Mot¨ªn antidemocr¨¢tico
El presidente ecuatoriano emerge victorioso de la rebeli¨®n policial, pero debilitado pol¨ªticamente
El enfrentamiento a tiros entre las dos instituciones clave de la seguridad del Estado -ej¨¦rcito leal y polic¨ªa amotinada- que ha tenido Quito por escenario ha debido trasladar mentalmente a muchos ecuatorianos a un turbulento pasado no lejano, el de un pa¨ªs con 10 presidentes en una d¨¦cada y los tres ¨²ltimos depuestos en revueltas. La sorprendente estabilidad del Ecuador de Rafael Correa se quebr¨® el mi¨¦rcoles. El presidente, v¨ªctima de una dram¨¢tica peripecia durante horas, pr¨¢cticamente televisada en directo, emerge indemne y victorioso de una rebeli¨®n policial por motivos econ¨®micos, con muertos y heridos. Pero su posici¨®n pol¨ªtica es ahora m¨¢s d¨¦bil que antes de la mayor crisis de su mandato.
Protesta policial fuera de control o intento de golpe organizado, como Correa considera, el inadmisible atentado contra el sistema democr¨¢tico, condenado desde los cuatro puntos cardinales, se produce en un marco de deterioro pol¨ªtico y polarizaci¨®n crecientes. De ¨¦l forma parte el enfrentamiento entre el presidente ecuatoriano, acusado de autoritarismo, y un Parlamento bloqueado y renuente a dar el visto bueno a sus reformas legislativas. El jefe del Estado amenaza con su disoluci¨®n y gobernar por decreto hasta la celebraci¨®n de elecciones, a lo que le autoriza la Constituci¨®n a su medida, aprobada triunfalmente hace dos a?os.
Los problemas del l¨ªder ecuatoriano, un izquierdista convencido, aunque un m¨¢s que improbable l¨ªder revolucionario por su extracci¨®n social y su formaci¨®n estadounidense, son b¨¢sicamente econ¨®micos. Ecuador sufre especialmente la ca¨ªda de los precios del petr¨®leo -y el recorte de producci¨®n por las compa?¨ªas for¨¢neas, que se sienten amenazadas-, el descenso acusado de las remesas de sus dos millones de emigrantes y la falta de inversiones extranjeras. Se ha acabado, en consecuencia, la alegr¨ªa en gastos sociales que, en la estela del chavismo venezolano, trajo consigo el boom del crudo y el impago, en 2008, de m¨¢s de 3.000 millones de d¨®lares de deuda, en aras del progresismo. Atemperado forzosamente su populismo, el presidente intenta pasar en el Congreso un programa de austeridad al que incluso se oponen en su propio partido. La poda de ingresos policiales, funcionariales en general, forma parte de ¨¦l.
Es m¨¢s que probable que Rafael Correa capee la crisis. Los ecuatorianos le siguen apoyando (aunque mucho menos que hace un a?o), el Ej¨¦rcito le ha demostrado lealtad durante las horas aciagas y la oposici¨®n es d¨¦bil y fragmentaria. Pero resulta evidente que tendr¨¢ que negociar con sus adversarios e hilar mucho m¨¢s fino en el trato con los decisivos generales, que ya le han pedido que renuncie a imponer los recortes que dispararon la sublevaci¨®n. En cualquier caso, la luna de miel entre el socialista cristiano y sus compatriotas, a los que prometi¨® una vida mucho mejor que la del fallido neoliberalismo, parece definitivamente acabada.
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