El visionario razonable
Seg¨²n su hija Allegra, Buckminster Fuller consideraba el barco de vela una de las invenciones m¨¢s extraordinarias del ser humano. Propulsado s¨®lo por el viento, un barco de vela se mueve sobre el agua siguiendo un rumbo preciso y transportando pasajeros y carga sin da?o para el medio ambiente, sin dejar huella de su paso. Para ¨¦l la belleza de las cosas se med¨ªa por la proporci¨®n entre el esfuerzo y los medios invertidos en hacer algo y su eficacia pr¨¢ctica. En un mundo de recursos limitados y necesidades abrumadoras, el desperdicio es un delito: en el proceso de su construcci¨®n y en el resultado final un velero era para Buckminster Fuller el ejemplo m¨¢ximo de dise?o racional y sostenible. "No luches contra las fuerzas adversas, ¨²salas", dice uno de sus aforismos: la forma y el material de la vela y la destreza del piloto ponen al viento al servicio del velero, que no deja manchas de gasolina ni trastorna a los peces con el sonido de su motor, y que aprovecha lo mismo las corrientes del aire que las del agua. Buckminster Fuller quer¨ªa inventar casas y veh¨ªculos que tuvieran una liviana eficiencia de barcos de vela, que alcanzaran el m¨¢ximo de estabilidad con el m¨ªnimo de peso, y se impacientaba con los arquitectos, empe?ados en usar materiales y t¨¦cnicas muy anteriores a los adelantos tecnol¨®gicos del siglo XX, entretenidos en minucias decorativas que a su juicio carec¨ªan por completo de importancia, obedientes a la inercia de la gravedad. Cuando era ya muy viejo, pero todav¨ªa asombrosamente activo, le presentaron a Norman Foster y la pregunta que le hizo nada m¨¢s saludarlo se ha vuelto legendaria:
-?Cu¨¢nto pesa su edificio, Mr. Foster?
A Norman Foster, claro, no se le hab¨ªa ocurrido nunca pensarlo. Cu¨¢nto de peso muerto hay en un edificio, o en cualquier construcci¨®n humana, cu¨¢nto de tosquedad innecesaria, de obediencia a la rutina, de autoindulgencia o despilfarro en el uso de los materiales. Para Fuller, el menos es m¨¢s de Mies van der Rohe no era una cuesti¨®n est¨¦tica, sino una grave exigencia moral. Cuanto m¨¢s se pudiera lograr con menos mejor ser¨ªa la vida de la gente en un mundo desequilibrado por la paradoja de la sobreabundancia y de la escasez, de los muy pocos manej¨¢ndolo casi todo y despilfarr¨¢ndolo insensata y da?inamente y la inmensa mayor¨ªa oprimida por la pobreza y en muchos casos convencida por los propagandistas del poder pol¨ªtico y religioso de que la desigualdad, el sufrimiento, el hambre, la guerra, son castigos inevitables de este valle de l¨¢grimas, al fin y al cabo nada m¨¢s que la antesala del para¨ªso, que puede estar situado en la otra vida o en un futuro igual de hipot¨¦tico. Una de las cosas que m¨¢s irritaba a Buckminster Fuller de los augurios del apocalipsis, con frecuencia asociados a la nostalgia de para¨ªsos perdidos, era el recelo ante la ciencia y la tecnolog¨ªa. Hab¨ªa pasado una parte de los primeros a?os de su vida en los paisajes de bosques y grandes r¨ªos y perspectivas mar¨ªtimas de Nueva Inglaterra, en los que parece tantas veces que se puede vislumbrar c¨®mo era la naturaleza antes de la llegada de los seres humanos; y era muy consciente del potencial de destrucci¨®n del progreso tecnol¨®gico aplicado a la guerra. Pero tambi¨¦n estaba seguro de que s¨®lo ese mismo progreso tecnol¨®gico, empleado para crear en vez de destruir, pod¨ªa asegurar un porvenir digno para todos los seres humanos. Aficionado como era a inventar palabras, y no s¨®lo artefactos, invent¨® la palabra "efemeralizaci¨®n": "El modo de lograr que la tecnolog¨ªa, propiamente aplicada, pueda garantizar una mejor cualidad de vida a todo el mundo, en todo el mundo".
Despu¨¦s de aquel encuentro con Buckminster Fuller es probable que Norman Foster ya no haya dejado de pensar en el peso de sus edificios, que es el de la responsabilidad de las acciones y las obras humanas, y tambi¨¦n el peso muerto de la ret¨®rica y las palabras in¨²tiles. En recuerdo a su maestro, que muri¨® en 1983, Foster ha organizado junto a Luis Fern¨¢ndez-Galiano una exposici¨®n en la galer¨ªa de la Ivory Press en Madrid que tiene algo de gabinete de jugueter¨ªa delirante y de cat¨¢logo de artefactos que parecen flotar ingr¨¢vidamente entre la ingenier¨ªa y el sue?o, la utilidad dom¨¦stica y el disparate. Buckminster Fuller muri¨® a los 89 a?os de un ataque al coraz¨®n y en plena actividad. Hab¨ªa dado, seg¨²n sus propios c¨¢lculos, cuarenta y siete vueltas completas a la Tierra, en el ejercicio infatigable de su proselitismo a favor de la aplicaci¨®n de la m¨¢xima racionalidad y de la m¨¢s sofisticada tecnolog¨ªa en el empe?o de hacer mejores las vidas de todos los seres humanos salvando la integridad del planeta y el bienestar las generaciones futuras.
Los dibujos y las maquetas tienen algo del futurismo arcaico de la ciencia-ficci¨®n, de las ilustraciones de las novelas de H. G. Wells y los tebeos de Flash Gordon de los a?os treinta. Buckminster Fuller era un hijo del siglo XIX que vivi¨® de ni?o en la era de los corpi?os y los coches de caballos y conoci¨® los campos de exterminio y la bomba de Hiroshima, los viajes a la Luna, la guerra de Vietnam, la presidencia de Reagan. En 1951, mucho antes de los primeros sat¨¦lites, invent¨® la expresi¨®n "Spaceship Earth": la Tierra era una nave espacial cuyos habitantes comparten un mismo destino, por encima de las diferencias m¨¢s o menos ilusorias en virtud de las cuales se matan los unos a los otros. En 1933 hab¨ªa dise?ado un coche de tres ruedas que se llamaba Dymaxion y ten¨ªa algo de aeroplano y algo de velero, y era m¨¢s r¨¢pido y ligero y consum¨ªa la mitad de gasolina que los otros coches. Dise?¨® un prototipo de casa hexagonal y luego circular que pod¨ªa fabricarse en serie a un precio baj¨ªsimo y que en vez de apoyarse pesadamente sobre la tierra colgaba de un m¨¢stil central, como un puente de suspensi¨®n, se refrigeraba y se calentaba de manera natural y era casi autosuficiente y muy austera en su gasto de energ¨ªa. Se hab¨ªa fijado en que los planisferios habituales representan los continentes y los oc¨¦anos de una manera muy distorsionada, creando separaciones que favorecen la letal man¨ªa nacionalista de las fronteras, haciendo que Am¨¦rica del Sur pareciera ser m¨¢s peque?a que Groenlandia: cre¨® un sistema de proyecci¨®n en el que se ve la continuidad de la masa terrestre y el modo en que las corrientes marinas la envuelven por completo, facilitando conexiones y viajes. Perfeccion¨® la forma de la c¨²pula geod¨¦sica para lograr un m¨¢ximo de espacio interior con un m¨ªnimo de materiales y de presi¨®n estructural.
Estaba convencido de que era tan visiblemente disparatado e insostenible el gasto militar, tan in¨²til y destructiva la guerra, que los seres humanos ser¨ªan capaces de optar colectivamente por la sensatez y la concordia, con s¨®lo que las alternativas racionales se explicaran con claridad. Muri¨® convencido de que muy pronto se acabar¨ªa el plazo para elegir entre la utop¨ªa y la cat¨¢strofe, y de que, si todo sal¨ªa medianamente bien, hacia el a?o 2000 se habr¨ªan quedado obsoletos la pol¨ªtica y los pol¨ªticos, adem¨¢s de la guerra.
Bucky Fuller & Spaceship Earth. Ivorypress Art + Books. Comisarios: Norman Foster y Luis Fern¨¢ndez-Galiano. Hasta el 30 de octubre. Comandante Zorita, 48. Madrid. Buckminster Fuller. Dymaxion Car. Foster + Partners. Ivorypress, 2010. 223 p¨¢ginas. 59,90 euros. www.ivorypress.com.
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