La reinvenci¨®n de la copla
Compagina su trabajo como profesor de Arte con un espect¨¢culo de cabar¨¦ coplero
A veces se nos atraganta lo patrio, el costumbrismo se nos antoja un plato de garbanzos rancios, nos parece garbancero y los suspiros de Espa?a... nos dan arcadas. Por eso Manuel Rey (42 a?os) lleva desde 1992 alternando su trabajo como profesor de Historia del Arte con otro tipo de docencia mucho m¨¢s festiva, la que imparte una vez al mes, antes en el caf¨¦ Manuela de Malasa?a y ahora en el bar La F¨ªdula de Huertas. Se llama Historias de la copla y es un espect¨¢culo de cabar¨¦ coplero, sical¨ªptico y arrevistado, en el que Rey realiza un recorrido cantado y hablado por la historia del g¨¦nero. Con el acompa?amiento de un pianista (Jes¨²s Burguer) y buscando la catarsis con el p¨²blico, al que se lo da todo bien masticadito y a cucharaditas para su f¨¢cil digesti¨®n.
"Es un g¨¦nero muy rompedor; con letras sentidas, cargadas de drama y sexualidad"
"?La de t¨ªos como castillos que han llorado con 'Y sin embargo te quiero'!"
Llega tarde a la cita en La F¨ªdula porque era al d¨ªa siguiente de la Noche en Blanco y los fastos de lo gratuito han inmovilizado la capital. Gasta guasa en los comentarios: "Historias de la copla es un chou, que dir¨ªa Lola Flores, did¨¢ctico. Lo que queremos es sacudirle la caspa a la copla y contar su verdadera historia. Es un g¨¦nero muy rompedor; con letras sentidas, cargadas de drama y sexualidad. En carne viva. Otra cosa es que luego se lo apropiara el franquismo y lo difundiera es su versi¨®n m¨¢s blanca. Por eso lo de la caspa es tan gr¨¢fico. Porque si t¨² le vas quitando a la copla todas las adherencias que se le han ido cayendo encima, si la lavas y la peinas, pues bien bonita que te queda", cuenta. Rey entr¨® en contacto con la copla mientras hac¨ªa el doctorado.
Durante las 15 coplas que dura su espect¨¢culo, Rey hila la lana con el lino. Desgrana su repertorio haciendo especial hincapi¨¦ en los aspectos m¨¢s verdes de lo que ¨¦l considera "la aut¨¦ntica m¨²sica popular espa?ola stricto sensu". Como cuando tras interpretar La Pulguita, aclara que la primera que se la busc¨® no fue La Chelito "como cree todo el mundo", sino "Augusta, una alemana de carnes blancas y fofas que mientras la cantaba se iba quitando la ropa, convirti¨¦ndose as¨ª la primera mujer que protagoniz¨® un desnudo integral en Espa?a. La mencionada pulguita era un trozo de felpa que llevaba escondido imag¨ªnate donde y que al acabar el espect¨¢culo se subastaba. En su jugo".
El anecdotario es interminable. Como cuando se detiene en la ¨¦poca del cupl¨¦, una de las mayores influencias que ha asimilado este g¨¦nero, un suma y sigue de otros como el charlest¨®n, el fox trot o el flamenco. "El cupl¨¦ lleg¨® a Madrid hac¨ªa 1914. Lo trajeron las prostitutas francesas que llegan a Espa?a porque aqu¨ª hab¨ªa militares y gente haciendo negocios. No solo se trajeron m¨²sica nueva, tambi¨¦n importaron otras modas sexuales. De ah¨ª que al sexo oral lo llamemos franc¨¦s, porque las espa?olas no lo practicaban. 'Eso vas y se lo pides a las guarras de las francesas', les dec¨ªan a los clientes. Luego tuvieron que incorporarlo a su oferta porque claro, la demanda era la demanda", ilustra.
Historias de la copla arrastra un p¨²blico comprendido entre los ventilargos y la m¨¢s avanzada tercera edad. "Con los mayores de 40 a?os juego con ventaja, porque la han mamado desde la infancia. Forma parte de su educaci¨®n sentimental. Y los m¨¢s j¨®venes, aunque crean que no est¨¢n familiarizados con ella, s¨ª lo est¨¢n. M¨¢s de uno ha venido a decirme: 'Yo no era consciente de la de canciones que me sab¨ªa hasta que te he escuchado". La copla es patrimonio de todos, aunque no est¨¦ respaldada por las propias vivencias", explica.
Rey huye de la nostalgia: "Es verdad que antes, en Espa?a, se cantaba m¨¢s. Las mujeres cantaban cuando iban por la calle o mientras hac¨ªan las faenas del hogar, sus labores. Yo recuerdo a mi madre cantando Mari Fe de Triana o Concha Piquer. Y a mi padre Juanito Valderrama mientras arreglaba la Vespa". Pero no quiere hacer m¨¢s concesiones al pasado: "No me quiero poner en plan 'qu¨¦ bonito que era todo entonces' porque no, entonces todo era una mierda como un piano" dice.
Cuando empez¨®, una de las preguntas que m¨¢s le hac¨ªan era si iba a cantar vestido de mujer. Pues no. Rey sale al escenario embozado con una capa espa?ola o de chalequito y sombrero cordob¨¦s. "A la gente le gusta reconocer algunos clich¨¦s de vestimenta, el 'ay, esto me suena', y yo me aprovecho un poco de ello. Pero tampoco se trata de ir disfrazado. Voy, como dec¨ªa Miguel de Molina: 'Sencillo y discreto a la par que elegante". Pero siempre que la indumentaria le permita moverse entre los g¨¦neros con facilidad. "Tatuaje la tienes que cantar, primero, como si fueras una mujer y luego como si fueras un marinero. Y te tienes que meter en ambos papeles. La mayor¨ªa de las coplas son en clave femenina, pero como los sentimientos son universales, a la gente deja de importarte si eres hombre o mujer. O qu¨¦ son ellos. La de t¨ªos como castillos que he visto llorar mientras tarareaban Y sin embargo te quiero, que trata sobre una madre soltera. Claro, de aqu¨ª sales relajado como una malva", asegura.
La pel¨ªcula de su vida. Eso es lo que ha conseguido Rey con Historias de la copla. ?l la dirige y ¨¦l la protagoniza. Pero invita a participar. Como la propia copla, un melodrama en tres actos: "desde siempre, ha sido el psicoan¨¢lisis de los espa?oles. Bueno, y el confesionario. Porque la copla exorciza. Si cantas Yo soy esa, te conviertes en una puta. Si te cantas Tatuaje, adem¨¢s de puta, eres borracha. Te permite, aunque parezca el t¨ªtulo de un follet¨ªn, vivir pasiones prestadas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.