Marilyn oculta
arilyn Monroe era una mujer triste, algo que nadie se explicaba y de lo que ella misma se sent¨ªa secretamente avergonzada. Porque tambi¨¦n era alegre, o pod¨ªa serlo, radiante, pero la fatiga, la depresi¨®n y el pesimismo fruto de un car¨¢cter extremadamente sensible e inteligente la acorralaron hasta perder toda esperanza en s¨ª misma y suicidarse la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1962 en su casa (la ¨²nica que tuvo en propiedad) de Brentwood, en Los ?ngeles, un hogar sencillo, de aire colonial espa?ol, con apenas muebles y con una inscripci¨®n en lat¨ªn en la entrada: Cursum perficio (aqu¨ª acaba el viaje).
A sus 36 a?os, Marilyn estaba cansada, demasiado cansada. La publicaci¨®n de buena parte de sus escritos personales (la mayor¨ªa in¨¦ditos) en el libro que ahora ve la luz, Fragmentos (Seix Barral), lo confirma de manera rotunda. Su poes¨ªa, sus lecturas, sus notas, sus cartas... todo apunta al mayor de los cansancios, el que provoca esa soledad que se escapa a las evidencias (?c¨®mo pod¨ªa sentirse sola la mujer m¨¢s adorada del mundo?) y que ella sufri¨® como un azote implacable. "???Sola!!! / Estoy sola-siempre estoy / sola / sea como sea", escribe en la primera p¨¢gina de un cuaderno que, como todos, muestran a una mujer nerviosa y generosa, terriblemente insegura y asustada, que necesitaba a los dem¨¢s para buscarse a s¨ª misma, pero que jam¨¢s encontr¨® consuelo, sinti¨¦ndose siempre atrapada entre la traici¨®n o el abandono. Nadie duda de que sus tres maridos, cada uno a su manera, la quisieran, ni que sus amantes (de los hermanos Kennedy a Elia Kazan, Frank Sinatra, Yves Montand o Marlon Brando, quien fue m¨¢s amigo y mejor persona con ella que cualquiera de los antes citados), la desearan pero nadie podr¨ªa rebatir que ninguno de ellos -ni siquiera Arthur Miller, probablemente el que m¨¢s se acerc¨® a conocer su melanc¨®lica naturaleza- supo ser generoso y darle la paz que necesitaba.
Marilyn se refugiaba en sus pensamientos breves, fragmentarios, ani?ados pero no por ello ingenuos, b¨¢sicamente po¨¦ticos -ya sean en prosa o en verso-, cuya lectura refleja a una actriz con pulsi¨®n creativa y con una inagotable necesidad de conocimiento. Una mujer culta, atenta a una vida que le apasionaba al mismo ritmo que le aprisionaba. "Socorro, socorro, / socorro. / Siento que la vida se me acerca / cuando lo ¨²nico que quiero / es morir", escribe en un poema cuya fecha baila entre 1956 y 1961, y cuyo primer borrador, seg¨²n Donald Spoto, quiz¨¢ el m¨¢s conocido de sus bi¨®grafos, ella anot¨® en un cuaderno de Arthur Miller. Desde su fr¨¢gil pedestal, la gran diosa ped¨ªa auxilio. Pero nadie quer¨ªa escucharlo: ni sus hombres, ni sus admiradores, ni much¨ªsimo menos los estudios de Hollywood, donde Marilyn acab¨® siendo una figura inc¨®moda, una mujer intolerablemente ingobernable cuya rebeld¨ªa se traduc¨ªa en falta de profesionalidad, impuntualidad y un autodestructivo caos. Pocos de sus colegas salieron en su defensa en aquellos momentos, solo Brando (quiz¨¢ porque siempre se sinti¨® tan herido por aquel mundo como ella), Dean Martin (su compa?ero de reparto en Something's got to give, que hizo lo imposible para que no la despidieran) o su adorado Clark Gable, en quien ve¨ªa al padre so?ado que jam¨¢s tuvo (Marilyn busc¨® incansablemente a ese hombre del que solo pose¨ªa la borrosa foto de un tipo de aire viril con bigotillo).
Las pastillas solo eran una forma de aplacar su enorme ansiedad y de mitigar su insomnio. Sufr¨ªa cambios bruscos de humor, el alcohol era su ant¨ªdoto para la tristeza, su manera de animarse, porque ella -como insiste en cada rinc¨®n de sus escritos- necesitaba la alegr¨ªa que hab¨ªa perdido. "Yo sol¨ªa re¨ªr tan fuerte y con tanta alegr¨ªa", le confes¨® a Richard Merymand, entonces subdirector de Life, en la que fue su ¨²ltima entrevista, en julio de 1962. Con una lucidez estremecedora, Norma Mailler explic¨® as¨ª la tragedia: "Para sobrevivir, habr¨ªa tenido que ser m¨¢s c¨ªnica o por lo menos estar m¨¢s cerca de la realidad. En lugar de eso, era una poeta callejera intentando recitar sus versos a una multitud que le hac¨ªa jirones en la ropa". En este mismo sentido, Miller a?adi¨®: "Hay algo sorprendente en ella: su absoluta, irremediable, a veces intolerable, incapacidad para mentir".
As¨ª, la poeta callejera, la mujer que se quit¨® la vida (y todas las investigaciones serias descartan las teor¨ªas conspirativas de un asesinato a manos de la mafia orquestado desde alg¨²n secreto despacho de la Casa Blanca) al ingerir un frasco entero de Nembutal -las pastillas que ese mismo d¨ªa le acaba de reponer su psiquiatra para frenar sus d¨ªas sin descanso- anunciaba ya en un poema sin fecha ni nombre que la muerte era uno de sus pensamientos consoladores: "Ay maldita sea me gustar¨ªa estar / muerta -absolutamente no existente- / ausente de aqu¨ª -de / todas partes pero c¨®mo lo har¨ªa / Siempre hay puentes- el puente de Brooklyn / Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio) al caminar parece / tranquilo a pesar de tant¨ªsimos / coches que van como locos por la parte de abajo. As¨ª que / tendr¨¢ que ser alg¨²n otro puente / uno feo y sin vistas -salvo que / me gustan en especial todos los puentes- tienen / algo y adem¨¢s / nunca he visto un puente feo-.
"Si las personas escasamente sensibles e inteligentes tienden a hacer da?o a los dem¨¢s, las personas demasiado sensibles y demasiado inteligentes tienden a hacerse da?o a s¨ª mismas", escribe Antonio Tabucchi en el pr¨®logo del libro. Para el escritor italiano, estos textos in¨¦ditos de Marilyn revelan una personalidad "intelectual y art¨ªstica" que ni los bi¨®grafos pod¨ªan sospechar. "No solo los poemas, sino tambi¨¦n las notas breves y las p¨¢ginas de sus diarios incluidas en este libro (siempre en una prosa marcadamente el¨ªptica, hipersignificante y, por eso mismo, rayana en el lenguaje sibilino propio de la poes¨ªa) constituyen de una manera flagrante una b¨²squeda y una qu¨ºte. La b¨²squeda racional de una intelectual que trata de comprender la realidad que la circunda (qu¨¦ es este mundo, qu¨¦ significa) y la qu¨ºte de una persona que se busca a s¨ª misma en este mundo (qui¨¦n soy yo, qu¨¦ sentido tengo...). La imagen que Marilyn ha dejado de s¨ª misma esconde un alma que pocos sospechaban. De gran belleza, es un alma que la psicolog¨ªa barata calificar¨ªa de neur¨®tica, como se puede calificar de neur¨®tico a todo el que piensa demasiado, a todo el que ama demasiado, a todo el que siente demasiado".
Todas las pertenencias de la actriz las hered¨® su maestro en el Actors Studio, Lee Strasberg, y ha sido su viuda, Anna Strasberg, quien las ha empezado a desempolvar desde su apartamento del m¨ªtico edificio Dakota de Nueva York. Asesorada por un grupo de coleccionistas de arte, Anna Strasberg dej¨® en 2007 parte del material en manos de Stanley Buchthal y Bernard Comment, que son los encargados de la edici¨®n de Fragmentos, libro excepcional que se cierra con el texto que escribi¨® el propio Strasberg sobre su c¨¦lebre alumna al conocer su muerte: "Otras personas pose¨ªan mayor belleza f¨ªsica, pero ella pose¨ªa una cualidad luminosa: una combinaci¨®n de tristeza, resplandor y ansia".
En sus cartas dirigidas a su psiquiatra, el doctor Ralph Greensom, en 1961, la actriz intenta explicar esa doble cara suya, triste y alegre, una duplicidad que ella conoc¨ªa muy bien y que, lejos de resultar chocante, deber¨ªa explicar el por qu¨¦ de su profunda y todav¨ªa hoy inagotable belleza: "S¨¦ que nunca ser¨¦ feliz, pero s¨¦ que ?puedo ser muy alegre! Acu¨¦rdese, ya le cont¨¦ que Kazan me dijo que era la chica m¨¢s alegre que hab¨ªa conocido nunca y creo que ha conocido a unas cuantas. Pero me quiso durante un a?o, y una vez me acun¨® cuando ten¨ªa una angustia muy grande. Tambi¨¦n me sugiri¨® que me psicoanalizara y luego quiso que trabajara con su maestro, Lee Strasberg. ?Es Milton quien escribi¨® 'los hombres felices nunca nacieron'? Conozco".
En un texto confuso, junto a una lista de palabras ("problemas / nerviosismo / humanidad / disparates / errores / y mis propios pensamientos"), la actriz apunta: "(unas copas de m¨¢s- de vez en cuando) / lo que tal vez quiere decir que no tuve tiempo de / comer durante el d¨ªa y como socialmente el alcohol se acepta y seguramente previamente he / tenido que apresurarme- puedo sentir la necesidad de relajarme con unas copas de Jerez que / pueden hacer efecto demasiado deprisa / que quiz¨¢ no habr¨ªa disfrutado estando demasiado cansada y me ponen de pronto alegre y / simp¨¢tica con las cosas y la gente a mi alrededor / esto claro se considera beber demasiado / y cuanto m¨¢s lo pienso m¨¢s me doy cuenta de que no hay respuestas la vida hay que vivirla".
Las p¨¢ginas emborronadas con una caligraf¨ªa desigual se detienen cuando la mujer m¨¢s deseada del planeta escribe su propio deseo: "Tener una idea de mi misma". Un poco m¨¢s all¨¢, esta mujer que naci¨® como Norma Jeane Mortenson y fue bautizada como Norma Jeane Baker, hija no deseada de una madre loca cuya ausencia marc¨® su infeliz infancia, dice: "Nunca m¨¢s una ni?ita sola y asustada, Recuerda que puedes estar instalada en lo m¨¢s alto (no parece que as¨ª sea)".
La obsesi¨®n por conocerse y construirse la llev¨® a fascinarse por hombres mayores (el jugador de b¨¦isbol Joe DiMaggio) e inteligentes (el dramaturgo Arthur Miller), en los que descargaba su miedo a no encontrarse nunca, a vagar perdida en la piel de una mujer que todos -menos ella- idolatraban. Lejos del clich¨¦ de rubia tonta que la hizo famosa en la pantalla, Marilyn era una mujer que buscaba la autoestima y que se refugiaba en la lectura de autores que pod¨ªan ayudarla a encontrar las respuestas que tanto necesitaba: Walt Whitman, James Joyce, Samuel Beckett, Gustav Flaubert, Jack Kerouac, Fiodor Dostoievski, John Steinbeck... Le¨ªa novela, ensayo y, sobre todo, poes¨ªa. En su biblioteca se encontraron m¨¢s de 400 vol¨²menes. Entre ellos, los seis de la biograf¨ªa de Abraham Lincoln de Carl Sandburg y El Ulises, dos de sus libros favoritos.
Hablando de sus comienzos en Hollywood, la actriz le confesaba al periodista franc¨¦s Georges Belmont que estudiaba durante sus horas libres: "Nunca me ve¨ªan en los estrenos, ni en las conferencias de prensa, ni en las fiestas. Era muy sencillo: ?estaba en la escuela! No hab¨ªa podido completar mi formaci¨®n, de modo que asist¨ªa a clases nocturnas en la Universidad de Los ?ngeles. De d¨ªa me ganaba la vida haciendo papelitos en el cine. De noche asist¨ªa a clases de historia y literatura e historia de Estados Unidos. Le¨ªa mucho a los grandes".
En 1943, Marilyn se cas¨® con su primer marido, un obrero aspirante a polic¨ªa llamado James Dougherty; ten¨ªa 16 a?os, y en un texto mecanografiado deja ver que su marido la ha traicionado con otra. Reflexiona sobre el matrimonio y sus fallidas expectativas. Siente c¨®lera, humillaci¨®n y, muy pronto, solo desesperaci¨®n. Tambi¨¦n le preocupa que ¨¦l la vea as¨ª, desencajada y llorosa: "El dolor entumecido del rechazo y de sentirse herida por la destrucci¨®n o p¨¦rdida de la imagen de alg¨²n tipo de amor idealista o verdadero", escribe. A?ora sentirse "amada, deseada, mimada"; se pregunta por qu¨¦ no ser¨¢ todo "sencillo, corriente, normal y f¨¢cil", aunque si fuera as¨ª, a?ade, "seguramente me aburrir¨ªa". "Supongo que quiz¨¢ esta noche me sienta m¨¢s libre y hasta a lo mejor soy capaz de mirarle a los ojos y decirle te quiero con un gesto de odio o de algo parecido. / [...] anoche estaba tan quemada por el sol que solo llevaba el jersey sin sujetador -lo cual me daba una sensaci¨®n de sensualidad que cre¨ª que ¨¦l compart¨ªa -?ahora est¨¢ la cuesti¨®n de si me minti¨®- que nos quisiera a las dos podr¨ªa aceptarlo pero no que me mintiera al decirme que soy yo la primera y principal y que si nuestra relaci¨®n cambiara no dudar¨ªa en dec¨ªrmelo porque, como ¨¦l mismo reconoci¨®, nunca aceptar¨ªa ser una segundona".
Marilyn se describe entonces como una "optimista" que espera poder re¨ªrse pronto ("sin ese falso tono protector") del patinazo. Y finaliza: "No es tan divertido conocerse demasiado o creer que se conoce uno demasiado -todo el mundo necesita un poco de amor propio para superar las ca¨ªdas y dejarlas atr¨¢s".
Pero el amor propio no se afianz¨® en una personalidad que se mov¨ªa en perpetuo zigzag, desdibujando la posibilidad de esa s¨®lida columna vertebral sobre la que cualquier ser humano desea asentarse en el mundo. En un poema sin fecha, la actriz insiste en una imagen recurrente, las dos direcciones y las ara?as (s¨ªmbolo de la construcci¨®n y destrucci¨®n que no cesa): "Vida - / soy de tus dos direcciones / De alg¨²n modo permaneciendo colgada hacia abajo / casi siempre / pero fuerte como una telara?a al / Viento - existo m¨¢s con la escarcha fr¨ªa resplandeciente. / Pero mis rayos con abalorios son del color / que he visto en un cuadro -ah vida / te han enga?ado".
Marilyn se cas¨® con Arthur Miller el 29 de julio de 1956. Todav¨ªa flotaba la posibilidad de una reconciliaci¨®n con DiMaggio (un hombre excesivamente tradicional que quer¨ªa apartar a la actriz de su vocaci¨®n para convertirla en una millonaria ama de casa, algo a lo que ella jam¨¢s accedi¨®). Una serie de poemas fechados durante los meses que Miller y ella pasaron juntos en Inglaterra rodando El pr¨ªncipe y la corista refleja el trauma que supuso para la actriz fisgar en los diarios ¨ªntimos del dramaturgo, en los que ¨¦l duda de su amor.
Ella, implacable consigo misma, empieza a castigar su fr¨¢gil autoestima: "Donde sus ojos reposan con placer -quiero / seguir all¨ª -?pero el tiempo ha modificado / el poder de esa mirada. / Ay, c¨®mo voy a apa?¨¢rmelas cuando sea menos joven- / Busco la alegr¨ªa pero est¨¢ vestida / de dolor / cobrar ¨¢nimos como en mi juventud / dormir y descansar la pesada cabeza / en su pecho -pues mi amor todav¨ªa / duerme junto a m¨ª". "El dolor de su a?oranza cuando mira / a otra / como una frustraci¨®n desde el d¨ªa / en que naci¨®. / y yo con mi despiadado dolor / y su dolor por la a?oranza - / cuando mira y ama a otra / como una frustraci¨®n del d¨ªa / en que naci¨®- / tenemos que sobrellevarlo / me muevo tristemente porque no siento alegr¨ªa alguna".
?Puede un hombre sonre¨ªr cuando contempla a la mujer m¨¢s triste del mundo? Es lo que Arthur Miller escribi¨® en Vidas rebeldes para su mujer, la pel¨ªcula de John Huston de 1961, la ¨²ltima que acabar¨ªa la actriz y la ¨²ltima tambi¨¦n de su admirado Gable. El di¨¢logo en el que el viejo gal¨¢n, m¨¢s guapo que nunca, le dice a la chica rubia que es la mujer m¨¢s triste que ha conocido nunca probablemente forma parte de los momentos m¨¢s estremecedores de la historia del cine. "Pues todo el mundo piensa que soy muy alegre", replica ella. Ante lo que el honorable Gable responde: "Eso es porque cualquier hombre se siente feliz al mirarte".
"Anoche volv¨ª a pasar despierta toda la noche", le escribe Marilyn a su psiquiatra. "A veces me pregunto para qu¨¦ sirve el tiempo nocturno. Casi no existe para m¨ª -todo me parece un largo y horrible d¨ªa. Bueno, pero pens¨¦ que m¨¢s me val¨ªa ser constructiva y me puse a leer las cartas de Sigmund Freud. Cuando abr¨ª el libro la primera vez me encontr¨¦ la foto de Freud y me ech¨¦ a llorar, parec¨ªa muy deprimido (la deben haber tomado muy al final de su vida) muri¨® decepcionado -la doctora Kris me dijo que hab¨ªa sufrido mucho dolor f¨ªsico lo cual ya sab¨ªa yo por el libro de Jones- pero sabi¨¦ndolo sigo confiando en mi instinto porque en su amable rostro veo un hombre decepcionado".
Hay algo revelador en la famosa ¨²ltima sesi¨®n de fotos de Marilyn, realizada por Bert Stern seis semanas antes de la muerte de la estrella. En la serie completa, 2.571 fotograf¨ªas que se tomaron durante tres d¨ªas de trabajo en el Bel-Air Hotel de Los ?ngeles, casi se puede palpar (la actriz bebi¨® bastante) el estado de nervios en el que se encontraba. En aquella sesi¨®n, quiz¨¢ como nunca, dej¨® ver todo lo que no quer¨ªa ense?ar, un cuerpo y un rostro que empezaba a estar castigado, y en su abdomen, una enorme y exagerada cicatriz tras una operaci¨®n de ves¨ªcula. Marilyn, la mujer que dudaba hasta de su belleza (cuando el fot¨®grafo se admir¨® ante ella, la actriz le respondi¨® casi sin respiro: "?De verdad cree que soy guapa?"), se quit¨® la ropa, y fue en ese instante, cuando le permitieron ser una mujer, cuando por fin emergi¨® la diosa.
Stern ten¨ªa en su memoria grabada una frase que le dijo una vez otro gran mito, Diane Vreeland, la editora de Vogue, a la que una vez le pidi¨® consejo para fotografiar "de verdad" a una mujer. Vreeland, desde su altiva elegancia e inteligencia, le respondi¨®: "Nunca lo olvides, una mujer no es bella por su piel, sino por sus cicatrices". Y las de Marilyn eran muchas y demasiado profundas, ocultas durante d¨¦cadas bajo capas de maquillaje que ocultaban un precipicio por el que todav¨ªa hoy se escapa la identidad de este triste tiempo.
'Fragmentos', editado en Espa?a por Seix Barral, sale a la venta el 6 de octubre.
Textos de Marilyn Monroe
Ay maldita sea me gustar¨ªa estar
muerta -absolutamente no existente-
ausente de aqu¨ª -de
todas partes pero c¨®mo lo har¨ªa
Siempre hay puentes -el puente de Brooklyn
Pero me encanta ese puente (todo se ve hermoso desde su altura
y el aire es tan limpio) al caminar parece
tranquilo a pesar de tant¨ªsimos
coches que van como locos por la parte de abajo. As¨ª que
tendr¨¢ que ser alg¨²n otro puente
uno feo y sin vistas -salvo que
me gustan en especial todos los puentes -tienen
algo y adem¨¢s
nunca he visto un puente feo
Marilyn Monroe (sin fecha)
Socorro, socorro.
Socorro.
Siento que la vida se me acerca
cuando lo ¨²nico que quiero
es morir.
Grito -
empezaste y terminaste en el aire
pero ?qu¨¦ hubo en medio?
Marilyn Monroe, 1961
???Sola!!!
Estoy sola -siempre estoy
sola
sea como sea
Marilyn Monroe (sin fecha)
Vida -
soy de tus dos direcciones
De alg¨²n modo permaneciendo colgada hacia abajo
casi siempre
pero fuerte como una telara?a al
viento -existo m¨¢s con la escarcha fr¨ªa resplandeciente
Pero mis rayos con abalorios son del color
que he visto en un cuadro -ah vida
te han enga?ado
Marilyn Monroe (sin fecha)
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