El banquero del crimen
Uno de los delincuentes m¨¢s buscados por la polic¨ªa espa?ola es un hombre menudo de 60 a?os cuyo rostro ha modificado la cirug¨ªa, una precauci¨®n l¨®gica en quien ha vivido bajo cinco identidades. Se le conoce como Llorca. No es un hombre violento. Es un personaje de cuello blanco que hace trajes a medida para un p¨²blico selecto: narcotraficantes, delincuentes internacionales, traficantes de armas, quiz¨¢ el ex dictador Milosevic. Para la polic¨ªa espa?ola, Llorca es un mago de las finanzas, un experto capaz de darle un aspecto honorable al dinero negro. El suyo era un trabajo limpio para gente sucia hasta que descubri¨® un buen d¨ªa el mecanismo para convertir papelitos de colores (sellos) en algo parecido al papel moneda. Eso fue F¨®rum Filat¨¦lico: un banco en sus manos. Desde entonces, en su expediente hay v¨ªctimas (cerca de 400.000 peque?os ahorradores) y la mayor estafa conocida en Espa?a, estimada por la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n en 2.800 millones de euros.
"Se consideraba que era t¨¦cnicamente imposible blanquear dinero a trav¨¦s de la bolsa. Pero ah¨ª estaba Dalt"
Dalt fue el valor estrella de la Bolsa de Valencia durante 1997. Fue una creaci¨®n ficticia de Llorca.
Ten¨ªa sentido del humor: fund¨® una sociedad con la denominaci¨®n garzon Investment, 'en honor' del juez Garz¨®n
En F¨®rum Filat¨¦lico ide¨® el mecanismo con sociedades ficticias para conseguir que un sello triplicara su valor
Lleva 15 a?os operando en las alcantarillas del sistema financiero. La Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n le sit¨²a en alg¨²n lugar de Venezuela. Adem¨¢s, tiene suerte: el hombre cuyo testimonio podr¨ªa hacerle m¨¢s da?o est¨¢ muerto.
Un veterano inspector de polic¨ªa todav¨ªa se pregunta qui¨¦n es verdaderamente Llorca, para qui¨¦n ha trabajado y qu¨¦ secretos oculta como para ser tan escurridizo. Hay razones para creerle. ?Qui¨¦n es quien dice llamarse Jos¨¦ Manuel Carlos Llorca Rodr¨ªguez, nacido en La Seu d'Urgell (Lleida) el 14 de octubre de 1949? Durante algunos a?os, este polic¨ªa sinti¨® que persegu¨ªa a un fantasma, a un personaje que viajaba por el mundo con tres pasaportes legales (dos brit¨¢nicos, a nombre de Carlos Rodr¨ªguez y Simon York, y uno espa?ol) y que actualmente reside en Venezuela (seg¨²n la polic¨ªa, con pasaporte venezolano a nombre de Charlie Rodr¨ªguez). Un personaje capaz de manejar los intereses de cientos de sociedades y poner en circulaci¨®n a decenas de testaferros.
De ese hombre no se tuvo noticias hasta el a?o 1994 tras incautar la polic¨ªa 91 kilos de coca¨ªna en el puerto de Barcelona. El sospechoso principal era un conocido traficante local, Antonio Ruiz Vill¨¦n, quien pasaba por ser un empresario con cierto ¨¦xito, raz¨®n por la cual los agentes de Barcelona solicitaron a sus colegas de la reci¨¦n creada Brigada de Blanqueo de capitales en Madrid que hicieran un an¨¢lisis m¨¢s profundo de sus empresas.
Es en la investigaci¨®n patrimonial cuando aparecen las primeras sorpresas. Todas las empresas (discotecas, compa?¨ªas de importaci¨®n de coches, locales comerciales, inmuebles y fincas, una importante en la localidad albacete?a de Tobarra) que manejaba Antonio Ruiz estaban a nombre de una compleja red de sociedades brit¨¢nicas, con sede en Londres, Panam¨¢ y la isla de Mann y cuentas en lugares tan lejanos como Delaware (Estados Unidos). En definitiva, un galimat¨ªas societario muy sofisticado para un narcotraficante de segunda fila.
Por los registros realizados se sospech¨® de la existencia de un asesor financiero que colaboraba con la organizaci¨®n de Antonio Ruiz. As¨ª aparece el nombre de Jos¨¦ Manuel Carlos Llorca Rodr¨ªguez, un presunto licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, que trabajaba en Londres y era propietario de una empresa de asesor¨ªa denominada European Accountancy and Legal Services.
?Qui¨¦n era Llorca? Los detalles sobre su actividad en Londres eran muy endebles: dirigi¨® una academia de idiomas, mantuvo alguna relaci¨®n con la C¨¢mara de Comercio espa?ola y ten¨ªa un despacho en el 1 de Hinde Street, una calle c¨¦ntrica. As¨ª que la Brigada de Blanqueo solicit¨® m¨¢s informaci¨®n al enlace policial en Londres.
La informaci¨®n recibida fue escasa. No se sab¨ªa gran cosa de un tal Llorca en la C¨¢mara de Comercio. Parece ser que hab¨ªa aspirado al cargo de tesorero, avalado por un documento con varias firmas de empresarios que apoyaban su candidatura, pero resulta que algunos de tales empresarios eran falsos. No resid¨ªa en Hinde Street, ni all¨ª hab¨ªa despacho a su nombre, pero lo m¨¢s curioso es que dispon¨ªa de dos pasaportes brit¨¢nicos diferentes, aunque ambos con la misma fecha de nacimiento, el 14 de octubre de 1949, fecha coincidente con su pasaporte espa?ol. Y utilizaba otros nombres para esos dos pasaportes (Carlos Rodr¨ªguez y Simon York). Las autoridades policiales brit¨¢nicas nunca explicaron el motivo de esta duplicidad, seg¨²n manifiesta uno de los agentes que trabaj¨® en el caso.
A Llorca se le ubicaba en Londres en diferentes direcciones. "Todas las peticiones de vigilancia que solicitamos a los ingleses fracasaron", recuerda el agente. Un inspector aprovech¨® un viaje a Londres para acercarse por el 1 de Hinde Street: no se ten¨ªa noticias de alguien apellidado Llorca. Otros presuntos domicilios suyos en la isla de Mann eran direcciones falsas. Estaba casado y ten¨ªa dos hijos; su familia resid¨ªa en la localidad malague?a de Co¨ªn. Y all¨ª, durante un registro, los agentes hallaron un curioso documento en el ordenador que utilizaba su hija, entre apuntes de lat¨ªn y griego. Ten¨ªa un nombre: wp2mierda.
En ese archivo, la polic¨ªa encontr¨® un documento que explicaba detalladamente c¨®mo blanquear dinero a trav¨¦s de una empresa cotizada en Bolsa. Era el gui¨®n de una operaci¨®n perfecta. "No nos lo pod¨ªamos creer, hasta que pudimos comprobar tiempo despu¨¦s que lo escrito era cierto. Hasta ese momento se hab¨ªa considerado que era t¨¦cnicamente imposible blanquear dinero a trav¨¦s de la Bolsa. Pero ah¨ª estaba Dalt".
Dalt era la pieza maestra. El instrumento. La evidencia. Era una sociedad durmiente, una de los cientos de empresas que Llorca constitu¨ªa a lo largo del tiempo. Domiciliada en Madrid, permaneci¨® inactiva durante a?os. Hasta que Llorca dio la orden: dise?¨® su venta ficticia a unos accionistas italianos. Y fij¨® un precio tambi¨¦n ficticio: 500 millones de pesetas. Poco despu¨¦s elabor¨® una ampliaci¨®n de capital hasta alcanzar los 7.000 millones de pesetas manejando las identidades de una serie de accionistas, ninguno de los cuales sobrepasaba el 5% del capital. Y present¨® su expediente para cotizar en la Bolsa de Valencia, que fue aceptado por la CNMV (Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores). En poco tiempo, Dalt se convirti¨® en el valor estrella de la Bolsa de Valencia, hasta alcanzar un valor que superaba los 40.000 millones de pesetas. Nadie sospech¨® lo que estaba detr¨¢s.
La polic¨ªa, con el gui¨®n en sus manos, crey¨® llegada la oportunidad de cazar a ese enigm¨¢tico Llorca con las manos en la masa. Sigui¨® la pista de Dalt, cuyos pasos confirmaban una por una las indicaciones del archivo incautado en el registro. "El mecanismo era brillante. Llorca daba por escrito las instrucciones de compras y ventas de acciones de Dalt, con sus precios correspondientes, a una sociedad intermediaria en Bolsa. Las ¨®rdenes eran enviadas a trav¨¦s de una empresa de mensajer¨ªa. El br¨®ker las recib¨ªa y ejecutaba. De forma ficticia, iba consiguiendo que el valor de la acci¨®n fuera subiendo. Ning¨²n particular lleg¨® a tener en sus manos una sola acci¨®n de Dalt", explica uno de los inspectores, "Llorca lo manejaba todo, raz¨®n por la cual Dalt no dej¨® v¨ªctimas. Por eso era perfecto".
La polic¨ªa abri¨® unas diligencias que envi¨® a la Audiencia Nacional. Inform¨® asimismo a la CNMV. "Pero nadie movi¨® un dedo, como si no se lo creyeran", recuerda el inspector.
No se inici¨® un proceso. La CNMV se limit¨® a certificar tiempo despu¨¦s la suspensi¨®n de la cotizaci¨®n de Dalt. Ni siquiera una nota de prensa. Un portavoz de la CNMV reh¨²sa dar informaci¨®n sobre ese asunto bajo esta excusa: "No informamos sobre estas cuestiones". Un inspector todav¨ªa se pregunta "c¨®mo puede ser que a nadie le llamara la atenci¨®n que el valor estrella de la Bolsa de Valencia desapareciera sin dejar rastro".
Llorca ten¨ªa una segunda empresa preparada para otra aventura burs¨¢til: Ciamsa. A la vista de lo sucedido con Dalt, Ciamsa nunca abandon¨® la situaci¨®n de durmiente.
Llorca se les hab¨ªa escapado. No ser¨ªa la primera vez.
Contra este personaje, la polic¨ªa solo ten¨ªa su imputaci¨®n en el caso del asesoramiento al narcotraficante de Barcelona. El proceso fue por buen camino. Se celebr¨® el juicio y algunos agentes pudieron conocerle en persona. Llorca se expresaba con educaci¨®n, pero en sus palabras siempre hab¨ªa un tono de superioridad. Fue condenado por la Audiencia Nacional a ocho a?os de c¨¢rcel por un delito de blanqueo de capitales relacionado con el narcotr¨¢fico. Llorca recurri¨® la sentencia. A?os despu¨¦s, en 2007, el Tribunal Supremo le declar¨® inocente por un defecto de forma. Para entonces hac¨ªa a?os que no pisaba territorio espa?ol.
Llorca no descans¨® desde el episodio de Dalt. Residi¨® alg¨²n tiempo en la Costa del Sol, donde financi¨® una revista dedicada a temas alternativos relacionados con la salud. Se declaraba vegetariano y amante de los animales. Hizo amistades y encontr¨® nuevos clientes, gente con dinero sucio que necesitaba pasar por la lavadora. Y no hab¨ªa mejor sitio que la Costa del Sol. No hay ninguna precisi¨®n sobre el momento en el que Llorca conoci¨® a Jes¨²s Fern¨¢ndez de Prada, un ex religioso agustino que un buen d¨ªa decidi¨® dedicarse al negocio de los sellos. Cre¨® una sociedad, F¨®rum Filat¨¦lico. Luego conoci¨® a Llorca. Y Llorca convirti¨® F¨®rum Filat¨¦lico en la oportunidad que estaba buscando. Era mejor que Dalt. Era como tener un banco a su disposici¨®n.
En los a?os 2000, Llorca funcionaba como el aut¨¦ntico cerebro de F¨®rum Filat¨¦lico. As¨ª lo explica el sumario del caso. No necesitaba un despacho (nunca lo tuvo). Poca gente le conoc¨ªa. Lo suyo era dar ¨®rdenes por escrito, dise?ar operaciones. Empleados de F¨®rum interrogados por el juez han reconocido el poder de Llorca, pero no hab¨ªa forma de documentarlo. En una carpeta obtenida en un registro apareci¨® alg¨²n documento con ¨®rdenes suyas por escrito. Siempre estaba de viaje. Alguna vez dejaba alg¨²n n¨²mero de tel¨¦fono: un hotel en El Cairo, por ejemplo.
F¨®rum Filat¨¦lico era el paraguas que Llorca necesitaba para hacer negocios. Cre¨® F¨®rum ?frica, F¨®rum Liberia Corporation, hizo operaciones de importaci¨®n de madera entre Alemania, Portugal, Espa?a, Andorra, Estados Unidos, Panam¨¢, Liberia y Costa de Marfil que ocultaban la financiaci¨®n del tr¨¢fico de armas. "Todas las operaciones de comercio exterior registradas por F¨®rum ?frica durante 2001 son operaciones triangulares", se?ala un informe de Sepblac del a?o 2004, el organismo antiblanqueo del Banco de Espa?a, informe que a?ade lo siguiente: "El sector y las circunstancias en las que operaba F¨®rum ?frica, comercio de madera con pa¨ªses africanos en los que abundan los grupos rebeldes y los conflictos regionales, es id¨®neo para el blanqueo de capitales, en tanto que sus actividades son de muy dif¨ªcil o imposible comprobaci¨®n".
A trav¨¦s de F¨®rum Filat¨¦lico cre¨® sociedades como Grupo Unido de Proyectos y Operaciones, SA, dedicada al sector inmobiliario. Suelo, cemento y Marbella, el c¨®ctel perfecto. Crea sociedades como Marbesquare, SL, y Marbepurple, SL, que le permiten hacer un proceso ficticio de compras y ventas de fincas para obtener un beneficio que recaiga en la misma persona (caso Ballena Blanca) y beneficiar a dos de sus clientes, el narcotraficante italiano Luigi Protani y el defraudador finland¨¦s Aki Kujala.
Llorca no paraba de dise?ar y dar instrucciones por escrito. "Le ayudamos a hacer dos o tres operaciones con las que ganar¨¢ lo que le falta (y un par de euros m¨¢s, no se preocupe)", ordena en uno de los escasos documentos encontrados por la polic¨ªa.
?Y los sellos? Llorca cre¨® el mecanismo a partir del cual cientos de agentes comerciales captaban los ahorros de miles de modestos ciudadanos a cambio de un inter¨¦s fijo (por encima del que pod¨ªa ofrecer cualquier banco tradicional) generado por el valor que iban adquiriendo las colecciones filat¨¦licas compradas por F¨®rum Filat¨¦lico. Esos sellos, en realidad, eran "papelitos de colores", t¨¦rmino que emple¨® Charles Dupplin, experto de la Royal Philatelic Society de Londres cuando fue interrogado como testigo.
El valor que iban adquiriendo los sellos era ficticio porque Llorca se encarg¨® de crear sociedades filat¨¦licas, una tras otra, domiciliadas en diversos pa¨ªses, con sus administradores extra¨ªdos de su n¨®mina de testaferros, que compraban y vend¨ªan los mismos sellos para hacer crecer su valor. Era, en el fondo, la misma t¨¦cnica empleada en Dalt. Las ¨®rdenes de compra y venta para que el circuito se mantuviera activo las daba Llorca. Y las sociedades estaban todas bajo su control. As¨ª es como un mismo sello pasaba de valer cinco a valer 15.
Pero la diferencia entre Dalt y F¨®rum Filat¨¦lico era que detr¨¢s de esta ¨²ltima hab¨ªa cerca de 400.000 ahorradores.
El n¨²mero de sociedades relacionadas con Llorca se pierde en el infinito, y el de supuestos testaferros, tambi¨¦n. Ten¨ªa su particular sentido del humor: fund¨® una sociedad con la denominaci¨®n Garzon Investment, en honor del juez Garz¨®n. Utilizaba como administrador a un nombre conocido, Mathew Charles Stockes, un testaferro con 551 sociedades a su nombre. Otro personaje vinculado a Llorca es el contable brit¨¢nico Phillip Mark Croshaw, con antecedentes penales por fraude y estafa, quien reside aparentemente en Chipre desde 2004 y es sospechoso de lavar capitales para el ex dictador serbio Slobodan Milosevic.
Hacia la primavera de 2008 lleg¨® a la polic¨ªa la informaci¨®n del lugar exacto donde Llorca resid¨ªa en Venezuela junto a una joven amante. Disfrutaba de una lujosa residencia en Isla Margarita.
"Fuimos a cazarlo. Sab¨ªamos con precisi¨®n d¨®nde viv¨ªa", recuerda el responsable de la Unidad de Delincuencia Econ¨®mica y Fiscal (UDEF) de la polic¨ªa. Una delegaci¨®n especial viaj¨® a Venezuela, con dos comisiones rogatorias, una emitida por el juzgado n¨²mero 5 de Marbella y otra del juez Garz¨®n. Viajaban en la expedici¨®n un juez (?scar P¨¦rez), un fiscal (L¨®pez Caballero), un comisario (Oliveras) y dos agentes m¨¢s. Llevaban en su poder una orden internacional de busca y captura de Interpol. Las primeras gestiones las realiz¨® el embajador espa?ol en Venezuela. "Nos asignaron a una fiscal jefe, pero tardamos dos d¨ªas en ser operativos. Nos pidi¨® m¨¢s y m¨¢s informes. Con suerte, llev¨¢bamos ordenadores port¨¢tiles en los que el juez y el fiscal elaboraban la documentaci¨®n solicitada, que entraba directamente por valija diplom¨¢tica". El viaje a Isla Margarita fue problem¨¢tico: "Tuvimos que pagar todo, incluso nos ped¨ªan que pag¨¢ramos el alquiler de los coches de los acompa?antes. Pretendieron incluso que coste¨¢ramos el alquiler de un avi¨®n para ellos".
Llegaron a la finca donde resid¨ªa Llorca, pero no estaba all¨ª. Aclararon entonces que estaba detenido por la polic¨ªa venezolana en una comisar¨ªa, pero se hab¨ªa escapado. "Sin rubor, dejaron entender que Llorca hab¨ªa pagado por ser liberado", recuerda uno de los miembros de aquella delegaci¨®n. A pesar de las quejas diplom¨¢ticas, la delegaci¨®n regres¨® con las manos vac¨ªas.
As¨ª que Llorca ha vuelto a ser un fantasma. ?Qui¨¦n y por qu¨¦ le protegen en Venezuela? Un investigador lleg¨® a solicitar del CNI una respuesta acerca de si Llorca hab¨ªa trabajado para alg¨²n servicio secreto. Fue negativa. El fundador de F¨®rum Filat¨¦lico, Jes¨²s Fern¨¢ndez de Prada, fue quien mejor conoci¨® a Llorca. Su testimonio habr¨ªa sido importante. Pero muri¨® de una r¨¢pida enfermedad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.