Todav¨ªa queda partido
Cuando el lehendakari, Patxi L¨®pez, asumi¨® su cargo, con el proyecto de protagonizar una nueva etapa, y no un mero par¨¦ntesis, en el gobierno y liderazgo de Euskadi, se enfrentaba a una tarea descomunal, en medio de una crisis econ¨®mica, que tanto Rodr¨ªguez Zapatero como Ibarretxe negaban; con un aparato administrativo construido por el PNV a su imagen y semejanza, y un entramado de sociedades y organismos parap¨²blicos al servicio del nacionalismo; con una buena parte de ciudadanos que por razones a veces de ¨ªndole sentimental, no entend¨ªa un gobierno del PSE apoyado por el PP; con un monopolio de las diputaciones forales por el PNV, favorecido por el PSE de ?lava. Todo ello en una Euskadi que todav¨ªa dista mucho de ser un pa¨ªs normal y maduro, en el que no es sencillo lograr que cale r¨¢pidamente un discurso pol¨ªtico basado en el que concepto de ciudadan¨ªa, respetuoso con los valores superiores de toda democracia. Todav¨ªa el discurso nacionalista identitario y ego¨ªsta seduce a muchos ciudadanos y aprovecha cualquier ocasi¨®n para retroalimentarse.
S¨®lo el PSE y su gobierno disputan la hegemon¨ªa pol¨ªtica al nacionalismo
Pues bien, a todas esas hipotecas preconstituidas, y que el nuevo lehendakari tuvo que asumir, se a?ade ahora otra, entonces imprevisible: la de un Rodr¨ªguez Zapatero obsesionado por conservar el poder, sin credibilidad, cuyos principios y valores son tan evanescentes y vol¨¢tiles como sus promesas, que no ha tenido reparo en reconocer al PNV lo que hasta ahora ven¨ªa negando al Gobierno vasco, al concretar las transferencias sobre la Seguridad Social. Tal y como se ha producido ese pacto, es el propio presidente quien contribuye a sostener ese sempiterno discurso, seg¨²n el cual es el PNV quien est¨¢ m¨¢s preparado y en mejores condiciones para defender los derechos e intereses de Euskadi y cuya rentabilidad electoral est¨¢ m¨¢s que contrastada. M¨¢s a¨²n, aunque no se haya pretendido tal cosa, con este pacto se viene a dar la raz¨®n a esos socialistas sin memoria, algunos dentro del PSE, que prefer¨ªan un gobierno del PNV con apoyo socialista aceptando, so pretexto de favorecer la estabilidad del pa¨ªs, el papel de segundones del nacionalismo. El PSE y su gobierno se han quedado solos en la tarea de disputar y arrebatar la hegemon¨ªa pol¨ªtica en Euskadi al nacionalismo. Y las bazas que ya le ha concedido Rodr¨ªguez Zapatero al PNV as¨ª como las que presumiblemente todav¨ªa le otorgar¨¢, pueden ser decisivas en la partida a jugar en las elecciones auton¨®micas. Si a lo anterior se a?ade que tambi¨¦n en el PP se han producido ya situaciones, anunci¨¢ndose otras m¨¢s, en la que se act¨²a en contra de los criterios de sus compa?eros en Euskadi, es evidente que no s¨®lo el PSE, sino tambi¨¦n el PP vasco, est¨¢n encontrando dificultades adicionales a las que ya de por s¨ª supon¨ªa ganar la apuesta que supuso la investidura de Patxi L¨®pez.
Sin embargo, todav¨ªa queda mucho partido por jugar. El gobierno de Patxi L¨®pez merece el elogio de ser un gobierno normal, esto es, un gobierno que, como en cualquier pa¨ªs democr¨¢tico maduro, trabaja en la soluci¨®n eficaz de los problemas que verdaderamente se relacionan con el bienestar y el progreso. Si examinamos el estado de Euskadi, sin prejuicios partidistas, es evidente que hoy estamos mejor en todo lo que se refiere a la batalla por el efectivo cumplimiento de la Ley, frente al terrorismo, la violencia y la coacci¨®n. Han mejorado las relaciones con el poder judicial, el servicio de la justicia, as¨ª como el complejo y complicado marco de relaci¨®n con el funcionariado. La labor de los consejeros del ¨¢rea econ¨®mica est¨¢ siendo rigurosa y acertada, pese a la situaci¨®n de crisis y a las limitaciones que el sistema competencial les impone, y los frutos empiezan a recogerse. Se trabaja con criterios objetivos y cient¨ªficos en un nuevo modelo asistencial y sanitario, que se hab¨ªa quedado obsoleto y deca¨ªa de manera apreciable. Se enfoca la educaci¨®n con sentido com¨²n, para ponerla al servicio de una sociedad plural, en vez de a favor de una concepci¨®n nacionalista radical. No hemos retrocedido, sino al contrario, en la gesti¨®n de las infraestructuras, el urbanismo, y de la vivienda, etc. En resumen, por m¨¢s que en ocasiones se eche en falta una mayor informaci¨®n, y una mejor percepci¨®n por los ciudadanos de lo que el nuevo Gobierno vasco encontr¨® y de lo que se ha corregido o mejorado, Euskadi est¨¢ mejor gobernada que con el de Ibarretxe. Y sobre todo ello, la sociedad vasca, est¨¢ hoy menos crispada y tensionada.
Por todo ello, y pese a que ahora es mayoritaria la impresi¨®n de que el PNV ha ganado y lleva la iniciativa, y de que, en este sindi¨®s en el que Rodr¨ªguez Zapatero ha convertido el desarrollo del Estatuto y la negociaci¨®n presupuestaria, el perdedor es el lehendakari, todav¨ªa el partido pueden ganarlo Patxi L¨®pez y su gobierno. Quiz¨¢s convenga incrementar la presi¨®n y sacudirse alg¨²n complejo, como el de temer el reproche de "frentismo" por parte de quienes lo han practicado sin pudor y sin l¨ªmites, como es el caso de Ibarretxe. Los ciudadanos vascos pueden, cada vez en mayor n¨²mero, acabar entendiendo que el futuro que nos conviene es el que nos propone el lehendakari, y no el que nos espera si al final el nacionalismo soberanista vuelve a monopolizar el poder pol¨ªtico en Euskadi. En todo caso, si esto ¨²ltimo sucediera, la derrota no ser¨¢ la del lehendakari y su gobierno, sino la de la sociedad vasca, que ver¨ªa aplazada por mucho tiempo la posibilidad efectiva de convertirse en una sociedad democr¨¢tica, libre y normal.
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