Un 'colch¨®n' para 300 violentos
Los antisistema radicales no participan, pero justifican a los v¨¢ndalos del 29-S por ideolog¨ªa - Los expertos piden que no se criminalice a todos los alternativos
Via Laietana, mi¨¦rcoles por la tarde, huelga general. Una veintena de j¨®venes cubiertos con pa?uelos y pasamonta?as hostigan a los antidisturbios con el lanzamiento de piedras de gran tama?o. A solo unos metros, bajo las ense?as anarco-sindicalistas de la CGT, un grupo mucho m¨¢s numeroso de personas anima a los v¨¢ndalos y abuchea a la polic¨ªa. Estos no participan en ning¨²n momento en los actos violentos, pero con sus aplausos alientan a los j¨®venes que han convertido Barcelona en un campo de batalla.
Los antisistema de Catalu?a -un grupo heterog¨¦neo de colectivos alternativos- no usan, en general, la violencia. Pero tienden a justificarla y sienten "cierta simpat¨ªa" por los alborotadores, a los que consideran "punta de lanza" de sus reivindicaciones de car¨¢cter pol¨ªtico. Los incidentes ocurridos en Barcelona durante el 29-S han constatado una vez m¨¢s la "connivencia" de los n¨²cleos m¨¢s radicales con grup¨²sculos violentos, seg¨²n fuentes policiales.
"Hay un punto de rabia perfectamente comprensible", dice una experta
Los expertos en movimientos sociales y j¨®venes advierten, de todos modos, de que no se debe criminalizar a todos los alternativos: una cosa son los violentos y otra distinta los j¨®venes que defienden ideas contrarias al sistema, por mucho que espor¨¢dicamente puedan apoyar acciones de protesta violenta. Los primeros son muy pocos, apenas tantos como los espartanos que contuvieron el avance persa en las Term¨®pilas: unos 300. "Las personas dispuestas a enfrentarse con la polic¨ªa, a la hora de la verdad, son una minor¨ªa. Pero son suficientes para causar estragos", precisa un experto en seguridad ciudadana.
Los famosos 300 de Barcelona lo eran ya en la ¨¦poca de Joan Clos como alcalde. Pero lo cierto es que ni son siempre los mismos ni integran una "guerrilla urbana" perfectamente organizada para propagar el caos. Aunque algunos est¨¢n versados en t¨¢cticas de lucha urbana -y son habituales en los disturbios-, act¨²an m¨¢s bien de forma espont¨¢nea, por su cuenta y riesgo. No hay liderazgos claros ni permanentes.
A los tumultos se unen ocasionalmente delincuentes comunes y exaltados. "Estos incidentes se convierten en refugio de toda clase de malhechores que corren por la ciudad", advierten fuentes policiales. El n¨²cleo duro, sin embargo, est¨¢ formado por j¨®venes de movimientos pol¨ªticos que, con el paso del tiempo, se han dejado la ideolog¨ªa en el camino. Ocurre algo parecido a lo que pas¨® con el movimiento skinhead en los a?os noventa: est¨¢n dando el paso de la ideolog¨ªa a la delincuencia. "Dentro de unos a?os su vinculaci¨®n ser¨¢ estrictamente delictiva", precisan las mismas fuentes. Algunos de los 43 detenidos el mi¨¦rcoles en Barcelona tienen antecedentes por robo, aunque tambi¨¦n por tr¨¢fico de hach¨ªs y coca¨ªna. "El instrumento usado para los objetivos pol¨ªticos acaba siendo un fin en s¨ª mismo", resume un soci¨®logo que pide el anonimato.
Fuera de ese primer e impredecible c¨ªrculo, que preocupa a las autoridades, se inserta un segundo c¨ªrculo de j¨®venes contrarios al sistema establecido. Son personas que expresan sus convicciones (anarquistas, anticapitalistas, etc¨¦tera) con cierta radicalidad. La polic¨ªa considera que puede haber en torno a 2.000 personas en esa ¨®rbita. La mayor¨ªa son j¨®venes de entre 18 y 25 a?os, y sus or¨ªgenes son muy distintos: hay okupas, libertarios, independentistas de la izquierda radical, redskins o comunistas, punkis, estudiantes universitarios (nacionales y extranjeros) que se unen, ocasionalmente, con motivo de grandes eventos, como una huelga general La disparidad de tendencias dificulta que estos grupos definan una estrategia com¨²n. Pero s¨ª comparten un objetivo de fondo, seg¨²n fuentes policiales: "Crear una plataforma de trabajadores alternativa y permanente". El Movimiento del 25-por el 25 de septiembre, d¨ªa en que se ocup¨® el edificio Banesto de la plaza de Catalunya- es un ejemplo de esa voluntad de formar un frente com¨²n. "El monopolio medi¨¢tico nos criminaliza, los pol¨ªticos nos usan como cabeza de turco, las autoridades nos golpean y nos meten en prisi¨®n", reza un comunicado del Movimiento del 25. Con los okupas en franco declive y los movimientos antiglobalizaci¨®n en fase de letargo, el colectivo ha canalizado el descontento por la crisis econ¨®mica. Su objetivo declarado es abrir el abanico antisistema (tradicionalmente herm¨¦tico) y buscar la complicidad de otra clase de personas azotadas especialmente por la crisis o en situaci¨®n de especial precaridad: parados, inmigrantes o trabajadoras sexuales, entre otros. Ese ser¨ªa el tercer c¨ªrculo del universo antisistema: personas que, desde fuera, pueden participar en actividades con los alternativos y ocasionalmente sumarse a sus protestas.
"En este pa¨ªs hay un 40% de paro juvenil. Hay un punto de rabia que es perfectamente comprensible", tercia Gemma Galdon, experta del grupo de investigaci¨®n en seguridad y ciudad de la UOC. Galdon insiste en la necesidad de separar a los violentos -"son pr¨¢cticas delincuenciales muy minoritarias"- de los colectivos alternativos. La experta tambi¨¦n rechaza la identificaci¨®n entre violentos y okupas, un colectivo que "est¨¢ bajo m¨ªnimos si se compara con el a?o 2000".
El abogado Jaume Asens coincide en que los antisistema "son utilizados como chivo expiatorio para desviar los conflictos reales, porque es m¨¢s f¨¢cil atacarles a ellos", que "se rebelan contra violencias que consideran estructurales".
Pese a la cobertura y la justificaci¨®n de la violencia, los incidentes del 29-S han abierto cierto debate en el seno de los alternativos: "Hay malestar porque se usaron m¨¦todos no discutidos por nadie", asegura Galdon. En un comunicado, la CGT tild¨® de "lamentable" la "provocaci¨®n de los piquetes policiales de Joan Saura" e insinu¨® que los incidentes se produjeron por la represi¨®n policial de la manifestaci¨®n. "Hay otros que viven la violencia con incomodidad. Pero no porque crean que su uso es ileg¨ªtimo, sino desde un punto de vista pragm¨¢tico, porque consideran que puede ir contra sus objetivos", resume una fuente policial.
Que los disturbios azoten Barcelona de forma peri¨®dica no es casual. "Es una ciudad abierta al uso del espacio p¨²blico y su morfolog¨ªa ayuda. Hay, adem¨¢s, una tradici¨®n de cierta tolerancia social con estos comportamientos", alertan Ramon J. Moles y Anna Garc¨ªa Hom, del Centro de Investigaci¨®n en Gobernanza del Riesgo de la UAB. "Ahora hay m¨¢s rechazo social a estos colectivos", matiza Asens, "aunque lo cierto es que hay una tradici¨®n contestataria en la ciudad". Fuentes policiales admiten que disturbios de esta clase no son habituales en otras grandes ciudades y que Barcelona solo es comparable a Berl¨ªn y Atenas. Pero no todos los activistas llegan de allende las fronteras: cuando hay un acto multitudinario, Barcelona ejerce su capitalidad y atrae a alternativos de todas las ciudades catalanas.
El universo antisistema
- El primer c¨ªrculo: los violentos. Unas 300 personas (la cifra fluct¨²a) se enfrentan de forma peri¨®dica a la polic¨ªa aprovechando grandes acontecimientos, como la huelga.
- El segundo c¨ªrculo: los antisistema. Unas 2.000 personas con ideolog¨ªas de signo radical justifican el uso de la violencia aunque no participan de ella, seg¨²n la polic¨ªa.
- El tercer c¨ªrculo: los simpatizantes. Participan de forma espor¨¢dica o indirecta con los antisistema. Integran un universo m¨¢s amplio y abierto que es imposible cuantificar.
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