'La Estrella' se pavonea
Dios, qu¨¦ angustia. La banda ya estaba en el coqueto escenario del Palacio Municipal de Congresos. Solo faltaba ¨¦l. Unas grandes pantallas se abrieron al fondo como en mar Rojo y unas letras luminosas daban la noticia, como si nadie lo supiera: "Camilo Sesto", se le¨ªa. El p¨²blico, que lleno el recinto (unas 2.000 personas), aplaudi¨® a las letras hasta romperse las manos. Otra compuerta se movi¨® y, entonces, apareci¨®. Ten¨ªa que subir una peque?a escalera, sus piernas flaquearon y sufri¨® un leve tropez¨®n. Las manos del p¨²blico, que segu¨ªan aplaudiendo, se paralizaron entonces. Dios, qu¨¦ angustia. Fue solo un segundo. Camilo se enderez¨® y termin¨® de sortear las escaleras hasta con cierta gracia. Para entonces la platea ya se hab¨ªa convertido en un pabell¨®n psiqui¨¢trico. Y todav¨ªa no hab¨ªa empezado el concierto.
Pero urgen las presentaciones. Por un lado, Camilo Sesto, 64 a?os, 20 de ellos sin actuar en la capital, 50 millones de discos vendidos, seguramente la primera gran estrella musical de nuestro pa¨ªs, cuando todav¨ªa el derecho a la huelga era solo un anhelo. Por el otro lado, un p¨²blico chocante, compuesto por se?oras y se?ores aparentemente pudientes, que miraban con curiosidad a la facci¨®n m¨¢s joven de la audiencia, que la hab¨ªa. En otro flanco se encontraban los devoradores de la cosa rosa, que anoche cambiaron el plan: en lugar de quedarse en casa viendo S¨¢lvame Deluxe prefirieron (por unos m¨®dicos 50 euros) presenciar algo mucho m¨¢s aut¨¦ntico.
Antes de empezar se sucedieron los comentarios maledicentes sobre cirug¨ªas est¨¦ticas. Tambi¨¦n se hablaba de m¨²sica, no se crean, pero con el mismo tamiz morboso: ?podr¨¢ llegar el de Alcoy a los desbordantes registros vocales de los a?os setenta? Alaska y su pareja, Mario Vaquerizo, no se lo perdieron (faltar¨ªa m¨¢s). Tampoco otros m¨²sicos, como Pastora Soler o Alejo Stivel, voz de Tequila, que aport¨® un dato revelador: "Tequila est¨¢bamos en la misma oficina de m¨¢nager que Camilo Sesto. Ser¨ªa mediados de los setenta. Nadie le llamaba por su nombre: todo el mundo se refer¨ªa a ¨¦l como 'La Estrella". La infanta Margarita, hermana del Rey, tambi¨¦n anunci¨® su presencia. A sus 71 a?os, lo mismo le da AC/DC (s¨ª, estuvo all¨ª) que Camilo Sesto.
Despu¨¦s del traspi¨¦ Camilo mostr¨® su planta. Se visti¨® con un pantal¨®n de cuero negro, una chaqueta de ante del mismo color y una pajarita de la que pronto se desprendi¨®. Se mueve de una forma extra?a el cantante, como si se le atascase la cadera. Le da una imagen de chuleta, la verdad, como Iggy Pop, pero con pantalones. Otras veces se parece m¨¢s a una figura de Lladr¨®. La consigna del concierto fue: como en el 78. Y se intent¨® a conciencia: una orquesta de 17 m¨²sicos y tres coristas con esos "la-la-la" tan setenteros, el p¨²blico lanzando rosas, la pantalla proyectando velas mientras se suced¨ªan las baladas... O sea, como en el 78, pero sin patillas y m¨¢s hortera. Y sin la voz de entonces. Valiente, Camilo no rehuy¨® las florituras vocales. Pero midi¨® mal sus fuerzas: Tarde o temprano no debi¨® cantarla. Al menos tan pronto, porque su garganta casi quebr¨®.
El pundonor le hizo aguantar hasta el final, en un concierto que plante¨® duro, de m¨¢s de dos horas. Fresa salvaje son¨® rotunda, quiz¨¢ la que m¨¢s. Lleg¨® a arrodillarse Camilo, ?como en los setenta!, y sali¨® de la aventura con los ligamentos intactos. Exhausto, para el final dej¨® Vivir as¨ª es morir de amor, Perd¨®name y Algo de m¨ª. A esas alturas su voz era ya un lamento que ped¨ªa suplicante un descanso. El p¨²blico, generoso, estall¨® en aplausos. Hoy vuelve a comparecer en el mismo lugar y con todo vendido. Habr¨¢ que tirar de agallas.
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