La c¨¢rcel de los j¨®venes d¨ªscolos
Suiza pide perd¨®n por internar sin juicio a miles de muchachos hasta 1981 - Aquellos alumnos conflictivos y chicas embarazadas rememoran hoy el horror
Tener un novio extranjero a los 17 a?os no estaba bien visto en la Suiza de la d¨¦cada de los sesenta. Si encima dicho novio era un hombre divorciado de 24 a?os la cosa se complicaba mucho m¨¢s. Sobre todo porque, seg¨²n la ley, un divorciado deb¨ªa esperar tres a?os para volver a casarse. Y el concubinato era entonces ilegal.
Ante la intensa presi¨®n social y familiar la joven ?rsula decidi¨® huir con su amante a Italia. Embarazada de cinco meses, fue atrapada por las autoridades. Esposada, fue devuelta a Suiza donde nada le hab¨ªa preparado para el calvario que se iba a abatir sobre ella: una larga estancia en la prisi¨®n de Hindelbank. "Cuando me arrestaron, en 1967, tuve la suerte de que mi embarazo ya estaba muy avanzado, si no me hubieran provocado un aborto", rememora hoy ?rsula M¨¹ller-Biondi, de 60 a?os. Esta es una de las miles de v¨ªctimas de un sistema de centros de internamiento para menores de edad "dif¨ªciles" que Suiza mantuvo entre 1942 y 1981. El sistema era conocido como "detenci¨®n administrativa".
"La ¨²nica diferencia con las presas era el color del uniforme", recuerda ?rsula
Christof dice que en el Ej¨¦rcito la comida y las condiciones de vida eran mejores
Gina fue recluida por querer estudiar en contra de la voluntad paterna
Trabajaban doce horas sin sueldo y el Estado cobraba de los padres
Beber alcohol, tener escasa disposici¨®n para el trabajo o desobedecer a los padres eran motivos suficientes para que una mera recomendaci¨®n de la autoridad tutelar enviara al adolescente d¨ªscolo a estos sitios. Con celdas en las que pasaban doce horas diarias y otras tantas de trabajos forzados en las lavander¨ªas ("sin sueldo, por supuesto", aclara M¨¹ller-Biondi) en compa?¨ªa de presas por delitos comunes o asesinas confesas. "La ¨²nica diferencia entra ellas y nosotras era que las asesinas llevaban un uniforme azul y nosotras marr¨®n", rememora M¨¹ller-Biondi. La historia, dada a conocer por el diario Beobachter, recuerda en mucho a los eventos narrados en la pel¨ªcula irlandesa Las hermanas de la Magdalena, realizada por Peter Mullan en 2002.
"Era un sistema arbitrario y escandaloso. Que no admite excusas", explica M¨¹ller-Biondi en un restaurante ubicado a la sombra del Palacio Federal, sede del Gobierno suizo. La ex interna de Hindelbank se ha reunido con compa?eros de infortunio. Y es que, casi cuarenta a?os m¨¢s tarde, las autoridades han pedido p¨²blicamente disculpas por este sistema inimaginable en un pa¨ªs que se enorgullece de su democracia.
Evelyne Widmer-Schlumpf, ministra de Justicia helv¨¦tica, hizo este mes un acto p¨²blico de contrici¨®n en el que rehabilit¨® el buen nombre y el honor de estas miles de v¨ªctimas, la mayor¨ªa de ellas an¨®nimas.
Una petici¨®n de perd¨®n que no conllevar¨¢ compensaci¨®n econ¨®mica para estos hombres y mujeres a los que se les rob¨® la juventud. "Mi problema fue no adaptarme a la f¨¦rrea estructura patriarcal de la ¨¦poca", comenta Gina Rubeli. "En esa ¨¦poca, el hombre ten¨ªa el derecho de voto y lo decid¨ªa todo. No hay que olvidar que en Suiza las mujeres no pudieron votar hasta 1971".
Esta mujer cometi¨® el crimen de querer seguir una formaci¨®n profesional como impresora. "Algo con lo que mi padre no estuvo de acuerdo", seg¨²n aclara, "pues ¨¦l se preguntaba: '?Qu¨¦ sentido tiene invertir dinero en tu educaci¨®n, si ser¨¢s un ama de casa el resto de tu vida?". Atrapada en medio de un conflicto de lealtades entre el padre y la hija, su propia madre pidi¨® a las autoridades su internamiento.
"Primero estuve en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica, ?pero lo incre¨ªble fue que los m¨¦dicos preguntaron a las autoridades qu¨¦ resultados esperaban obtener! Lo supe a?os despu¨¦s, al tener acceso a mi informe. Luego fui a un convento, donde casi me volv¨ª loca y tuve un intento de suicidio. Por fin termin¨¦ en Hindelbank, donde las chicas en proceso de reeducaci¨®n ¨¦ramos lo m¨¢s bajo de la escala carcelaria. Los criminales ten¨ªan sus derechos y conoc¨ªan la duraci¨®n de su condena. Nosotras no", explica. Seg¨²n comenta Rubeli, se advirti¨® a sus padres que estaba interna en Hindelbank dos semanas m¨¢s tarde. "Cuando mi madre vino a verme comprendi¨® la naturaleza del lugar e intent¨® sacarme, pero ya era tarde". Finalmente, la adolescente logr¨® su libertad gracias a un abogado especialista en derechos humanos que consigui¨® ser su tutor legal. "Pero solo pude abandonar Hindelbank tras 12 meses", agrega.
Una vez firmado el contrato por la "prestaci¨®n de servicios" con el Estado, ya no hab¨ªa salida posible. ?rsula explica que su familia pag¨® 7.000 francos suizos (unos 5.200 euros, una fortuna entonces) por ese a?o de internamiento. ?rsula prosigue: "Ese sistema de prisiones educativas era un negocio muy lucrativo para el Estado, y es por eso que Hindelbank estaba siempre lleno".
Pero no solo las mujeres pasaron por este peculiar sistema. Christof Poeschmann so?aba en 1974 con ser marino. "Y es por ello que fui a Hamburgo sin permiso paterno a los 16 a?os. Para estudiar en la escuela naval", explica. Al inscribirse, las autoridades notaron que faltaba un documento y tuvo que volver a Suiza a buscarlo. "En la frontera me arrestaron pues el alcalde de mi pueblo hab¨ªa ordenado mi busca y captura", recuerda este hombre. A los 16 a?os, sin proceso legal, Poeschmann fue internado en el campo de trabajo de Dietisberg. "All¨ª pod¨ªas elegir: tres a?os de prisi¨®n firme, o un a?o de trabajos forzados donde los muchachos eran maltratados sistem¨¢ticamente", comenta con una sonrisa triste.
A?os m¨¢s tarde, Poeschmann se alist¨® en la Legi¨®n Extranjera francesa. "Y puedo afirmar que all¨ª me sent¨ª tratado correctamente. En el Ej¨¦rcito, la comida y las condiciones de vida eran mucho mejores que en Dietisberg. Pero lo m¨¢s incre¨ªble de mi caso es que en 1974 Suiza hab¨ªa ya ratificado todas las convenciones de Derechos Humanos, o sea que no pod¨ªan hacer lo que estaban haciendo, pero lo hac¨ªan de todas maneras", concluye Poeschmann.
"La idea central detr¨¢s de este sistema era quebrar a los j¨®venes para que fueran d¨®ciles y se adaptaran sin problemas a las reglas y las instituciones", analiza 40 a?os m¨¢s tarde Ursula M¨¹ller-Biondi. Pero de todas las t¨¦cnicas usadas para quebrar a los adolescentes la m¨¢s cruel fue, muy posiblemente, la de las adopciones forzosas. ?rsula vivi¨® este infierno tras dar a luz en prisi¨®n.
"Tuve las contracciones en mi celda a las dos de la ma?ana, pero hasta las seis nadie vino a ver qu¨¦ me pasaba", recuerda con emoci¨®n contenida. "Tras el parto, me pusieron un producto en los pechos y me los fajaron. Tambi¨¦n se dio orden de que no pudiera ver al beb¨¦. La raz¨®n de esas medidas era que el ni?o ya estaba dado en adopci¨®n". Al salir de la maternidad para volver a prisi¨®n, ?rsula vio al director de Hindelbank con el director del hospital y su beb¨¦ en brazos. Al acercarse para cogerlo, el funcionario susurr¨® al beb¨¦: "Ni?o, aprovecha para decir adi¨®s a mam¨¢".
"Qued¨¦ tan aturdida que ni siquiera fui capaz de gritar. Pero luego no par¨¦ de pedir que me devolvieran a mi hijo. Nunca supe cu¨¢l fue la raz¨®n de que lo hicieran, aunque sospecho que tem¨ªan que yo me suicidara. El caso es que pasados tres meses me devolvieron al ni?o", concluye ?rsula, "pero otras miles de madres no tuvieron la misma suerte".
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