"La sociedad colombiana es despiadada, est¨¢ enferma de ira"
El mundo ha sido tierno y duro con Ingrid Betancourt. Varias veces la vida la ha encaramado al cielo como cogiendo impulso para arrojarla con m¨¢s fuerza al infierno. Con ella no hay medias tintas: o es una santa s¨²bita o de repente se transforma en una arp¨ªa enferma de maldad y de codicia. Es, al mismo tiempo, el hada y la bruja de los cuentos. La opini¨®n p¨²blica, con una actitud ciclot¨ªmica, pasa con ella del amor al odio y de la veneraci¨®n al desprecio. En este momento la fase es depresiva y casi todos la detestan. Su ¨²ltima salida en falso, hace un par de meses, cuando demand¨® al Estado colombiano por seis millones de euros, fue recibida en su pa¨ªs y en el mundo como una muestra de avidez e ingratitud, y por mucho que haya retirado la demanda, se la siguen cobrando. No fue oportuno llamar "simb¨®lica" a una cifra as¨ª.
"Despu¨¦s de seis a?os en la selva no quer¨ªa volver a ver nada verde"
"Muchos de mis compa?eros curaron sus heridas muy pronto. Yo no"
"La ¨²nica decisi¨®n humana de Marulanda fue liberar al hijo de clara"
"Las FARC solo son viables en la selva, entendida como lugar prehist¨®rico"
Despu¨¦s del ¨¦xito de la Operaci¨®n Jaque en la que, mediante una especie de helic¨®ptero de Troya, el Ej¨¦rcito de Colombia enga?¨® a la guerrilla de las FARC y la liber¨® junto con otros 14 secuestrados, Ingrid Betancourt pas¨® a ser una hero¨ªna medi¨¢tica internacional. Tratada como una moderna Juana de Arco, devota del rosario y de la Virgen Mar¨ªa, fue admitida en audiencia privada por el Papa, recibi¨® la Legi¨®n de Honor de manos de Nicolas Sarkozy, el Premio Pr¨ªncipe de Asturias y fue designada al Premio Nobel de la Paz. De seis a?os de infierno indudable en las selvas amaz¨®nicas pas¨® al dudoso cielo de los palacios de gobierno. Despu¨¦s de pisar demasiadas alfombras rojas y de pernoctar en las residencias de hu¨¦spedes ilustres de los Gobiernos de medio mundo, Ingrid Betancourt resolvi¨® retirarse de la escena y encerrarse en una casa en las monta?as. "Despu¨¦s de seis a?os en la selva", me dice, "no quer¨ªa volver a ver nada verde. Me fui a un sitio completamente aislado. Sola, en las monta?as, me puse a escribir. Monta?as con nieve; era febrero y, si miraba por la ventana, todo estaba nevado, blanco. Nada verde. Hoy me puse este vestido verde y pens¨¦: 'Me lo voy a quitar, parece la selva'. Luego me fij¨¦ bien y vi que ten¨ªa flores; como en la selva no hay flores, me lo dej¨¦ puesto".
Y en las monta?as nevadas, d¨ªa tras d¨ªa durante varios meses, Ingrid Betancourt escribi¨® 700 p¨¢ginas de un libro poderoso en el que narra con todos los detalles el horror de su experiencia. Fueron casi seis a?os y medio de secuestro: del 23 de febrero del a?o 2002 al 2 de julio de 2008. Lo escribi¨® originalmente en franc¨¦s, pero ella misma supervis¨® y corrigi¨® la traducci¨®n al espa?ol. Su t¨ªtulo, No hay silencio que no termine (Aguilar), es un verso de Pablo Neruda. Lo le¨ª, lo devor¨¦ en pruebas por una deferencia de su editora en castellano, y la lectura me dej¨® trastornado. La odiadamada Ingrid Betancourt, santa o bruja que sea, se revela aqu¨ª como un ser humano complejo, reflexivo y como la misma escritora deslumbrante que le escribi¨® a su familia -desde su c¨¢rcel en la selva- unas cartas desoladoras y magn¨ªficas. El libro, que tiene el mismo tono de aquellas cartas estremecedoras, es una descripci¨®n precisa y dolorosa de una vivencia infernal.
En No hay silencio que no termine, Betancourt cuenta que una vez, en la selva, una guerrillera le pregunt¨®: "?Qu¨¦ va a decir de las FARC cuando salga de aqu¨ª?". A lo que ella contest¨®: "Voy a contar lo que vi". Su libro es eso: lo que vio, lo que vivi¨®, lo que pens¨® y sinti¨® durante esos a?os de espanto en "un campo de concentraci¨®n tropical". Adem¨¢s es un tratado sobre la miseria humana, pero tambi¨¦n sobre su dignidad. Por eso quise tanto conocerla, entrevistarla. Decidir con mis ojos y con mis o¨ªdos si era la bruja que dicen o la mujer profunda que se puede adivinar leyendo el libro. Es la segunda: una persona dulce y serena, inteligente y adolorida, con las heridas curadas, pero con cicatrices todav¨ªa frescas. Ya no es la pol¨ªtica altiva, medi¨¢tica e incluso antip¨¢tica de antes del secuestro, sino una mujer llena de compasi¨®n humana, que ha cambiado la acci¨®n por la reflexi¨®n y los discursos exaltados por la escritura medida. Estuvimos conversando durante varias horas en la tranquila y bonita casa de su agente, Susanna Lea, en el barrio de Chelsea en Nueva York. Como no la conoc¨ªa, intent¨¦ tratarla de usted, pero el tuteo se impuso despu¨¦s de haber le¨ªdo un libro tan ¨ªntimo. Entre otras muchas cosas, me dijo lo que sigue:
Quisiera que me contaras la historia de la gestaci¨®n de 'No hay silencio que no termine'. Y ante todo, ?por qu¨¦ en franc¨¦s y no en espa?ol, que es la lengua de tus padres? Quiz¨¢ lo escrib¨ª en franc¨¦s, inconscientemente, para poder tomar una mayor distancia de mi experiencia. Era tan doloroso revivir los a?os del secuestro, que en otro idioma ten¨ªa un peque?o filtro, cierta lejan¨ªa. Yo viv¨ª en Francia toda la infancia y mi primera adolescencia, por lo que el franc¨¦s me sale natural. Pero al principio ni siquiera pensaba que fuera a escribir en franc¨¦s; el franc¨¦s escrito me intimidaba porque tiene unas reglas formales muy r¨ªgidas. Yo discut¨ª esto con Gallimard, que me pregunt¨®: "?En qu¨¦ idioma lo vas a escribir?". Y yo le dije: "Me imagino que escribir¨¦ en espa?ol porque muchas cosas las viv¨ª en espa?ol". Pero no estaba segura. Recuerdo el d¨ªa en que me sent¨¦ a escribir. No ten¨ªa claro ni la lengua ni por d¨®nde iba a empezar. Ten¨ªa frente a m¨ª unas hojas blancas y un estil¨®grafo que hab¨ªa comprado especialmente para el libro. La primera frase me sali¨® en franc¨¦s, y lo primero que quise recordar fue uno de mis intentos de fuga. A partir de ah¨ª ya no pude parar.
Me impuse un plan de trabajo muy estricto: me levantaba a las seis y media de la ma?ana y hac¨ªa una hora de gimnasia. Despu¨¦s, un buen desayuno, de manera que pudiera trabajar sin parar desde las nueve de la ma?ana hasta las cuatro de la tarde. Pero hab¨ªa d¨ªas en que me daban las ocho de la noche y segu¨ªa escribiendo. Estuve largos meses completamente sola. Cambi¨¦ el tel¨¦fono y el correo. Estaba conectada con el mundo a trav¨¦s del computador. Cuando me iba mal, escrib¨ªa 10 p¨¢ginas por d¨ªa; cuando me iba bien, 20. Lloraba mucho. Ten¨ªa que levantarme, parar, mirar un rato por la ventana antes de volver al escritorio.
Muchos secuestrados -colombianos y norteamericanos- han escrito libros sobre su experiencia del cautiverio. Todos lo han hecho con la ayuda de un periodista o un redactor. ?Nunca pensaste en escribir el libro con uno de estos ayudantes? Despu¨¦s de la liberaci¨®n, una de las primeras personas que vino a verme fue mi antiguo editor, Bernard Fixot, de XO ?ditions. Yo hab¨ªa publicado con ¨¦l mi libro anterior al secuestro, La rabia en el coraz¨®n. Bernard me dijo: "Obviamente, vas a escribir un libro; lo estamos esperando. Hay que sacarlo r¨¢pido; te pondremos un redactor, como en el libro anterior. Tiene que ser un libro con mucha acci¨®n". La rabia en el coraz¨®n lo hab¨ªamos escrito entre dos; yo contaba la historia y Lionel Duroy redactaba. As¨ª que yo no ten¨ªa la experiencia de haber escrito un libro sola. Pero esta vez lo hab¨ªa pensado bien: el libro que quiero escribir, me dec¨ªa, primero que todo, lo quiero escribir yo. Sin intermediaci¨®n de nadie. Quer¨ªa tomarme mi tiempo para escribirlo y Bernard ten¨ªa af¨¢n. Yo le dije: "Mira, ese no es el libro que yo quiero escribir; este libro tengo que escribirlo yo sola y muy despacio". Entonces Bernard me dijo: "T¨² no puedes escribirlo, t¨² no sabes escribir, Ingrid". Y eso me dej¨® pensando mucho, dudando de si yo era capaz, pero igual lo quer¨ªa intentar. Tampoco quer¨ªa un libro de acci¨®n. Lo que yo quer¨ªa era que la gente que leyera mi libro estuviera conmigo en la selva. De alguna manera, lo que yo buscaba, lo que yo necesitaba, era escribir ese libro para poder llevar a mis ni?os y a mi mam¨¢ a esos a?os que me toc¨® vivir.
Antes de escribir el libro, ?les hab¨ªas contado a ellos tu experiencia? No, durante mucho tiempo no fui capaz de contarles nada a mis hijos ni a mi mam¨¢. No pod¨ªa, no me sal¨ªa; no sab¨ªa siquiera por d¨®nde empezar. Era un bloqueo no tanto por no querer contar la historia sino porque me daba susto hacerles da?o; no quer¨ªa ver en la cara de ellos el dolor. No quer¨ªa conmoverme tampoco, tanto, frente a ellos.
Durante el secuestro te pas¨® algo parecido. Con uno de tus compa?eros, del que te enamoraste, intercambiabas mensajes, y entonces comentas: "Descubr¨ª una distancia que me liberaba, al escribir cartas". La comunicaci¨®n cara a cara, mirando a la otra persona, es mucho m¨¢s dif¨ªcil, ?no? Lo bueno de escribir es que no tenemos un espectador al frente. En un relato hablado hay dos dificultades: primero, revivir lo que se vivi¨®, y luego, la dificultad de lo que t¨² ves en el ojo del otro; del horror que t¨² les est¨¢s contando y generando. La reacci¨®n ajena te crea una emoci¨®n adicional a la tuya, y eso se vuelve muy complicado. Escribir fue, de alguna manera, m¨¢s f¨¢cil que contar, porque no ten¨ªa que llevar a cuestas la reacci¨®n del otro. Sentirte juzgado inhibe la espontaneidad; uno sospecha que lo pr¨®ximo que diga puede producir dolor, y se frena. La escritura es muy liberadora. Es algo m¨¢s depurado.
A m¨ª no me ha interesado el g¨¦nero de los libros de secuestrados, pero despu¨¦s de 'No hay silencio que no termine' decid¨ª leerlos. Lo que en los dem¨¢s es una an¨¦cdota, en el tuyo es gran literatura. Tres secuestrados distintos cuentan el mismo episodio, por ejemplo una fuga. ?Por qu¨¦ el tuyo es gran literatura y por qu¨¦ los otros son una aventura anecd¨®tica? Al no revivir todos los detalles, al no explicar todos los matices de lo que est¨¢ pasando, no se siente la vida, no se siente el dolor, no se siente la angustia, el miedo, la humillaci¨®n, la rabia, y todo lo que es fundamental en una persona. Y algo m¨¢s: la catarsis solamente ocurre si uno mismo cuenta lo que tiene que contar? Con un periodista o con alguien que no lo vivi¨® es muy dif¨ªcil que salga bien. Falta la vivencia. Escribirlo yo misma me sirvi¨® much¨ªsimo. Para poder llevar a las personas adonde yo estaba, para poder llevar a los que quer¨ªa que estuvieran all¨¢ un rato conmigo, tuve que repasar esos momentos vividos, y sucedi¨® algo tremendo: en ese ejercicio de estar all¨¢ con el pensamiento, estuve all¨¢, volv¨ª all¨¢ f¨ªsicamente. Terminaba extenuada: sudando, llorando, ri¨¦ndome; era muy duro porque yo pod¨ªa estar all¨¢: ve¨ªa, o¨ªa, sent¨ªa, ten¨ªa la temperatura del sitio, la humedad, los olores, los colores, la luz, las voces. Era un regreso en el tiempo y una inmersi¨®n en la memoria muy fuerte, pero (y ese ejercicio fue vital para m¨ª) en momentos que fueron muy dolorosos, al contarlos con la distancia, lograba ver los mecanismos que me hab¨ªan llevado a reaccionar de alguna manera, y entend¨ªa? Empec¨¦ al fin a entender qu¨¦ era lo que me hab¨ªa sucedido en realidad: fue como hacer una disecci¨®n de m¨ª misma. Y tambi¨¦n pude entender a los otros. Gracias al libro pude perdonarme y perdonar a los dem¨¢s.
La escritura sana tanto los rencores que para m¨ª fue muy importante el ejercicio. Creo que mis compa?eros que escribieron otros libros lo hicieron muy en caliente, reci¨¦n llegados, y no pudieron procesar lo que nos pas¨®, narraron hechos. No pudieron sumergirse de cabeza en lo que realmente hab¨ªan sentido o vivido; no lo pasaron por ellos mismos.
Mi curaci¨®n ha sido muy lenta y muy dif¨ªcil. Revivir los hechos implic¨® que la curaci¨®n se prolongara m¨¢s; pero al revivir y repasar y analizar lo que me pas¨®, cur¨¦ mis heridas a fondo. Lo que siento es que muchos de mis compa?eros curaron sus heridas muy pronto. Entraron con af¨¢n a la vida, se casaron, se divorciaron, encontraron un trabajo nuevo, tuvieron m¨¢s hijos, todo, pero cuando hablo con algunos de ellos, siento que hay todav¨ªa cosas que no han sanado y otras que ya ser¨¢n muy dif¨ªciles de sanar.
Algo completamente nuevo en el libro, una revelaci¨®n, para m¨ª y supongo que para muchos lectores, es que Clara Rojas hubiera pedido permiso para ser madre. No ten¨ªamos ni idea de que ella les hubiera escrito a los comandantes de las FARC pidiendo autorizaci¨®n para tener un hijo. Todo eso fue muy humano. Yo pens¨¦ mucho si iba a contar esto o no. No me quer¨ªa inmiscuir en cosas que son estrictamente de ella, y si lo cont¨¦ fue b¨¢sicamente porque quer¨ªa explicar el conflicto que fue para m¨ª; yo no sab¨ªa qu¨¦ hacer en ese momento. Pienso que lo ocurrido fue algo de lo cual ella debe sentirse muy tranquila. Para m¨ª no hay nada m¨¢s importante que mis hijos, y no tuve la suerte de poder vivir toda la vida con el pap¨¢ de ellos. De alguna manera el resultado de la reflexi¨®n es que, con padre o sin padre, la relaci¨®n con los hijos es tan esencial que yo comprendo que ella hubiera sentido que el secuestro la estaba expoliando de lo m¨¢s importante para ella, que era el derecho a ser madre. Ahora, yo no tengo ni idea de cu¨¢l haya sido la secuencia de pensamientos de Clara porque en ese momento est¨¢bamos separadas y muy distanciadas, y nunca m¨¢s volvimos a ser amigas realmente. Voy a matizar esto para que se entienda: ella y yo siempre seremos hermanas; la distancia de la amistad depende del momento; pero independientemente de esto, yo respeto por completo la decisi¨®n que ella tom¨®.
A m¨ª me parece que Emmanuel fue una bendici¨®n, una bendici¨®n terrible. Emmanuel le dio a Colombia, o por lo menos a muchos de nosotros, la convicci¨®n clar¨ªsima de que no pod¨ªa haber un beb¨¦ "prisionero pol¨ªtico"; no pod¨ªa haber un ni?o "canjeable". A m¨ª lo ¨²nico que se me ocurri¨® fue gritar ?liberen a Emmanuel! S¨ª, Emmanuel fue una bendici¨®n porque humaniz¨® lo inhumanizable. Es decir, lo m¨¢s inhumano y lo m¨¢s infame. Para resumir mi sentimiento: yo creo que la ¨²nica decisi¨®n humana que tuvo Manuel Marulanda [fundador y l¨ªder de las FARC hasta su muerte en 2008] en su vida fue la de liberar a Emmanuel. No creo que hubiera sido espont¨¢nea, creo que Ch¨¢vez tuvo mucho que ver con eso?
Pero ¨¦l no lo liber¨®, porque ya no lo ten¨ªan; liber¨® solamente a Clara Rojas? Creo que ¨¦l no sab¨ªa que Emmanuel ya no estaba en manos de sus milicianos. ?l hab¨ªa tomado la decisi¨®n de liberarlo. Y pienso que esa decisi¨®n de liberar al ni?o no fue nada simple para las FARC. Yo me sent¨ªa metida ah¨ª sin querer, pero para m¨ª el ni?o era muy importante; yo era la madrina, y lo sigo siendo en mi coraz¨®n. Me acuerdo que tuve con Sombra [El¨ª Mej¨ªa Mendoza, alias Mart¨ªn Sombra, hoy preso] y con otros comandantes conversaciones sobre el ni?o, y lo que las FARC dec¨ªan y cre¨ªan con todo convencimiento era esto: "Ese ni?o es nuestro; cuando crezca, ese ni?o ser¨¢ un guerrillero de las FARC". Mira c¨®mo es su l¨®gica porque esto es fundamental: cuando una guerrillera queda esperando un ni?o de otro guerrillero, tiene que pedir permiso para tenerlo. Si no le dan permiso, tiene que abortar; si le dan permiso, ella lo tiene, le dan tres o cuatro meses para amamantarlo y sacarlo adelante, y despu¨¦s se lo entregan a un miliciano. Y ese ni?o va a crecer en manos de esa familia de milicianos, y cuando cumple 10 o 12 a?os se vuelve guerrillero. Por lo general, dif¨ªcilmente habr¨¢ conocido a su mam¨¢, a duras penas sabr¨¢ qui¨¦n es su pap¨¢, son ni?os de las FARC.
Es como criar un ternero para que despu¨¦s pelee. Exactamente eso. Y el ni?o de Clara entraba en esa categor¨ªa. El pensamiento de las FARC para con Emmanuel no era para nada diferente de c¨®mo ellos trataban a los ni?os de sus guerrilleras. Entonces Ch¨¢vez llega y les dice: "No, esto no se puede hacer". Esta es una reconstrucci¨®n m¨ªa, nunca he hablado con Ch¨¢vez sobre esto, no tengo ni idea de c¨®mo fue, pero es algo que puedo reconstruir por conjeturas. Cuando Ch¨¢vez se mete y comienza a buscar liberar secuestrados, en alg¨²n momento tuvo que haberle dicho a Manuel Marulanda: "Ustedes est¨¢n locos; ustedes no pueden pretender que el mundo acepte que el ni?o que tuvo Clara en cautiverio vaya a ser de las FARC; el ni?o tiene una mam¨¢ y ustedes no lo pueden secuestrar".
Ese fue el primer momento en que a las FARC les hizo clic algo que no les hab¨ªa hecho clic nunca. Fue monstruoso que no sacaran a Clara para que la atendiera un partero; c¨®mo es posible que no le pidieran a William, el enfermero militar secuestrado, que estaba ah¨ª en la misma c¨¢rcel, que ayudara. [Ingrid se queda meditando un momento, con los ojos encharcados, como reuniendo las ideas]. No, no, no. Dios tiene sus caminos. Todo parece mentira. Es incre¨ªble que el ni?o haya terminado en un hogar infantil, y que lo hayan encontrado, y que hayan podido dar con ¨¦l. Y, adem¨¢s, que Pincho [el polic¨ªa John Frank Pinchao] se haya volado a tiempo para poder dar informaci¨®n sobre el ni?o de modo que lo pudieran rastrear? Porque si Pincho no se vuela, nadie se entera de que el brazo era el brazo izquierdo, de que ten¨ªa tantos a?os, que hab¨ªa nacido en tal fecha?
En ese tiempo hubo muchas especulaciones. El periodista Jorge Enrique Botero se invent¨® la historia de una ces¨¢rea en una trinchera durante un bombardeo del ej¨¦rcito y se guard¨® la informaci¨®n del ni?o un a?o para poder dar un golpe period¨ªstico con el libro, sin avisar siquiera a la familia de Clara. De ti se dec¨ªa que estabas sufriendo el s¨ªndrome de Estocolmo. Hubo muchas cosas horribles de parte de la prensa. Una vez, yo estaba encadenada del cuello, amarrada a un ¨¢rbol en la selva, y en ese mismo momento alcanc¨¦ a o¨ªr por el programa de radio La Luci¨¦rnaga que ?lvarez Gardeaz¨¢bal dec¨ªa, especulando, inventando, que yo probablemente era la amante del comandante de las FARC Alfonso Cano. Yo a Cano no lo conozco, nunca lo he visto en mi vida. Yo estaba recibiendo el peor tratamiento imaginable, me mor¨ªa de angustia, dolor y soledad, mientras ellos dec¨ªan que yo estaba de amante de Cano, como si estuviera pasando vacaciones o teniendo un affaire amoroso con un guerrillero de alto rango. [La voz se le quiebra]. Antes de que saliera lo de Clara, el hijo era m¨ªo, era yo la que hab¨ªa tenido un hijo. No, no, no. Fue tan ofensivo. Tanta maldad. La sociedad colombiana es despiadada, est¨¢ enferma de ira.
Cuando hace dos meses sucedi¨® lo de la demanda, con toda la furia que se levant¨® en Colombia, volv¨ª a sentir todo esto, lo mismo. Otra vez me crucificaban. Un odio concentrado contra m¨ª, como si yo fuera el ser m¨¢s infame de la Tierra. Volv¨ª a ver el azufre.
Hay algo muy duro y hermoso en el libro y es que t¨² siempre buscaste no perder algo que tu padre te hab¨ªa ense?ado: la dignidad. Esta se expresa con la capacidad de reconocer muy bien que hay cosas m¨¢s importantes que la vida, y que aunque te violenten, te maltraten f¨ªsicamente, te humillen, quedaba en ti algo muy s¨®lido porque a pesar de que te tocaran eras intocable, a pesar de que te humillaran no te hund¨ªan. Esa resistencia es lo m¨¢s importante del libro: mantener la dignidad. Y una cosa hermos¨ªsima es que cada vez que te escapabas y fracasabas, aunque te volvieran a coger y estuvieras vencida, de todas maneras el intento te daba algo fundamental: te sent¨ªas m¨¢s libre que antes. Esa dignidad y esa libertad ya nadie te las podr¨¢ quitar. [Largo silencio. Ingrid Betancourt contesta sollozando]. Hay temas que me desbaratan. Hay ciertas vainas que me llevan a ciertos momentos, me veo en ciertas situaciones, siento toda mi debilidad, me da pesar de m¨ª misma, pero al mismo tiempo agradecimiento, porque es verdad que la voz de mi padre, sus palabras, est¨¢n vivas dentro de m¨ª. Hay mecanismos mentales que a m¨ª me ayudaron a sobrellevar las situaciones m¨¢s duras e incomprensibles. Ser humano es tener ciertos mecanismos mentales, lo que nosotros llamamos principios, para poderse guiar cuando todo lo que hay alrededor es inexplicable y uno pierde la lumbre y no entiende lo que est¨¢ sucediendo. Ah¨ª est¨¢n esas palabras clave, esas fortalezas, que lo ayudan a uno a mantener la perspectiva de las cosas, a cuidar lo que uno es. Hay que proteger el alma, hay que protegerla de muchas maneras, hay que protegerla del odio, de los dem¨¢s. Yo sigo haciendo el duelo por mi padre. Su misma muerte, un mes despu¨¦s de mi secuestro, con el coraz¨®n partido de dolor, fue una declaraci¨®n de amor. Al menos yo lo siento as¨ª.
En la selva, a ustedes los asustaban con los animales grandes. Tanto que t¨² llegas a ser ir¨®nica y una vez les dices: "S¨ª, hay tigres y tambi¨¦n tiranosaurios". A m¨ª me da la impresi¨®n de que el mayor peligro en la selva no est¨¢ representado por las fieras, por los animales grandes: el peligro son los bichos peque?os, los insectos, las abejas, las hormigas, las termitas. Lo terrible son las enfermedades y los bichos que te est¨¢n agrediendo sin cesar las 24 horas del d¨ªa y que no te matan en ese momento, pero te hacen pasar el infierno. De los animales grandes, el m¨¢s peligroso, claro, es el hombre. El problema con los insectos es que no hay inteligencia; los insectos no sopesan el riesgo, no act¨²an como individuos. Los matas, pero igual a ellos no se les da nada, vienen otros miles o millones. Con una fiera o con un animal, hay la mirada inteligente, el c¨¢lculo; aun con los caimanes. Las fieras te evitan. Las pira?as tambi¨¦n tienen algo de insectos, por la cantidad. Son muy agresivas y te mordisquean y atacan. No se las puede excitar. Las atrae la sangre, como los insectos, que son atra¨ªdos por el sudor y el calor.
A veces parecer¨ªa que los guerrilleros se portan m¨¢s como insectos insensatos que como fieras inteligentes. Todav¨ªa hay decenas de secuestrados en la selva. Es como si el sacrificio de ustedes no sirviera para que las FARC entiendan que el secuestro es un arma de guerra abominable, inadmisible. En todo caso, si hiciera falta algo m¨¢s para detestar a las FARC, este libro tuyo es el puntillazo final. Creo que ya nadie podr¨¢ admirarlas, en ninguna parte del mundo. Todav¨ªa hay 18 secuestrados, de los de mi grupo, en la selva. Sin contar los secuestrados econ¨®micos. No podemos dejar que no nos duela. Yo he decidido no permitir que no me siga doliendo. Yo s¨¦ que podr¨ªa desconectarme y hacer mi vida normal. Tendr¨ªa derecho a ser feliz. Pero he llegado a la conclusi¨®n de que mi felicidad no puede negarme el derecho a sentir el dolor. Sigo luchando por ellos y, sobre todo, trato de ayudar a sus familiares que est¨¢n libres, pero necesitan de todo.
Yo creo que los guerrilleros no tienen conciencia de lo que nos hicieron vivir. De lo que les siguen haciendo vivir a los secuestrados. Y creo que no tienen conciencia porque ellos viven en un mundo cerrado. B¨¢sicamente ellos deciden alejarse de su familia y ser secuestrados de su propia organizaci¨®n. ?Los primeros secuestrados de las FARC son ellos mismos! Y lo que ellos nos impon¨ªan a nosotros era, en la visi¨®n de ellos, hacernos vivir a nosotros -de una manera acentuada- la vida horrenda que viv¨ªan ellos. F¨ªjate que muchos de los muchachos que terminan en la guerrilla, a partir de cierto momento ya no quieren estar ah¨ª; quieren volver a ver a sus familias, quieren salir de la selva. La vida en la selva es pavorosa? No es un sitio para un ser humano. Ellos, entonces, no ten¨ªan conciencia del horror que nos estaban haciendo vivir porque pensaban que nosotros, en ¨²ltimas, est¨¢bamos viviendo lo que ellos viv¨ªan desde siempre.
Yo espero que esto que escrib¨ª, si lo leen, les haga entender el horror, no solamente de lo que nos hicieron vivir a nosotros, sino de lo que significa para Colombia. Pero desgraciadamente las FARC se nutren, sobre todo, de nuestro rechazo. Es gente que se siente rechazada por el sistema y que siente que vivir donde est¨¢n es una gran oportunidad, porque tienen dinero, tienen armas, hacen su ley. Creo que no se dan cuenta del sistema absurdo que crearon: un sistema de delaci¨®n, un sistema de corrupci¨®n interna? ?qu¨¦ le puede ofrecer a Colombia -un pa¨ªs polarizado, nutrido por mucho odio y por mucho rechazo tambi¨¦n-, qu¨¦ alternativa puede ser una organizaci¨®n como las FARC, hecha de odio, de corrupci¨®n, de violencia? Si yo hubiera visto dentro de las FARC un sistema en el que, por lo menos entre ellos, hubiera gran camarader¨ªa, hubiera amor, hubiera ¨¦tica, grandes ideales, yo habr¨ªa dicho quiz¨¢: esta gente s¨ª puede ser una alternativa para el pa¨ªs, pero lo que yo veo en las Farc es la caricatura de todos los vicios de nuestra sociedad. Por esto mismo tengo un anhelo fundamental: pienso que Colombia tiene que cambiar su coraz¨®n. Creo que estamos muy enfermos como sociedad, y tenemos que empezar a cambiar en cada uno de nosotros: no es el presidente, no es el Congreso, no es la justicia, no es el narcotr¨¢fico -siempre les echamos la culpa a ellos-, todo eso entra dentro de ese mismo c¨ªrculo vicioso del cual hacemos cada uno parte. Es la manera como nosotros vivimos en sociedad lo que est¨¢ enfermo. Hay cosas que tenemos que procesar y cambiar.
Si este es el puntillazo para las FARC, est¨¢ bien. Si ese es el efecto del libro, est¨¢ bien. Porque lo que yo s¨ª quisiera es que ellos rectifiquen? Ellos tienen una terminolog¨ªa, y una de las cosas que est¨¢ en su jerga es la palabra "rectificar". Pues bien, yo creo que ah¨ª hay mucho que rectificar. Las FARC son totalmente anacr¨®nicas, no son viables sino en la selva. En la selva entendida como lugar prehist¨®rico, del paleol¨ªtico.
Creo que la escritura te ha transformado. Creo que te ha servido mucho escribir este libro. Creo que ya eres otra? Mi vida cambi¨® completamente con el secuestro. Lo que hoy me hace feliz no tiene nada que ver con lo que me hac¨ªa feliz antes. Mi ritmo de vida, mi pensamiento, todo es diferente. Yo creo que ya no soy feliz de la misma manera; no necesito las mismas cosas. Hay un desprendimiento de muchas cosas, necesito de muy poquito. Y ahora mi vida ha vuelto a cambiar, con este libro que pude escribir sola, y que me cur¨® por dentro. Me fascina escribir; quiero decirte que me fascin¨® escribir. Ya no quisiera hacer nada m¨¢s en la vida sino escribir.
'No hay silencio que no termine', editado por Aguilar, sale a la venta el pr¨®ximo viernes, d¨ªa 24.
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