David Remnick 'Una buena pregunta es la que resulta inesperada'

Si no es en esta planta, la cima del mundo no debe de andar demasiado lejos. David Remnick, director de la revista The New Yorker, se?ala a trav¨¦s de los enormes ventanales de su despacho, en el piso 20? del edificio de Cond¨¦ Nast, un punto indeterminado m¨¢s all¨¢ de la antigua y de la nueva sede de The New York Times y de los luminosos de Times Square que parecen desplegarse en un pase privado para sus ojos. Al otro lado del r¨ªo y de la soleada, sucia, estrecha y ruidosa Manhattan apunta a algo que debe de ser Hackensack, en las profundidades de la vecina Nueva Jersey, y exclama con indisimulado orgullo: "?De all¨ª provengo!".

De c¨®mo Remnick, de 51 a?os, casado y con tres hijos, abandon¨® el lugar en el que creci¨® como el descendiente de un dentista y una profesora de arte de origen jud¨ªo para acabar dirigiendo los designios del bolet¨ªn oficial de la progres¨ªa estadounidense y del periodismo de calidad, encaja bastante en la clase de historia de superaci¨®n americana basada en el talento y el trabajo duro. Graduado en Literatura Comparada por Princeton y brillante reportero deportivo en su juventud (es c¨¦lebre un perfil suyo de Muhammad Ali, de pr¨®xima publicaci¨®n en Espa?a), su labor de cronista del agonizante comunismo como corresponsal en Mosc¨² para The Washington Post le vali¨® en 1994 un Premio Pulitzer por el libro de ensayos La tumba de Lenin. Los ¨²ltimos d¨ªas del Imperio Sovi¨¦tico.

"Una naci¨®n sin peri¨®dicos, pero con infinitos 'blogs' no ser¨ªa mejor"

"El periodismo te da una idea de lo normal que puede ser el poder"

"Entrevist¨¦ dos veces en profundidad a Obama. Pero es demasiado cauto"

Ingres¨® en la plantilla de The New Yorker hace 18 a?os y sucedi¨® en la direcci¨®n a la en¨¦rgica y un tanto alocada y derrochadora Tina Brown en 1998. En este tiempo ha colocado la revista en una envidiable posici¨®n para enfrentarse a los retos (la ca¨ªda publicitaria, la falta generalizada de inter¨¦s, el acoso digital) que desaf¨ªan la mera existencia de la prensa tradicional. Algo que es y seguir¨¢ siendo The New Yorker a sus 85 a?os de orgullosa periodicidad semanal, extrema reverencia por el texto, la ficci¨®n y el humor cl¨¢sico y escasas concesiones a los alardes fotogr¨¢ficos.

Bajo el mandato de Remnick, las ventas y las suscripciones han aumentado (hasta dejar atr¨¢s el mill¨®n de ejemplares) y, en medio de un escenario de debacle de ingresos (un 24% menos de publicidad solo el a?o pasado), la suya es la ¨²nica revista que no se ha visto obligada a recortar gastos en la todopoderosa Cond¨¦ Nast, gigante en problemas como el resto de los de su especie y propietaria de Vogue, Glamour o Vanity Fair.

En la era de la pandemia de los blogs, de la informaci¨®n como ilusi¨®n de conocimiento y de las aplicaciones para iPad, la receta de Remnick conf¨ªa su relevancia en la vieja f¨®rmula del periodismo de calidad: piezas largas sobre asuntos serios, escrupulosamente enfocadas y contrastadas con fiereza. Es la misma clase de ret¨®rica que desplegar¨¢ durante la larga conversaci¨®n para tratar de la publicaci¨®n en Espa?a de uno de los lanzamientos de no ficci¨®n m¨¢s exitosos de este a?o en Estados Unidos. El puente. Vida y ascenso de Barack Obama (Debate) es el monumental reportaje de Remnick sobre el camino que llev¨® a un negro, de madre estadounidense y padre keniano, a las puertas de la Casa Blanca como el genuino heredero del movimiento por los derechos civiles.

En un despacho ordenado, extrae de una nevera refrescos diet¨¦ticos y se mueve entre portadas enmarcadas de The New Yorker, un fr¨ªo retrato de Putin del fot¨®grafo Platon y primeras planas de sus a?os en Mosc¨² firmadas por ¨¦l mismo y apoyadas en la pared. Remnick perseguir¨¢ la palabra justa y el dato adecuado como el reportero riguroso que, antes que nada, se considera. Mientras, al otro lado de la puerta trabaja en oficinas individuales la Redacci¨®n de la revista, con su legendario escuadr¨®n de fact checkers, divisi¨®n dedicada a destripar cada pieza aspirante a publicaci¨®n para comprobar la veracidad de cada dato, cita y afirmaci¨®n.

Esos viejos reporteros que ejemplifican la p¨¦rdida de ciertos valores de la profesi¨®n en el hecho de que las redacciones se hayan convertido en sitios m¨¢s civilizados no encontrar¨ªan, a buen seguro, indicios de vida period¨ªstica en este silencioso lugar. "Todo ha cambiado", admite Remnick. "Antes reinaba el sonido de las m¨¢quinas de escribir, la gente se gritaba cosas horribles, se fumaba y alguien siempre estaba borracho. Cuando empec¨¦ en el periodismo era de otra manera".

?El refinamiento de la tribu es intr¨ªnsecamente malo? No importa que las redacciones sean ruidosas o no. Lo importante es cu¨¢n profunda, omnisciente, ajustada, inteligente y comprensiva sea una pieza period¨ªstica, no si el que la escribe es un tipo al que no presentar¨ªas a tu hija.

?No le interesa la mitolog¨ªa de este trabajo? ?A qui¨¦n le interesa? Funciona en las pel¨ªculas, y las pel¨ªculas me gustan, pero son pel¨ªculas...

?El periodismo mejora con el tiempo o es uno de esos raros asuntos no sujetos al darwinismo? No lo creo. Internet ha producido comunicaci¨®n sin fricci¨®n, un acceso a una vastedad de informaci¨®n de un modo incre¨ªblemente f¨¢cil y maravilloso. La informaci¨®n puede ser ilimitada, pero no el periodismo de calidad. Y ah¨ª es donde este es relevante, m¨¢s que hace 10, 15 o 75 a?os. La tecnolog¨ªa tiene consecuencias inesperadas, usted trabaja en un peri¨®dico y lo sabe todo sobre esas consecuencias inesperadas. Imag¨ªnese Espa?a sin EL PA?S. ?Cree que ser¨ªa mejor como naci¨®n si careciese de peri¨®dicos, pero contase con un infinito n¨²mero de blogs? Estoy convencido de que no.

En Estados Unidos empieza a darse la circunstancia de que grandes ciudades se est¨¢n quedando sin peri¨®dico... Crec¨ª cerca de la ciudad de Newark. Todos y cada uno de sus alcaldes han acabado en la c¨¢rcel por corrupci¨®n. Y ha sido gracias al Star-Ledger, que no es un peri¨®dico perfecto, obviamente. Trate de imaginarse una ciudad sin un actor que sea capaz de encarcelar a sus alcaldes corruptos. ?Querr¨ªa eso? A m¨ª me preocupa.

?Es este a¨²n el mejor oficio del mundo, como lo defini¨® Garc¨ªa M¨¢rquez? Para m¨ª lo es. Yo vengo de una ciudad peque?a y para un chico como yo representaba la posibilidad de un billete con el que viajar al gran mundo y hacer preguntas groseras sobre asuntos como pol¨ªtica internacional. Es divertido. Claro que Garc¨ªa M¨¢rquez acab¨® por abandonarlo.

?Cu¨¢l es el secreto de una buena pregunta? Que sea inesperada. Se trata de sacar a los personajes de sus casillas, de lo que se espera de ellos. Una entrevista nunca se puede convertir en un peloteo de pimp¨®n. Hay que mandar una bola de vez en cuando a la esquina, adonde le cueste trabajo a tu oponente devolverla. En eso, la maestra era Orianna Fallacci.

?Y c¨®mo se siente uno al otro lado de la grabadora? Inc¨®modo. S¨¦ lo que hago cuando estoy en su lugar, no cuando me siento en este. Cada cual tiene sus m¨¦todos. Hab¨ªa un periodista de The New York Times, llamado A. J. Liebling, que se limitaba a ponerse frente a su interlocutor y no dec¨ªa nada, simplemente le miraba fijamente. Un tipo que conoc¨ª en Gaza conduc¨ªa las entrevistas como si fueran horrendas discusiones. Lo que en ning¨²n caso es aceptable es la conferencia de prensa. Es el teatro de lo irrelevante.

En Espa?a, la ¨²ltima moda entre los pol¨ªticos es la rueda de prensa sin posibilidad de preguntas... Me lo creo. Y luego est¨¢n los que piden las preguntas previamente por escrito, o los que, y esto es muy de Washington, piden ver las respuestas transcritas para masajearlas.

Sol¨ªa decirse que el periodismo de calidad vend¨ªa revistas. Ahora solo se habla de cu¨¢nto cuesta... Si es de una gran calidad, la gente querr¨¢ pagar por ello. Tome nuestro caso. Somos una naci¨®n de 300 millones, y probablemente unos tres millones leen la revista. Es solo el 1% de la poblaci¨®n, podr¨ªa pensarse. O si no, calcular que con esa gente se puede llenar el estadio de los Yankees muchas veces. Es un mont¨®n de gente leyendo piezas largas sobre asuntos inesperados, frente a otros que ofrecen informaci¨®n desgajada como si administrasen comida para gatos. Las revistas que ofrezcan lo que cualquiera es capaz de hacer tendr¨¢n problemas. Pueden cortar gastos, pintar sus oficinas de rojo o de azul, pero no solucionar¨¢n nada.

Mi opini¨®n es que gran parte de sus lectores se sienten confortables al comprar la revista, se gustan vi¨¦ndose clientes de 'The New Yorker'. Y cuesta creer que alguien al llegar a casa tras diez horas de trabajo, diga: 'Cari?o, antes de la cena leer¨¦ esta pieza de 20 folios sobre el tr¨¢fico de diamantes en Madagascar'. No estoy de acuerdo. Cuando coges una copia de la revista Time te encuentras lo que esperas encontrarte. Las noticias de la semana. No hay nada m¨¢s viejo en este mundo que el peri¨®dico de ayer o la revista Time de la semana pasada. Pero hay muy poco de viejo en una copia antigua de nuestra revista.

?Ser¨¢ sostenible su potente departamento de correctores y 'fact checkers' dentro de 10 a?os? S¨ª. Es parte de lo que somos. Cuando empiezas a da?ar lo que eres, durante un tiempo te podr¨¢s decir a ti mismo que a¨²n eres lo que sol¨ªas. Pero si sigues despoj¨¢ndote de cosas, te quedar¨¢s solo con un nombre. No vale la pena.

Aun as¨ª usted logr¨® recortar gastos el a?o pasado. ?C¨®mo? Puro ingenio.

Y algo de inmodestia... Cierto. No es f¨¢cil, tienes que mirar mucho d¨®nde gastas el dinero. Mi filosof¨ªa es la de un productor de cine antiguo. No gastes en aquello que no se vaya a ver en pantalla. No quiero perder dinero en cuentas de restaurante, en la clase de estupideces en las que un periodista puede gastar mucho. ?Que necesitas m¨¢s pasta para volver a un sitio y hacer m¨¢s trabajo de reporterismo? Adelante, coge el dinero y vuelve.

Eso lo convertir¨¢ en el favorito de la profesora aqu¨ª, en Cond¨¦ Nast... Eso que dice no tiene sentido. Creo que ese puesto es o deber¨ªa ser para Anna Wintour [directora de Vogue].

?C¨®mo se encontr¨® la revista en 1998? Creo que Tina Brown hizo un mont¨®n por darle velocidad, pero no en el sentido de rapidez, sino en el de esas anfetaminas que tomabas cuando eras estudiante, ten¨ªas un examen important¨ªsimo y ning¨²n tiempo para dormir. A veces una instituci¨®n se apoltrona y necesita una patada en el culo. Asumi¨® riesgos, no todos funcionaron, gast¨® un mont¨®n de dinero. Pero creo que deb¨ªa hacerlo. No soy de esos que criticar¨ªa a su predecesor para mejorar mi cartel. No tengo planes de dejar la revista, pero cuando ese tiempo llegue espero que la persona que me sustituya lo haga mejor que yo.

?Volver¨¢ la publicidad por donde se ha ido? No lo s¨¦. Creo que no a los niveles de hace 10 a?os. Hay dos maneras de hacer dinero, que es para lo que estamos aqu¨ª: publicidad y cu¨¢nto cobramos por las suscripciones, ya sean en iPad, en una pantalla o en papel. La publicidad est¨¢ en m¨ªnimos hist¨®ricos, as¨ª que tenemos que subir el precio del ejemplar.

Pero ya lo subieron... No lo suficiente... Nuestros lectores lo entender¨¢n, eso me da confianza en el futuro. Y un cierto sentido de estar embarcado en una misi¨®n.

?Las revistas y los dispositivos electr¨®nicos har¨¢n buenos compa?eros de cama? S¨ª. Tengo 51 a?os y soy un poco adicto al papel y todo eso, pero esto no va conmigo, sino con mi hijo de 20 o mi otro hijo de 16. En cualquier caso, son asuntos de importancia secundaria. Si t¨² quieres leer la revista impresa sobre una lata de refresco, adelante, yo la imprimir¨¦ all¨ª. Solo me parece moderadamente interesante discutir acerca de los nuevos dispositivos. Prefiero que hablemos largo y tendido de Anna Karenina que del cacharro que le sirva para leerlo.

?C¨®mo demonios ha escrito un libro de 700 p¨¢ginas con cientos de entrevistas mientras trabajaba aqu¨ª? Escrib¨ª un art¨ªculo, llamado La generaci¨®n de Josu¨¦, que me satisfizo mucho. Trataba sobre raza, pol¨ªtica, identidad, biograf¨ªa... cosas que me interesan... y me dije que podr¨ªa hacerlo. Fui al funeral de John Updike y me qued¨¦ unos d¨ªas entrevistando a profesores de Derecho de Obama. Not¨¦ que estaba aprendiendo cosas que no sab¨ªa sobre ¨¦l. Me pareci¨® buena se?al. Cada d¨ªa me levantaba muy pronto por la ma?ana, trabajaba unas cuantas horas, ven¨ªa aqu¨ª, hac¨ªa mi jornada, volv¨ªa a casa y trabajaba unas horas m¨¢s. No es la mejor manera de escribir un libro, pero tampoco me puedo ausentar de aqu¨ª porque mi labor es importante para mucha gente.

?Es un adicto al trabajo? Creo sinceramente que no. Me parece que es una palabra que la gente usa para justificar su gran sacrificio. En mi caso no lo es, es un trabajo que consiste en leer, en escribir... No me parece tan malo.

?Qu¨¦ hace en su tiempo libre? Cosas muy similares a las que hago en el trabajo. Leer, escribir [risas]. No tengo muchos hobbies. Sol¨ªa gustarme jugar al ajedrez. Cuando era ni?o ca¨ª enfermo durante 10 d¨ªas, la semana en la que Bobby Fischer y Bor¨ªs Spassky jugaron las series mundiales. Pero no soy muy bueno. La m¨²sica tambi¨¦n me gusta, el jazz sobre todo.

Defina el cielo en t¨¦rminos jazz¨ªsticos... Lo viv¨ª el otro d¨ªa en Nueva York. Sonny Rollins, Ornette Coleman y Roy Haynes, tres octogenarios juntos. Acariciaron las nubes.

?Entrevist¨® a Obama para el libro? Dos veces, en gran profundidad. Estuvo bien que lo hiciera, pero no es cuando m¨¢s aprend¨ª sobre el personaje. Es demasiado cauto. La gente que m¨¢s me aport¨® son aquellos que no est¨¢n en pol¨ªtica y lo conoc¨ªan antes de que ¨¦l fuera ¨¦l. Me pregunto si la gente se interesar¨¢ por el libro en Espa?a. Por cierto, felicidades por la Copa del Mundo de f¨²tbol... Escrib¨ªa sobre deporte cuando era muy joven, as¨ª que s¨¦ un poco m¨¢s que el resto de mi generaci¨®n sobre f¨²tbol. Sol¨ªa ir cuando era corresponsal en Mosc¨², pero hac¨ªa un fr¨ªo del demonio...

A usted, tan abonado al simbolismo de los hechos en su trabajo period¨ªstico, debi¨® de interesarle mucho el partido entre Estados Unidos y Ghana, el primer pa¨ªs africano visitado por Obama como presidente. Secretamente iba con Ghana, la mujer de uno de mis mejores amigos es de all¨ª. Era mucho m¨¢s importante para ellos que para nosotros.

Otro s¨ªmbolo, el puente de Selma, en Alabama, escenario de violentos brotes racistas en 1965, es el eje sobre el que hace girar todo su libro... ?Tan central es para usted ese momento en el que Obama vuelve y da un discurso sobre ese puente, o se trata m¨¢s bien de un truco de gui¨®n? No es un truco. Mire, el primer recuerdo de algo que estuviese del todo bien en la vida p¨²blica de este pa¨ªs fue, cuando era un cr¨ªo, el movimiento por los derechos civiles... Es probablemente lo m¨¢s inspirador que ha sucedido aqu¨ª. El problema central de Estados Unidos es la raza. La esclavitud es nuestro pecado original. La habilidad de Obama de conectar su biograf¨ªa y su candidatura con esa tradici¨®n fue esencial para su victoria. ?Obama solo era un senador que representaba a una peque?a vecindad sin ning¨²n inter¨¦s de Chicago! ?Cu¨¢l era su atractivo? Es muy inteligente, un maravilloso orador, la gente estaba harta de Hillary... Pero su seducci¨®n estaba basada sobre todo en su biograf¨ªa, en la presentaci¨®n al p¨²blico de su propia vida. Una vida que ret¨®ricamente combin¨® para representar una nueva forma de la identidad americana, es decir, multirracial, muy apegada a la inmigraci¨®n y que suministra la cura para la mayor herida en la historia de Am¨¦rica, la raza.

?Cree que invent¨® algo para hacer m¨¢s 'sexy' su biograf¨ªa? No. Eso es una locura. Creo que es un movimiento desesperado, una serie de invenciones de la extrema derecha basadas en el resentimiento y el miedo al otro. La sola idea de que no es americano es asquerosa. Su certificado de nacimiento, se lo puedo ense?ar en Internet, es aut¨¦ntico. Nadie que se haya presentado a presidente de EE UU ha tenido nunca que soportar estas humillaciones. Pero no, ¨¦l tiene que proclamar y demostrar que es cristiano una y otra vez y otra vez. Como si el hecho de ser musulm¨¢n fuera malo. Es un reflejo del degradado universo del partido republicano y de su mundo medi¨¢tico, particularmente la Fox. M¨¢s del 20% de mis compatriotas creen que Obama es musulm¨¢n. Es otra de esas consecuencias inesperadas de Internet. Esas esquinas oscuras desde las que se emite propaganda que golpea y esconde la mano.

Lo cierto es que Estados Unidos, con la excepci¨®n del cat¨®lico Kennedy, nunca ha tenido un presidente no protestante... Hace cuatro a?os nadie habr¨ªa dicho tampoco que est¨¢bamos preparados para un presidente negro. Conf¨ªo m¨¢s en Estados Unidos que la mayor¨ªa. No creo que Francia est¨¦ tampoco lista para un presidente musulm¨¢n. Tampoco Espa?a.

?Qui¨¦n puede tener inter¨¦s en leer un libro de casi 700 p¨¢ginas sobre el personaje m¨¢s expuesto del mundo, que est¨¢ todos los d¨ªas en los peri¨®dicos? Era uno de mis grandes desaf¨ªos. No olvide que ¨¦l ha escrito su autobiograf¨ªa. Est¨¢ ah¨ª y todo el mundo la ha le¨ªdo. No creo que mi obra sea en todo caso la ¨²ltima palabra sobre Obama.

Obviamente, le vot¨®. Lo hice.

El libro destila gran fascinaci¨®n por el personaje. ?No coquetea con la complacencia? Sent¨ªa por supuesto una gran fascinaci¨®n, si no, no hubiese pasado por todo ese tremendo proceso.

?Le ha defraudado su presidencia? Finalmente, la poes¨ªa de la campa?a electoral deja paso a la prosa de la presidencia. Me han emocionado muchas cosas, como la reforma sanitaria. Hizo mucho por que la econom¨ªa estadounidense no sufriera un colapso mucho mayor y mantuvo su promesa de abandonar Irak. Probablemente, sin la intervenci¨®n de su Administraci¨®n no existir¨ªa la industria automovil¨ªstica, y tenemos conversaciones de paz entre israel¨ªes y palestinos (en las que conf¨ªo solo moderadamente, por razones obvias). Me desagrada mucho nuestra pol¨ªtica en Afganist¨¢n, creo que vamos hacia ninguna parte muy r¨¢pido, y estoy muy poco o nada contento con la pol¨ªtica clim¨¢tica. Hay muchas cosas que me preocupan. Pero no recuerdo ning¨²n presidente que haya tenido que enfrentarse con tantas crisis al ingresar en la Casa Blanca. Est¨¢ pagando por ello. Creo que va a perder un mont¨®n de congresistas en noviembre. Hay un 9,7% de paro, la recuperaci¨®n est¨¢ siendo inequitativa, por decirlo de un modo suave, y su pol¨ªtica internacional deja que desear. Creo que no est¨¢ dotado para las relaciones personales con otros l¨ªderes mundiales, como s¨ª lo estaba Clinton. Con todo, y aunque odio el periodismo de predicci¨®n, creo que ganar¨¢ las pr¨®ximas elecciones a presidente.

?El hecho de hallarse escribiendo un libro sobre Obama afect¨® al modo en el que 'The New Yorker' informaba sobre sus asuntos? No. Para la derecha soy un liberal izquierdista pro-Obama. Para la izquierda soy ese tipo que puso la portada en la que Barack parec¨ªa un terrorista y Michelle empu?aba un fusil. Solo era una parodia sobre los rumores y mentiras que circulaban sobre ¨¦l alimentados por la extrema derecha.

H¨¢bleme del ambiente en el que creci¨®. Era una familia de clase media suburbana, en una zona aburrida. Quer¨ªa salir de all¨ª e involucrarme en la gran vida, en el gran mundo. Pronto supe que no ser¨ªa una estrella del rock, por mi incapacidad para tocar la guitarra. Y eso que cuando ten¨ªa 18 a?os me fui a Par¨ªs y estuve tocando en el metro como un burdo imitador de Bob Dylan. Tocaba Dire Straits, cosas as¨ª. El periodismo fue mi billete a la aventura y al aprendizaje. Representaba lo opuesto a lo aburrido, a lo dom¨¦stico.

?Cu¨¢l es su primer recuerdo de lo que significaba esa aventura de ser periodista? Creo que el milagro diario de The New York Times. Pod¨ªas tomar esta imagen del mundo cada d¨ªa. Recuerdo leer muy jovencito un libro del extraordinario periodista Gay Talese sobre las interioridades del diario. Era como mirar tras la cortina del teatro. Luego me met¨ª con un periodismo m¨¢s radical, en sitios como Rolling Stone, The Village Voice, Esquire... The New Yorker me parec¨ªa una publicaci¨®n un tanto aburrida.

Luego acabar¨ªa en la excitante Uni¨®n Sovi¨¦tica de finales de los ochenta. A alguien se le ocurri¨® mandarme en 1988, era como que te mandasen a San Petersburgo en 1916. O a Espa?a en la Guerra Civil. Es lo m¨¢s afortunado que nunca me sucedi¨®. Era un gran peri¨®dico y un gran territorio y solo hab¨ªa dos personas en todo el imperio sovi¨¦tico... Era como estar en el cielo. Tambi¨¦n, porque no est¨¢bamos en guerra, no mor¨ªa gente a diario.

?Qu¨¦ consejo dar¨ªa a un joven periodista que no aceptase el cabal de dedicarse a otra cosa? Que sea comprensivo. Y se interese en la gente. No hay que ir con ideas preconcebidas. A veces me entrevistan y lo ¨²nico que veo que me preguntan es lo que han le¨ªdo en los dossiers de prensa, es como si quisieran que les dijera algo que ya saben, solo que un poco cambiado. Cuando empec¨¦ en esto me encant¨® saber lo sorprendente que puede llegar a ser la gente. Sobre todo los grandes hombres...

?Por ejemplo? Todos. Gorbachov, Yeltsin, Lady Gaga... Son personas, si los encuentras en el momento adecuado y con la actitud correcta, los puedes desenmascarar, y eso es maravilloso. Le contar¨¦ una an¨¦cdota. Gorbachov ten¨ªa un rival temible: Ligachev. Todos los corresponsales de Mosc¨² lo ve¨ªamos as¨ª, "el segundo hombre m¨¢s poderoso de la URSS". Una vez le ped¨ª una entrevista y me dijo que se pasar¨ªa por mi oficina. Yo le dije, no se preocupe, ya me acerco yo. E insisti¨®. Y apareci¨® este tipo con el pelo gris, un traje ra¨ªdo y un malet¨ªn. Me dijo que hab¨ªa olvidado algo en casa, que si no me importaba acompa?arlo. Lo hice, y cuando subi¨® a su apartamento olvid¨® el malet¨ªn en el coche. Lo cog¨ª y lo sacud¨ª. Estaba vaci¨®. Lo usaba como una herramienta de defensa. Era un tipo extremadamente normal. El periodismo te da una idea de lo normal y vac¨ªo que puede ser el poder.