Anacronismo
Como era de prever, la huelga general (HG) convocada por las centrales sindicales el pasado mi¨¦rcoles -en protesta por la nueva pol¨ªtica de ajuste fiscal y reforma laboral adoptada por el Gobierno desde su giro copernicano del 12 de mayo- ha sido aprovechada por el coro de la derecha medi¨¢tica para imponer al un¨ªsono su com¨²n definici¨®n de la realidad: la protesta habr¨ªa supuesto un doble y com¨²n fracaso tanto del Ejecutivo como de los convocantes, designados como c¨®mplices culpables de la ruina econ¨®mica que sufre nuestro pa¨ªs. Pero esta definici¨®n de la realidad, que probablemente la derecha lograr¨¢ imponer como veredicto definitivo de cuanto pas¨® el 29-S, resulta indudablemente falaz. Y ello por dos razones cuando menos.
La huelga general como ritual movilizador ha entrado en decadencia cual dinosaurio en extinci¨®n
La primera es que la huelga, muy lejos de fracasar como se afirma, sobrepas¨® con creces todas las expectativas excesivamente pesimistas que se hab¨ªan avanzado antes sobre su grado de participaci¨®n y seguimiento. Se dec¨ªa que no se sumar¨ªa a ella casi nadie, y que ser¨ªa un fracaso en toda regla. Pues bien, antes al contrario, y con una violencia piquetera sensiblemente inferior a la temida, el paro alcanz¨® una dimensi¨®n bastante cercana al list¨®n marcado por la ¨²ltima protesta anterior, convocada en 2002 contra el Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Lo cual puede estimarse como un ¨¦xito inesperado y bastante considerable, quiz¨¢ muy por encima de lo que se tem¨ªan los propios sindicatos.
Y la segunda raz¨®n que refuta la falacia del fracaso es que tambi¨¦n el Gobierno ha sabido torearla con bastante soltura, evitando sufrir la misma clase de cogida que padecieron sus predecesores. Pues no solo es la primera vez que una huelga triunfante no va a poder obligar al presidente de turno a rectificar su pol¨ªtica sino que adem¨¢s, muy por el contrario, este Ejecutivo sale del lance vivito y coleando, quedando pol¨ªticamente reforzado. Y es que, en efecto, el propio ¨¦xito de la protesta le ha servido como un test de dureza de su programa de ajuste fiscal, que a pesar de su dudoso rigor contable, y solo gracias a la movilizaci¨®n de las masas sindicales, ha ganado una indudable credibilidad ante los mercados internacionales.
As¨ª que menos lobos. De fracaso sindical y gubernamental, nada. Por el contrario, doble victoria a los puntos para ambas partes. Y por lo tanto, nueva ocasi¨®n perdida por la oposici¨®n, que no ha logrado rentabilizar pol¨ªticamente un conflicto hist¨®rico como este. Pues toda huelga es un acontecimiento medi¨¢tico (media event, en la terminolog¨ªa de Dayan y Katz) que siempre sirve a los objetivos buscados por los responsables de su puesta en escena. En este caso, el Gobierno y las centrales convocantes, que son quienes van a rentabilizar en su estrategia de marketing pol¨ªtico-sindical la representaci¨®n espectacular de tan hist¨®rico auto de fe: el primero, como culpable convicto y confeso; las segundas como el justiciero brazo ejecutor. Ahora bien, semejante montaje escenogr¨¢fico ya no admite ulterior reedici¨®n, pues hay m¨²ltiples razones para pensar que estamos ante the last picture show: este paro es probablemente el ¨²ltimo en convocarse, y por eso su ¨¦xito ha de considerarse el canto del cisne de la historia de las huelgas generales en Espa?a. Como ya dije antes, exhibe la doble caracter¨ªstica de que su tasa de participaci¨®n ha sido la menor de la serie (inferior al list¨®n dejado por la de 2002 contra Aznar), y al mismo tiempo ha sido la primera que ya no va a poder modificar la pol¨ªtica gubernamental (porque lo impiden las "circunstancias", Zapatero dixit). Y esto hace del 29-S un anacronismo hist¨®rico.
Las huelgas generales son formas rituales de protesta popular cuyo ciclo de vida ¨²til hace tiempo que entr¨® hist¨®ricamente en decadencia, tras alcanzar su apogeo durante la ¨¦poca de la rebeli¨®n de las masas: la industrializaci¨®n fordista, el periodo de entreguerras, el auge de la socialdemocracia... Pero tras el advenimiento de la sociedad posindustrial, el posfordismo de la especializaci¨®n flexible ha determinado el fin de la lucha de clases con el auge irreversible de la individualizaci¨®n. De ah¨ª que el sindicalismo de confrontaci¨®n anticapitalista haya sido sustituido por el de concertaci¨®n neocorporatista.
Y esto ha hecho que la huelga general como ritual movilizador haya entrado en decadencia como si fuera un dinosaurio en v¨ªas de extinci¨®n. Por eso ahora ya solo se celebran en los pa¨ªses de industrializaci¨®n tard¨ªa, que todav¨ªa no han sabido incorporarse a la era de la informaci¨®n: o sea, los incompetentes e improductivos PIGS. En los ¨²ltimos a?os, ¨²nicamente se han celebrado en el sur de la Europa latina (45 en Grecia, 15 en Italia, 10 en Francia, cinco en Espa?a y Portugal). En el norte escandinavo y anglogermano hace 30 a?os que no se celebra ninguna.
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