El miedo global
Para entender a una sociedad es m¨¢s ¨²til examinar sus temores que sus deseos. Dime a qu¨¦ tienes miedo y te dir¨¦ qui¨¦n eres, podr¨ªamos afirmar. ?Qu¨¦ nos indican a este respecto acciones como la quema del Cor¨¢n por parte de un pastor americano o la expulsi¨®n de los gitanos en Francia? ?Cabe sostener que, en el fondo, esos actos de poder son debidos al miedo, a algo que podr¨ªa denominarse miedo global?
A mi juicio, estas decisiones est¨¢n relacionadas con el temor al pluralismo religioso o con la inquietud hacia un "otro" de dif¨ªcil asimilaci¨®n, todo ello mezclado por supuesto con determinadas frustraciones. Son expresi¨®n de las patolog¨ªas de un yo global que reacciona autoritariamente para compensar su propia impotencia, ese sujeto que es a la vez inseguro y tir¨¢nico, ap¨¢tico y voraz. As¨ª podemos comprender esa sensaci¨®n de asedio que experimenta buena parte del mundo occidental, ese mundo que vive en una situaci¨®n de seguridad objetiva como ninguna otra ¨¦poca anterior en la historia de la humanidad.
El origen del temor no est¨¢ en la amenaza del semejante, sino en la inquietud provocada por el diferente
El miedo es la pasi¨®n que est¨¢ en el origen de la vida asociada
?C¨®mo es posible que coincidan en el tiempo una sociedad segura con una civilizaci¨®n del miedo, que temamos m¨¢s cuando hay menos motivos objetivos de temor? De entrada, porque en nuestra sociedad muchos miedos son debidos precisamente al incremento de la seguridad; el h¨¢bito de la seguridad ha agudizado la percepci¨®n de la p¨¦rdida. Vivimos en un mundo en el que podemos perder m¨¢s porque tenemos mucho, respecto de un mundo donde pod¨ªamos ganar m¨¢s porque ten¨ªamos muy poco.
La paradoja se explica tambi¨¦n mediante la distinci¨®n entre peligros antiguos y riesgos actuales. En las sociedades tradicionales hab¨ªa grandes miedos pero eran bastante previsibles: la carencia, el hambre, la enfermedad, la guerra. Lo improbable se situaba en un horizonte de tipolog¨ªa del miedo constante. Contra estos miedos pod¨ªa uno organizarse en cierto modo. En cambio ahora, las fuentes del miedo son m¨¢s inciertas e indeterminadas, lo que ha venido explic¨¢ndose como un mundo m¨¢s de riesgos que de peligros. En nuestra sociedad no podemos programar los riesgos, no tenemos un cat¨¢logo de ellos. El elemento de improbabilidad no puede dominarse, sobre todo, cognitivamente. El actual incremento del miedo no se debe solo a que hayan aumentado ciertos riesgos que amenazan a la sociedad, sino a que han aumentado las condiciones de incertidumbre en las que discurre la vida de las personas. Por eso el espacio de lo imaginario se ampl¨ªa enormemente y con ello su uso pol¨ªtico: se hacen guerras, se ganan elecciones y se gobierna sobre lo imaginario.
Para entender estos cambios de paradigma es necesario hacerse cargo de la distinta funci¨®n que el miedo ha tenido en la construcci¨®n de la comunidad pol¨ªtica moderna o en la actual fragilidad de los espacios globalizados. El miedo es la pasi¨®n que est¨¢ en el origen de la vida asociada. Si releemos a Hobbes nos encontraremos documentado este tr¨¢nsito, que ahora podemos recordar sucintamente. Los seres humanos tenemos una similar capacidad de destrucci¨®n mutua. El miedo a la muerte causada por los otrosinduce a los individuos a la construcci¨®n de una sociedad civil y pol¨ªtica que garantice la seguridad. La reacci¨®n autoconservadora est¨¢ en el origen del artificio estatal moderno. Someterse al soberano es el precio que hay que pagar para dejar de temer a nuestros semejantes.
Esto ya no es as¨ª en la era global. Seguimos teniendo miedo a muchas cosas, por supuesto, pero lo que se ha debilitado es la metamorfosis productiva del miedo, su traducci¨®n en acci¨®n racional que configura las instituciones comunes. El miedo se ha convertido en algo ineficaz, improductivo y desesperado. En las actuales explosiones del miedo no queda nada de aquella fuerza productiva que levant¨® las instituciones pol¨ªticas de la modernidad.
Al mismo tiempo, sucede que los dos principales dispositivos para liberar al hombre del miedo -la t¨¦cnica y la pol¨ªtica- han perdido buena parte de su eficacia. La t¨¦cnica se ha convertido en una multiplicadora del riesgo y la incertidumbre, mientras que la pol¨ªtica, en su cl¨¢sica forma estatal, es incapaz de hacer frente a los desaf¨ªos de la globalizaci¨®n. En este contexto, ?c¨®mo no ¨ªbamos a recaer en aquel "analfabetismo del miedo" del que hablaba Musil y que revela nuestra incapacidad de tenerlo razonablemente?
Adem¨¢s de su improductividad pol¨ªtica, el miedo global se caracteriza porque no tiene su origen en la amenaza potencial del semejante, sino en la inquietud provocada por el diferente. El otro, el extranjero, el distinto, viene a jugar el papel de una diferencia perturbadora. A lo que se tiene miedo no es tanto a un conflicto sim¨¦trico -que presupone igualdad- sino a la asimilaci¨®n o la contaminaci¨®n. El otro que da miedo ya no es el similar (aquel similar hostil, cuya peligrosidad ven¨ªa del hecho de tener la misma capacidad destructiva que yo, seg¨²n el esquema b¨¢sico de Hobbes) sino el diferente, desde el punto de vista ¨¦tnico, religioso, cultural o ideol¨®gico. Dado que el miedo contempor¨¢neo no procede del igual sino del diferente, este miedo no puede trasladarse f¨¢cilmente en un artificio que transmute esa igualdad de la amenaza en una igualdad de derechos. Tambi¨¦n en este punto se pone de manifiesto la naturaleza profundamente antimoderna e improductiva de nuestros actuales miedos.
En orden a la constituci¨®n o mantenimiento de una sociedad democr¨¢tica, el miedo no es ni bueno ni malo; todo depende del uso que se haga de esa pasi¨®n humana elemental. Nuestro gran desaf¨ªo consiste actualmente en darle un cauce razonable, c¨®mo transformarlo en una fuerza constructiva que nos permita conocer mejor la realidad y fortalecer la convivencia democr¨¢tica. Hay que llevarse bien con el miedo y gestionar esa doble dimensi¨®n, esa suerte de ambig¨¹edad que le caracteriza: puede paralizar, pero tambi¨¦n organizar estrategias de defensa y construcci¨®n. El miedo no es solo paralizante, sino organizativo. Bien administrado, puede tener una gran capacidad cognitiva frente al riesgo.
El miedo no es solo un instrumento de control para las ¨¦lites, sino una pasi¨®n elemental y universal, cuya primera e indispensable funci¨®n consiste en garantizar la autoconservaci¨®n de los individuos manteniendo viva en ellos la memoria de su vulnerabilidad. La pol¨ªtica sirve, entre otras cosas, para cultivar en la sociedad un miedo proporcional y razonable. Por supuesto que existe un "meter miedo" antidemocr¨¢tico, populista, que a trav¨¦s de la estigmatizaci¨®n pretende neutralizar las virtualidades democratizadoras del pluralismo; el miedo se puede provocar artificiosamente para ofrecerse como salvador o para inducir el letargo en una sociedad de manera que sea menos ingobernable. Pero hay un miedo que puede ser fuente de lucidez y liberaci¨®n. La oportuna dramatizaci¨®n de los riesgos es un ant¨ªdoto contra ese presente obtuso que no sabe m¨¢s que tirar para adelante. En relaci¨®n con muchas de las amenazas reales a las que nos enfrentamos, reactivar el miedo puede servir para salir de la pasividad autodestructiva y recuperar la fuerza movilizadora contra la cat¨¢strofe.
Una de nuestras principales tareas consiste precisamente en racionalizar el miedo global, ese miedo que es muy l¨®gico habida cuenta la com¨²n exposici¨®n de la humanidad al riesgo de autodestrucci¨®n, la mutua interdependencia que nos vincula al destino de nuestros similares. La vulnerabilidad, negada por un sujeto que se hab¨ªa pensado como soberano y autosuficiente, puede convertirse en el presupuesto para la formaci¨®n de un sujeto en relaci¨®n, capaz de hacerse cargo del otro y del mundo. ?Y si la conservaci¨®n del mundo fuera la revoluci¨®n copernicana de la era global? El ideal de cuidar y conservar abandonar¨ªa su resonancia est¨¢tica y antiprogresista para asumir una significaci¨®n emancipadora. Tendr¨ªamos as¨ª una tarea para inquietar realmente a ese sujeto predatorio, parasitario, espectador y consumidor, que ahora est¨¢ muerto de miedo.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica y Social, investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democr¨¢tica.
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