La crisis dentro de la crisis
Si no encontramos palabras que rompan el silencio y acciones que nos saquen de la par¨¢lisis, la crisis ser¨¢ el destino de Occidente. La pasividad y la resignaci¨®n no son solo consecuencias, sino causas profundas
No somos economistas, pero intentamos comprender. Vemos una sucesi¨®n de crisis -financiera, presupuestaria, econ¨®mica, pol¨ªtica...-, definidas todas ellas por la incapacidad de los Gobiernos para proponer otras medidas que no sean esas denominadas "de austeridad". Hay, finalmente, una crisis cultural: la incapacidad para definir un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento. Cuando sumamos todas estas crisis, que duran ya cuatro a?os, nos vemos obligados a preguntarnos: ?existen soluciones o vamos ineluctablemente hacia el precipicio, sobre todo respecto a pa¨ªses como China o Brasil?
Ni los economistas ni los Gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que ralentizar la ca¨ªda. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la pol¨ªtica y la cultural.
El capitalismo es incapaz de autorregularse y el movimiento obrero est¨¢ muy debilitado
Existen ideas y existen fuerzas. Ah¨ª est¨¢n la ecolog¨ªa, el feminismo y el respeto a las minor¨ªas
2009. La financiera es la que mejor conocemos en su desarrollo, incluida su preparaci¨®n, a partir de los a?os noventa, mediante crisis sectoriales o regionales y "burbujas" como la de Internet, o, m¨¢s tarde, esc¨¢ndalos como el de Enron. Todo esto, junto con el caso Madoff y, sobre todo, el hundimiento del sistema bancario en Londres y Nueva York, en 2008, nos coloc¨® al borde de una situaci¨®n excepcionalmente grave. Entonces descubrimos la existencia de un segundo sistema financiero que obtiene beneficios de miles de millones de d¨®lares para los directivos de los hedge funds y tambi¨¦n para los grandes bancos y sus traders m¨¢s h¨¢biles. Este segundo sistema financiero no tiene ninguna funci¨®n econ¨®mica y solo sirve para permitir que el dinero produzca m¨¢s dinero. ?Por qu¨¦ no hablar aqu¨ª de especulaci¨®n?
Estupor. Despu¨¦s de tantos a?os de fe en el progreso, de resultados econ¨®micos muy positivos y de una multiplicidad sin precedentes de nuevas tecnolog¨ªas, la econom¨ªa occidental revela una b¨²squeda del beneficio a toda costa, una pulsi¨®n de latrocinio y corrupci¨®n. Gracias al presidente Obama y a los grandes pa¨ªses europeos, se evit¨® la cat¨¢strofe. Pero, desde entonces, la situaci¨®n no se ha enderezado. Ha sido en Reino Unido donde la cat¨¢strofe ha tenido los efectos m¨¢s destructivos; por eso es tambi¨¦n en ese pa¨ªs donde el nuevo Gobierno puede imponer a unos bancos de facto nacionalizados las medidas de control m¨¢s fuertes.
La izquierda ha perdido el poder en Reino Unido y ha pasado a ser minoritaria en una Espa?a abrumada por las consecuencias de la crisis. Espa?a hab¨ªa decidido apostar su futuro econ¨®mico a las cartas del turismo y la construcci¨®n, y ha sufrido un choque violento. Su tasa de paro subi¨® hasta el 20% y los espa?oles le han retirado su confianza a Zapatero, aunque su rechazo hacia el PP de Rajoy es a¨²n m¨¢s fuerte. Es el ejemplo extremo de una crisis que, como en los dem¨¢s lugares, no genera propuestas econ¨®micas ni sociales nuevas.
Tras la cat¨¢strofe de 1929, los estadounidenses llevaron al poder a Franklin D. Roosevelt, que lanz¨® su new deal. En 1936, Francia recuper¨® su retraso social con las leyes del Frente Popular. Hoy, silencio, vac¨ªo, nada. Los pa¨ªses occidentales no parecen capaces de intervenir sobre su econom¨ªa. Los economistas responden a menudo que estas cr¨ªticas no llevan a ning¨²n lado y que las Casandras no hacen sino agravar las cosas. Es falso: Casandra tiene raz¨®n, nadie propone una soluci¨®n.
2010. Las crisis se ampl¨ªan y se hacen m¨¢s profundas. En Europa, de forma m¨¢s visible, pero tambi¨¦n en Estados Unidos. El hundimiento de Grecia, evitado en el ¨²ltimo momento y despu¨¦s de perder mucho tiempo, ha revelado que la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, incluidos algunos del Este, como Hungr¨ªa, estaban en plena ca¨ªda. Su d¨¦ficit presupuestario resta cualquier realidad al pacto que quer¨ªa limitarlo al 3% del presupuesto del Estado. La deuda p¨²blica se dispara y sabemos que la situaci¨®n actual implica una reducci¨®n del nivel de vida de las pr¨®ximas generaciones. Ya ni siquiera se habla de "pol¨ªtica de recuperaci¨®n", sino de "rigor" y "austeridad", lo que conduce a muchos Gobiernos a reducir los gastos sociales. Esto se puede ver en Francia, cuyo Gobierno quiere una reforma de las pensiones. El retroceso del trabajo con respecto al capital en el reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.
De nuevo, se trata de una crisis pol¨ªtica. La ausencia de movilizaci¨®n popular, de grandes debates, incluso de conciencia de lo que est¨¢ en juego, todo ello revela una impotencia cuya ¨²nica ventaja es que nos mantiene alejados de efectos, como la llegada de Hitler al poder, de la crisis de 1929. Pero este vac¨ªo aparece cada vez m¨¢s como la causa profunda de la crisis que como su consecuencia. Ante la implosi¨®n del capitalismo financiero, los pa¨ªses occidentales son incapaces de enderezar, e incluso de analizar, la situaci¨®n. Las poblaciones sufren, pero lo que ocurre en la econom¨ªa permanece al margen de su experiencia vital. La globalizaci¨®n de la econom¨ªa ha roto los lazos entre econom¨ªa y sociedades, y las pol¨ªticas nacionales han perdido casi cualquier sentido. Hasta los movimientos de opini¨®n m¨¢s originales, como Move on y Viola, se sit¨²an en un plano m¨¢s moral que econ¨®mico y social. La nave de los locos occidentales se hunde en las crisis mundiales, pero la extrema derecha de los tea parties estadounidenses solo quiere la piel de Obama, acusado de ser musulm¨¢n, mientras que la extrema izquierda italiana quiere antes que nada la piel de Berlusconi, que merece ciertamente una condena que la oposici¨®n de izquierda no es capaz de obtener proponiendo otro programa.
?Y qu¨¦ viene despu¨¦s de 2010? Seguimos subestimando la gravedad y el sentido del silencio general. Hay que cambiar de escala temporal para comprender unos fen¨®menos cuyo aspecto m¨¢s extraordinario es que nadie parece ser consciente de ellos.
Hay que interrogarse sobre Occidente. Desde mediados de la Edad Media, Occidente cre¨® un modelo diferente a todos los dem¨¢s, y lo hizo concentrando todos los recursos, conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religi¨®n en manos de una ¨¦lite triunfante. As¨ª cre¨® monarqu¨ªas absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo. Pero al precio de la explotaci¨®n de todas las categor¨ªas de la poblaci¨®n, desde los s¨²bditos del rey hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este modelo occidental se bas¨® tambi¨¦n en las luchas entre Estados, que terminaron transform¨¢ndose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa. En el plano social, la evoluci¨®n fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron liberando a fuerza de revoluciones pol¨ªticas y movimientos sociales. Y los pa¨ªses de Occidente conocieron algunas d¨¦cadas de mejor¨ªa de la vida material, de grandes reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte. Pero fue un verano corto y Europa se encontr¨® sin proyectos, sin capacidad de movilizaci¨®n y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernizaci¨®n opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucci¨®n y la reunificaci¨®n de sociedades polarizadas durante tanto tiempo.
El gran capitalismo acaba de mostrar de nuevo su incapacidad de autorregularse, y el movimiento obrero est¨¢ muy debilitado. Ya no hay pensamiento en las derechas en el poder. La ¨²nica gran tendencia de la derecha es la xenofobia; la ¨²nica gran tendencia de la izquierda es la b¨²squeda de una vida de consumo sin contratiempos.
No nos dejemos arrastrar a una renuncia general a la acci¨®n. Existen fuerzas capaces de enderezar la situaci¨®n. En el plano econ¨®mico, la ecolog¨ªa pol¨ªtica denuncia nuestra tendencia al suicidio colectivo y nos propone el retorno a los grandes equilibrios entre la naturaleza y la cultura. En el plano social y cultural, el mundo feminista se opone a las contradicciones mortales de un mundo que sigue dominado por los hombres. En el terreno pol¨ªtico, la idea novedosa es, m¨¢s all¨¢ del gobierno de la mayor¨ªa, la del respeto de las minor¨ªas.
Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa de las crisis. ?C¨®mo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies?
Pero nuestra impotencia econ¨®mica, pol¨ªtica y cultural no es consecuencia de la crisis, es su causa general. Y si no tomamos conciencia de esta realidad y si no encontramos las palabras que rompan el silencio, la crisis se profundizar¨¢ a¨²n m¨¢s y Occidente perder¨¢ sus ventajas. Entonces ser¨¢ demasiado tarde para intentar atenuar una crisis que ya se habr¨¢ convertido en destino.
Alain Touraine es soci¨®logo. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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