En defensa del sindicalismo
Como analistas universitarios en el ¨¢mbito de la Sociolog¨ªa del Trabajo y de las Relaciones Laborales, asistimos con preocupaci¨®n a una campa?a sistem¨¢tica de deslegi-timaci¨®n del sindicalismo por parte de una derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica que, si hasta hace poco impugnaba su estrategia dialogante y negociadora, tild¨¢ndola de pactista y domesticada, ahora eleva el tono contra sus convocatorias reivindicativas y movilizadoras.
No se trata, lamentablemente, de reflexiones o propuestas sobre los efectos de la crisis econ¨®mica y el cambio ocupacional en el mercado de trabajo, las relaciones laborales y los agentes que participan en las mismas; ni de una evaluaci¨®n cr¨ªtica de sus resultados, identificaci¨®n de sus l¨ªmites y elaboraci¨®n de alternativas; sino de un discurso descalificador que, m¨¢s all¨¢ de su sesgo ideol¨®gico y formas desabridas, apunta contra las bases mismas de la legitimidad constitucional de los sindicatos y sus funciones de regulaci¨®n y defensa de los asalariados, en el marco de unas relaciones laborales asim¨¦tricas.
La derecha impulsa una sistem¨¢tica campa?a de desprestigio basada en t¨®picos, no en hechos
Cuanto mayor es la afiliaci¨®n sindical m¨¢s competitivo y pr¨®spero es un pa¨ªs
La combinaci¨®n de viejos resabios reaccionarios con el doctrinarismo neocon genera una imagen distorsionada del sindicalismo real, caricaturizado como anacr¨®nico, disfuncional, no representativo y muy alejado de sus hom¨®nimos europeos. Se trata de justificar as¨ª iniciativas y pr¨¢cticas orientadas a reducir derechos y ampliar desigualdades sociales
La realidad del moderno sindicalismo es, sin embargo, mucho m¨¢s compleja y su an¨¢lisis riguroso nos permite constatar tanto sus dificultades para la agregaci¨®n e intermediaci¨®n de intereses de una clase trabajadora cada vez m¨¢s fragmentada y plural, como el importante proceso de renovaci¨®n de sus estructuras, estrategias y programas de intervenci¨®n que la mayor¨ªa de las instituciones europeas, e incluso de los empresarios, valoran positivamente.
A nivel europeo, sus casi 60 millones de afiliados, hacen del sindical el mayor movimiento organizado de la UE-27, cuyo protagonismo en la construcci¨®n y defensa del modelo social ha sido y sigue siendo decisivo, como reconocen todas las instancias comunitarias.
Seg¨²n los ¨²ltimos informes oficiales de la Comisi¨®n Europea, la tasa media de afiliaci¨®n sindical es del 25,1%, porcentaje que se dobla a trav¨¦s de la representaci¨®n electoral en los centros de trabajo y triplica por la cobertura de la negociaci¨®n colectiva.
Cabe destacar, a este respecto, la existencia de una significativa correlaci¨®n positiva entre los niveles de sindicalizaci¨®n y los de competitividad econ¨®mica y cohesi¨®n social, como demuestra el caso de los pa¨ªses es
-candinavos, cuyo alto nivel de desarrollo tecnol¨®gico y productivo se corresponde con tasas de afiliaci¨®n superiores al 70% y una participaci¨®n sindical consolidada, tanto a nivel empresarial como institucional. Y es que, definitivamente, un sindicalismo fuerte no resta, suma.
Pese a su tard¨ªo reconocimiento legal (art¨ªculo 7 de la Constituci¨®n de 1978), el sindicalismo espa?ol ha realizado importantes aportaciones al desarrollo democr¨¢tico, socioecon¨®mico e institucional de nuestro pa¨ªs, habiendo experimentado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas una notable expansi¨®n cuantitativa y renovaci¨®n cualitativa, con la consiguiente convergencia con los principales indicadores comunitarios en la materia: desde 1990 ha duplicado el n¨²mero de afiliados, hasta superar ampliamente los tres millones de adscritos, lo que supone una tasa media del 19,9%, seg¨²n la ¨²ltima encuesta del Ministerio de Trabajo.
Esta importante presencia afiliativa se complementa con la audiencia electoral que, seg¨²n el marco legal regulador de las relaciones laborales en nuestro pa¨ªs, confiere a las elecciones sindicales en los centros de trabajo, la funci¨®n de determinar la interlocuci¨®n de los trabajadores y legitimar la representatividad de los sindicatos.
En la actualidad son alrededor de 340.000 los delegados elegidos en las empresas, representando directamente al 52,8% del total de la poblaci¨®n asalariada (lo que equivale a m¨¢s de ocho millones de personas), e indirectamente al conjunto de los trabajadores, conforme al procedimiento legal de irradiaci¨®n electoral.
As¨ª pues, la intervenci¨®n del sindicalismo espa?ol acredita una legitimidad de origen incuestionablemente democr¨¢tica, por cuanto son las elecciones las que determinan la representaci¨®n legal de los trabajadores tanto en las empresas (para la regulaci¨®n y seguimiento de las relaciones laborales en dicho ¨¢mbito), como a nivel sectorial (negociaci¨®n colectiva) e institucional (di¨¢logo social), lo que ampl¨ªa considerablemente el ¨¢rea de influencia sindical.
En nuestro pa¨ªs la negociaci¨®n colectiva es de eficacia erga omnes, lo que implica que la pr¨¢ctica totalidad de los trabajadores tiene reguladas sus condiciones laborales b¨¢sicas por convenios negociados por los sindicatos representativos, lo que exige, entre otras cosas, una considerable inversi¨®n de recursos econ¨®micos y humanos: tales como los 26.000 expertos sindicales que intervienen anualmente en la negociaci¨®n colectiva, los m¨¢s de 100.000 delegados de salud laboral que se ocupan de la seguridad y prevenci¨®n de riesgos en las empresas, los 340.000 delegados que asumen la interlocuci¨®n y defensa cotidiana de los trabajadores dentro y fuera de sus centros, lo que refuerza la legitimidad de ejercicio de la funci¨®n sindical.
Conviene precisar a este respecto, como r¨¦plica a la demagogia antisindical sobre los mal llamados liberados, que seg¨²n la Encuesta Europea a Empresas de 2009, los recursos de representaci¨®n a que tienen acceso los delegados sindicales espa?oles son muy inferiores a los de sus hom¨®logos europeos, tanto en formaci¨®n ad hoc como en la cantidad y calidad de la informaci¨®n que reciben de sus empresas y, especialmente, en el tiempo disponible para el ejercicio de sus funciones representativas que, en el caso espa?ol, es cuatro veces inferior a la media europea.
Consideramos pues que, m¨¢s all¨¢ de insuficiencias concretas y posibles errores, el sindicalismo merece el reconocimiento general por su gesti¨®n cotidiana en defensa de los trabajadores y por su contribuci¨®n institucional a la modernizaci¨®n de nuestras relaciones laborales, especialmente ahora cuando los estragos de la crisis hacen m¨¢s necesaria que nunca su intervenci¨®n para la agregaci¨®n y representaci¨®n de intereses, la gesti¨®n del conflicto y la recuperaci¨®n del di¨¢logo social, hasta el punto de que si no existieran, habr¨ªa que inventarlos.
Firman este art¨ªculo Pere J. Beney-to, Ram¨®n Al¨®s y Juan Jos¨¦ Castillo, profesores de las Universidades de Barcelona, Valencia y Madrid. Lo suscriben tambi¨¦n, Carlos Prieto (UCM), Enric Sanchis (UV), Pere J¨®dar (UPF) y Antonio Mart¨ªn, Fausto Migu¨¦lez, Albert Recio y Teresa Torns (UAB).
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