Galer¨ªa de Santos
Nada sabemos de Chicha Montenegro tras haber asistido al ¨²ltimo estreno de Carles Santos en la inauguraci¨®n del festival Temporada Alta de Girona. En las notas del programa, el compositor dice que los cuatro cantantes actores se han relacionado con ella en un momento u otro, pero no queda claro d¨®nde ni en qu¨¦ circunstancias. Sin duda, del t¨ªtulo hay que retener la palabra gallery, galer¨ªa: cuadros libres que pasan ante la mirada at¨®nita del espectador. Santos ha dejado de lado estructuras vagamente narrativas -¨¦l siempre se revindica como m¨²sico, no como dramaturgo- como las que ensay¨® en Ricardo i Elena o La meua filla s¨®c jo, para entregarse a la escena cerrada, que no remite m¨¢s que a s¨ª misma, y a una elaborada escritura para cuarteto vocal (soprano, contralto, tenor, bar¨ªtono) a cappella que, en todo caso, se relaciona con la partitura de Piturrino fa de m¨²sic (2009). A sus 70 a?os, Santos no pierde la vitalidad de la performance, con todo el margen a la improvisaci¨®n que la caracteriza, pero se le ve cada vez m¨¢s concentrado en la escritura sobre el papel pautado, es decir, en la permanencia de su opus. En Chicha Montenegro incluso se deja tentar por la polifon¨ªa: nada que ver, pues, con el minimalismo al que generalmente se le adscribe, con automatismo sin duda simplificador.
CHICA MONTENEGRO GALLERY
Int¨¦rpretes: Bego?a Alberdi, Queralt Albinyana, Antoni Comas, Ana Criado, Toni Marsol, Claudia Schneider. Flavio Oliver. Escenograf¨ªa: Montse Amen¨®s. Coreograf¨ªa: Montse Colom¨¦ y Toni Jodar.
Temporada Alta. Girona, 1 de octubre.
Carles Santos sigue siendo el artista libre, comprometido con la libertad
Por supuesto, Santos sigue siendo Santos. El Santos irreverente que busca 42 formas distintas de matar a un cura, desde hacerle beber lej¨ªa Conejo hasta meterlo en una pecera con una pira?a comunista, pasando por reventarle la pr¨®stata con dinamita o atravesarle el cerebro con un bol¨ªgrafo. El Santos circense, como en Sama Samaruck Suck Suck: cantantes convertidos en trapecistas que no ganan para Trombocid (al final de la funci¨®n, Bego?a Alberdi mostraba un morat¨®n impresionante). El Santos esc¨¦nicamente brillante: ah¨ª estaba esa cortina de micr¨®fonos descendiendo lentamente desde el telar, entrechocando entre ellos, recogiendo los crujidos de las tablas. Y por supuesto, el Santos barroco-gore-levantino: la mujer que vomita sin parar -y que consigue que el p¨²blico pase del asco inicial a la hilaridad-, los cantantes que hacen g¨¢rgaras con sangre, la bailarina voladora que roc¨ªa el escenario con leche de sus senos. Etc¨¦tera.
Del car¨¢cter de pastiche de esta obra da cuenta la primera escena, en la que un cuerpo de mujer se retuerce en el suelo y al cabo se eleva a pocos cent¨ªmetros del suelo -una imagen bell¨ªsima que parec¨ªa evocar a Pina Bausch- mientras un voz en off canta una misterioso texto en lat¨ªn sobre un pedal electr¨®nico. Al final de la funci¨®n, Santos aclaraba que se trataba de un fragmento del Eclesiast¨¦s y que, efectivamente, nada ten¨ªa que ver con el resto de la partitura a cappella. Simplemente lo aprovech¨® de un proyecto anterior que no cuaj¨®. Y para que no quepan dudas al respecto, entre ese inicio y la prosecuci¨®n de la obra, Santos hace gritar al tenor: "Aquest principi ¨¦s el principi d'una altra cosa!". Santos sigue siendo el artista libre, comprometido con la libertad.
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