Historias de amor y muerte
Una pel¨ªcula, una novela y una obra teatral marcan la 'rentr¨¦e' parisina: 'De hombres y dioses', 'El mapa y el territorio' e 'Interview', de los creadores Xavier Beauvois, Michel Houellebecq y Theo van Gogh
Xavier Beauvois es un amigo. De hecho, en mi mente, pertenece a aquella peque?a hermandad que, anta?o, hace ya cerca de tres lustros, se embarc¨® (sin renegar de ella jam¨¢s) en la aventura de Le Jour et la nuit -El d¨ªa y la noche-, mi pel¨ªcula. ?Deber¨ªa renunciar por ello a expresar la emoci¨®n que me ha producido su propio filme, De hombres y dioses, sobre los ¨²ltimos d¨ªas de los monjes franceses de Tiberine, Argelia, asesinados por los islamistas en 1996? Pero no se trata de Argelia. En realidad, no es una pel¨ªcula ni sobre Argelia ni sobre el terrorismo; ni siquiera sobre esa otra persecuci¨®n planetaria que sufren los cristianos y de la que hablaba la semana pasada en una entrevista concedida a un diario espa?ol. No. Es una pel¨ªcula sobre la santidad. Sobre el tiempo de la santidad. Es una pel¨ªcula que muestra el d¨ªa a d¨ªa de siete existencias capturadas en ese tiempo congelado, casi puro, sin eventos, que es el otro nombre de la santidad. La proximidad de los asesinos. La espera -para nosotros, los espectadores, m¨¢s insoportable a cada segundo que pasa, y para ellos, los siete monjes, fuente de un fervor intenso-. Los rostros impasibles durante la comida final. El alma sin defensa y, sin embargo, invencible. El fuego languideciente de una vida y la capilla ardiente de los corazones. La duda, a veces. La paz, finalmente. Los contornos difusos del pensamiento cuando llega la ¨²ltima secuencia y hay que aceptar, con una mezcla de pavor y coraje, seguir a los asesinos. La plegaria, que se hace casi in¨²til y que Beauvois, en todo caso, deja de filmar -o eso me parece-. La lentitud, sobre todo. La tierra y el cielo en llamas, y el tiempo, que, no obstante, se detiene. Pocas veces una pel¨ªcula habr¨¢ sido tan lenta, tan apasionada y espiritualmente lenta y, a pesar de todo, tan palpitante.
La muerte nunca est¨¢ m¨¢s cerca que cuando uno cree poder ser m¨¢s listo que ella
?C¨®mo no recordar las palabras de Sade? "Si el ate¨ªsmo necesita m¨¢rtires, solo tiene que decirlo, mi sangre est¨¢ lista"
Michel Houellebecq es otro amigo. Y, hace poco, publicamos un libro juntos: Enemigos p¨²blicos. ?Deber¨ªa esto impedirme expresar aqu¨ª, despu¨¦s de tantos otros a los que no quise adelantarme, mi admiraci¨®n por El mapa y el territorio, su ¨²ltima novela, en la que, en mi opini¨®n, alcanza la cumbre de su arte? Ausencia, esta vez, de toda piedad. Luto por toda santidad. El triunfo del mediocre, del indiferente, del neutro. De las existencias fracasadas. La derrota de la lengua como patr¨®n oro del sentido. La falsa moneda del arte precisamente en el coraz¨®n del relato. Y luego, de repente, dos acontecimientos. El Padre, primero. Esa extra?a figura de Padre, inaccesible y familiar, oculto y, no obstante, sin misterio. Ese padre como una casa vac¨ªa con sus secretos imperceptibles, sus c¨¢maras acorazadas abiertas de par en par y esos d¨¦dalos de la ascendencia en los que, por primera vez, Houellebecq parece querer adentrarse. Y, luego, ¨¦l, el autor, la aparici¨®n del propio autor, sorprendido en su exilio irland¨¦s, que parte la novela, quiebra su trayectoria -hasta entonces, perfectamente cl¨¢sica- y la reactiva, pero de otro modo, seg¨²n una curva imprevista. ?Houellebecq? ?De veras es ¨¦l? ?O su doble? ?O el fantasma de su doble? ?O, tal vez, un extra?o que, como el diablo, ese otro doble, ha adoptado su apariencia? Ustedes ver¨¢n. Esa es la sorpresa. Tan solo deben saber que la muerte est¨¢ ah¨ª, forzosamente, puntual a la cita. Esa muerte que, como de costumbre, conoce todos los trucos, los disfraces, los escondites. Esa muerte que nunca est¨¢ m¨¢s cerca que cuando uno cree poder ser m¨¢s listo que ella. ?Acaso una gran obra, dec¨ªa Gracq, no es siempre una forma de entierro?
Theo van Gogh, el cineasta apu?alado y luego degollado por un islamista de ?msterdam en 2004, ten¨ªa una visi¨®n del mundo y del islam que no comparto. Pero, en una de sus obras, Interview, que ha puesto en escena Hans Peter Cloos y hoy puede verse en la sala Studio de los Campos El¨ªseos, Patrick Mille -que es m¨¢s que un amigo, pues es mi yerno- representa uno de los papeles principales frente a la radiante Sara Forestier. ?Voy a abstenerme por ello de recomendar uno de los espect¨¢culos m¨¢s interesantes de esta rentr¨¦e teatral parisina, por lo dem¨¢s bastante insulsa? Un gran reportero de vuelta de todo y una joven estrella ya en la cuerda floja. El espect¨¢culo. Sus leyes. Sus ritos, sus altares burlescos, su cinismo, su carnaval. Y lo humano, de pronto, como un naufragio que ya ha tenido lugar. Vidas no tanto min¨²sculas como superfluas. La mentira como una segunda naturaleza. El mundo como una consecuencia definitivamente privada de causa. La memoria de los hombres convertida en una especie de pajarera en la que unos recuerdos vagos, inusitados (Sarajevo, o una pistola serbia en el t¨ªmpano, en el caso del protagonista; un episodio de una telenovela, en el de la protagonista), chocan como p¨¢jaros enjaulados. Y luego, un lapsus por aqu¨ª. Una palabra que suena verdadera por all¨¢. E incluso un sentimiento que se agita y quiere prevalecer. El amor, claro. El buen y viejo amor que vuelve "a paso de paloma" y acaba imponi¨¦ndose poco a poco. Un amor extra?o. Un amor casi hom¨®nimo de lo que se llamaba as¨ª antes de estos tiempos de poshumanidad y pensamiento terminal. El amor como un arte marcial. El amor como una derrota anunciada para todos. Un amor en el que cada uno se asegura de no mostrar sus cartas hasta cerciorarse de no tener una mano ganadora. Pero amor al fin y al cabo, con sus palabras devoradoras, su voz de las entra?as y los sobresaltos del coraz¨®n. Pero las cosas se tuercen. Uno siente que, una vez m¨¢s, la muerte est¨¢ a punto de ganar. Si buscamos la imagen exacta de aquello en lo que, en cierta medida, nos ha transformado a todos la religi¨®n del nihilismo, ah¨ª est¨¢. ?C¨®mo no recordar las palabras de Sade? "Si el ate¨ªsmo necesita m¨¢rtires, solo tiene que decirlo, mi sangre est¨¢ lista".
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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