El ejemplo de Goya
Centrados en la cr¨ªtica moral de la sociedad espa?ola de fines del siglo XVIII, los Caprichos ofrecen alguna vez estampas aplicables al presente. El m¨¢s claro es sin duda "T¨² que no puedes", donde un trabajador soporta el peso de un asno engalanado. El t¨ªtulo evoca el refr¨¢n T¨² que no puedes, ll¨¦vame a cuestas y se inserta en la cr¨ªtica ilustrada contra los privilegiados ociosos que cabalgan sobre las espaldas de un pueblo miserable, una situaci¨®n que con otros protagonistas vuelve hoy. El puesto del noble in¨²til bien pudiera corresponder al l¨ªder de las organizaciones patronales especializado en llevar empresas a la quiebra. Pero no son analog¨ªas ocasionales lo que hace actual la cr¨ªtica de Goya, sino su permanente voluntad de mantener la primac¨ªa de la raz¨®n. De acuerdo con la interpretaci¨®n de J. A. Flecha, El sue?o de la raz¨®n produce monstruos no es un adelanto de las teor¨ªas sobre el inconsciente, sino una advertencia de que cuando la raz¨®n duerme, los monstruos se apoderan de la escena, anticipo del ¨²ltimo desastre de la guerra, Esto es lo verdadero, con la alianza de la paz y del trabajo a la sombra de la Constituci¨®n amenazada por una criatura monstruosa. La luz de la raz¨®n, emergiendo de las tinieblas, resulta imprescindible incluso cuando no hay lugar para la esperanza. Lo destac¨® Jean Starobinski para Los fusilamientos del 3 de mayo, donde el factor aparentemente racional, el pelot¨®n armado franc¨¦s, protagoniza la destrucci¨®n, frente a la masa de v¨ªctimas que anuncian la deshumanizaci¨®n de los condenados de Auschwitz. La raz¨®n se refugia en la linterna iluminadora de la escena.
La alternativa al islamismo radical es una nueva Ilustraci¨®n de la que surja un islam democr¨¢tico
No cabe, pues, limitarse a una toma de posici¨®n. Es preciso desgranar los elementos que configuran un escenario complejo. La ense?anza resulta aplicable a cuestiones actuales, donde la contraposici¨®n primaria entre lo razonable y lo irracional esconde una problem¨¢tica de fondo.
Tal cosa ocurre con los dos temas que en torno al islam vienen ocupando a los medios de comunicaci¨®n en las ¨²ltimas semanas: la condena de Sakineh a ser lapidada por adulterio en Ir¨¢n y el debate sobre la construcci¨®n de una mezquita y de un centro cultural isl¨¢mico en Nueva York a dos pasos de la Zona Cero. En ambos casos, la toma de posici¨®n razonable es inmediata, contra la lapidaci¨®n (y los latigazos) y contra la movilizaci¨®n islam¨®foba. Pero no basta.
Sobre la lapidaci¨®n de Sakineh, hay que destacar en primer plano la tibia reacci¨®n del islamismo "moderado". Son excepci¨®n quienes como Tariq Ramadan que proclaman inequ¨ªvocamente que la lapidaci¨®n no puede ni debe llevarse a cabo. Predominan el silencio y los eufemismos, cautela extensible a islam¨®filos -pensemos en el c¨ªrculo de nuestra Casa ?rabe- que en el pasado destacaron por su apoyo a Ahmadineyad y el elogio a la "revoluci¨®n" protagonizada por las mujeres musulmanas frente a las "presunciones" de que el patriarcalismo a ultranza sigue ah¨ª.
Pues bien, el hecho es que la amenaza de la lapidaci¨®n ha gravitado y gravita sobre otras mujeres en el mundo musulm¨¢n, y no solo porque los ayatol¨¢s o los talibanes afganos sean unos b¨¢rbaros, sino porque desde la ortodoxia semejante pena se encuentra plenamente legitimada. En el Cor¨¢n se habla primero de encerrar a la ad¨²ltera hasta que muera (4, 15), luego de 100 latigazos para ambos (24, 2), pero de la shar¨ªa forman parte tambi¨¦n los hadices, sentencias y ejemplos del Profeta, y all¨ª la lapidaci¨®n es el castigo legal. En medios rurales tradicionales su aplicaci¨®n es inexorable. Recordemos la pel¨ªcula Badis, rodada en 1988 por el cineasta marroqu¨ª Mohamed Tazi, con el pe?¨®n de V¨¦lez de la Gomera al fondo y Maribel Verd¨² en el reparto, que muestra la vigencia de esa terrible costumbre a dos pasos de nosotros. No es un caso excepcional, sino un componente arcaico de la shar¨ªa lo que debe ser puesto en entredicho.
En cuanto a la mezquita de Nueva York, resulta innegable que la pretensi¨®n del im¨¢n Feisal Abdul Rauf es perfectamente legal y que aprovechar la situaci¨®n para pronunciar el anatema contra el islam (y atacar a Obama) es solo signo de intolerancia. Sorprende de todos modos la insistencia en situar un centro religioso y cultural isl¨¢mico al borde de la Zona Cero. La ¨²nica explicaci¨®n ser¨ªa contraponer el islam como religi¨®n de la paz al yihadismo, pero esta noble intenci¨®n implica olvidar que los terroristas se apoyaban tambi¨¦n sobre una visi¨®n perfectamente definida de su religi¨®n, y que en consecuencia para trazar la divisoria no bastan las generalizaciones, siendo imprescindible puntualizar qu¨¦ referencias yihadistas dentro del libro sagrado han de ser interpretadas de otro modo o simplemente eliminadas. M¨¢s aun cuando Rauf es autor de un proyecto de impulsi¨®n del conocimiento de la shar¨ªa y ve en ella el baremo para medir si un r¨¦gimen es o no musulm¨¢n.
Las piezas no encajan del todo, y como en el tema Sakineh, llevan a pensar que la alternativa al islamismo radical no se encuentra en la ambig¨¹edad de las corrientes formal o realmente "moderadas", sino en la nueva Ilustraci¨®n que puede surgir de un islam democr¨¢tico y progresista.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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