimbas y un manjar: los gusanos de maguey
En la Villa Rica de la Veracruz confluyen la hispanidad mexicana y la mexicanidad espa?ola. Fue el primer ayuntamiento espa?ol en la Tierra Firme del continente, en 1519; y el ¨²ltimo basti¨®n realista en rendirse al empuje liberal, que culmin¨® con la independencia del pa¨ªs, que celebra este a?o el bicentenario de su liberaci¨®n.
La historia veracruzana est¨¢ trufada de gestas que se pueden leer en sus viejos edificios en torno a la plaza de Armas y en la fortificaci¨®n de San Juan de Ul¨²a, con sus almenas de piedra de coral. No lejos de all¨ª, costeando en direcci¨®n norte, tuvo lugar un hecho clave en la historia de Am¨¦rica: el hundimiento, que no la quema, de las naves de Hern¨¢n Cort¨¦s, el nombre que apenas susurran los mexicanos, pero que en opini¨®n de su compatriota el profesor Juan Miralles fue el inventor del M¨¦xico moderno. En estos parajes se asientan las ruinas del primer emplazamiento de la Villa Rica, hoy llamada La Antigua.
Veracruz es el Caribe, con sus aguas templadas, calor y humedad, y el esp¨ªritu jaranero de sus gentes. En su plaza de Armas porticada se citan para ver y ser vistos. A la puesta del sol, cada mi¨¦rcoles y durante el fin de semana, las terrazas se animan y en un palenque se suceden los grupos folcl¨®ricos, rivalizando en sus interpretaciones de sones y danz¨®n. Si es enemigo del bullicio, puede refugiarse en el confort del caf¨¦ Sanborns, perenne desde 1903. Se hace m¨¢s placentero acomodarse en una terraza para saborear una cerveza mexicana, disfrutar de un cigarro veracruzano y adormecerse con el repiqueteo de la marimba. Al caer la noche, espera el malec¨®n, con sus tenderetes artesanos, los puestos de mercachifles con todo tipo de baratijas, las estatuas vivientes, saltimbanquis y ballets aficionados.
El Taj¨ªn
En su camino hacia la esplendorosa M¨¦xico-Tenochtitl¨¢n, Hern¨¢n Cort¨¦s fue recabando la alianza de pueblos ansiosos por liberarse de la opresi¨®n azteca. Entre los primeros en ver al espa?ol como el enemigo de su enemigo est¨¢n los totonacas, que tuvieron en El Taj¨ªn su capital emblem¨¢tica. Los 200 kil¨®metros que lo separan de Veracruz se hacen interminables. Viene bien un alto, o dos, en alguna cantina del camino. Ojo con lo que pide, si no quiere sufrir la venganza de Moctezuma (diarrea).
El Taj¨ªn desapareci¨® engullido por la maleza hace siete siglos, hasta que el soldado espa?ol Diego Ruiz encontr¨® sus piedras en 1785 cuando buscaba plantaciones ilegales de tabaco. Su edificio emblem¨¢tico es la pir¨¢mide de los Nichos. Centro ceremonial de dos kil¨®metros cuadrados y casi doscientos edificios, tiene una importancia a?adida para los investigadores, que han encontrado en sus ruinas las pruebas de la influencia mutua entre los diferentes pueblos prehisp¨¢nicos.
En este viaje al pasado mexicano, la etapa siguiente conduce a Xalapa (capital del Estado de Veracruz), apenas un punto de paso para las tropas cortesianas, que se enorgullece de tener el museo que guarda los mejores vestigios de lo que se considera la cultura madre del M¨¦xico prehisp¨¢nico: los olmecas. De las 17 cabezas olmecas halladas hasta el momento, en Xalapa se exponen siete, talladas cada una en un bloque colosal de varias toneladas.
Tlaxcala
A los pies de los escarpados cerros de Tlaxcala, los teules (dioses) blancos sostuvieron el primer gran combate con indomables guerreros mexicas, los tlaxcaltecas, irreductibles enemigos del poder azteca. Aprendieron de su derrota frente a caballos, arcabuces y armas de acero, para convertirse en los m¨¢s aguerridos aliados de Cort¨¦s, ansiosos por vengar a?os de afrenta y poder saquear la gran capital de su ancestral adversario. No es extra?o que en la peque?a y agradable Tlaxcala de hoy se conserven reliquias del primer momento hispano en M¨¦xico. Los muros de su catedral albergan el primer p¨²lpito eclesi¨¢stico de Am¨¦rica y la misma pila bautismal donde fueron cristianados los cuatro caudillos tlaxcaltecas aliados de los espa?oles. Un detalle m¨¢s de esa fusi¨®n hispanomexicana de primera hora es el porte aristocr¨¢tico con el que fueron pintados Cort¨¦s y do?a Marina (La Malinche) en los murales de la iglesia.
Cholula
Veteranos de las guerras de Italia y alg¨²n soldado griego enrolado en las tropas de Cort¨¦s se quedaron at¨®nitos al contemplar Tenochtitl¨¢n, de la que contaron que sus edificios, rodeados de canales, superaban a la misma Venecia. Igual asombro debi¨® de provocarles la gran pir¨¢mide de Cholula, hoy un monte lleno de vegetaci¨®n coronado por la iglesia de Nuestra Se?ora de los Remedios, que era superior en tama?o a la de Keops y a la construcci¨®n cercana de Teotihuacan. Lleg¨® a ser el mayor centro religioso de Mesoam¨¦rica. Aunque no puede visitarse el interior de la pir¨¢mide (cerrada con el argumento de no perjudicar las investigaciones arqueol¨®gicas), el recorrido por las plataformas y escalinatas exteriores es suficiente para hacerse una idea de su majestuosidad.
Puebla
Puebla, antigua Heroica Puebla de Zaragoza y de los ?ngeles, emblema de la cer¨¢mica talaverana -Juan de Talavera llev¨® el secreto de la alfarer¨ªa toledana en la primera mitad del siglo XVI- y patrimonio mundial con dos millares de edificios hist¨®ricos, es la puerta monumental a la capital de M¨¦xico. Durante su recorrido -es preferible perderse por las calles aleda?as a su z¨®calo-, uno queda saturado de la continua apoteosis de los estilos neocl¨¢sico, barroco y colonial de las casonas, edificios p¨²blicos e iglesias, con una obligada visita a la catedral. Despu¨¦s, un almuerzo en el cercano El Mural de los Poblanos, con sabrosa comida tradicional, desde el mole hasta el chile en nogada. Si se lo permite su aprensi¨®n, puede saborear unos gusanos de maguey -el manjar de los se?ores mexicas-. Y por la noche, el licor, la cerveza y el relajo se confabulan en el barrio de El Alto durante los fines de semana. Unas calles desiertas y mal iluminadas conducen al palenque de bares y casas de comidas donde se citan los poblanos para entrarle al mezcal y solicitar a un mariachi que se arranque con La bikina. Para el resto de la semana, nada mejor que el c¨¦ntrico callej¨®n de los Sapos.
M¨¦xico DF
Como colof¨®n del viaje, lo adecuado es entrar en la Ciudad de M¨¦xico por el Paso de Cort¨¦s, entre los volcanes Popocat¨¦petl e Iztacc¨ªhuatl. La imagen es bien distinta de la de hace 500 a?os, pero no dejar¨¢ de asombrarnos el actual oc¨¦ano urbano del Distrito Federal. En la gran Tenochtitl¨¢n concurr¨ªan los tres anchurosos caminos que tra¨ªan a las gentes del imperio. Para rememorarlo, imagine el actual z¨®calo (coraz¨®n del DF) desprovisto de los edificios que lo circundan. Col¨®quese de espaldas a las ruinas del Templo Mayor. A su izquierda, la transitada avenida de Pino Su¨¢rez oculta ahora la calzada de Iztapalapa, que se adentraba en la gran laguna y por la que entraron los dioses blancos. De frente tiene la calle de Tacuba, la segunda calzada, que conserva su nombre azteca, y a la derecha, la calle de la Rep¨²blica Argentina est¨¢ superpuesta a la que fue la tercera calzada, la de Tepeyac. Las tres v¨ªas un¨ªan la sagrada M¨¦xico-Tenochtitl¨¢n con el mundo, bajo el poder absoluto de Moctezuma.
Gu¨ªa
Oficinas de turismo
? Veracruz (www.veratur.gob.mx).
? Xalapa (www.xalapa.gob.mx/turismo/indexEs.htm).
? Tlaxcala (www.descubretlaxcala.com).
? Puebla (www.puebla.gob.mx).
? Ciudad de M¨¦xico (www.mexicocity.gob.mx).
? Turismo de M¨¦xico (www.visitmexico.com).
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