Lo que hay
Nada m¨¢s inoportuno que pararse a analizar las razones por las que afloran los telefilmes sobre personajes reales. La primera, no lo duden, es porque tienen subvenci¨®n. Pueden incorporarse a la partida de audiovisual comunitario que han de cumplir por ley las cadenas, siempre y cuando no superen los dos episodios. Y all¨¢ est¨¢n plantados en los dos episodios. Si se subvencionara pintar de rosa a las cucarachas, asistir¨ªamos al nuevo oficio de artista cucarachero, as¨ª de flexible es el mercado. Se eligen personajes reales, habituales del coraz¨®n, porque de manera sencilla podemos ocupar la ficci¨®n tambi¨¦n con el cotilleo.
Si pusi¨¦ramos todos estos telefilmes juntos certificar¨ªamos que estamos asistiendo a la ambiciosa adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de la revista ?Hola! Si se han adaptado novelas y obras de teatro, por qu¨¦ no se podr¨ªan adaptar los seriales hagiogr¨¢ficos que en nuestra infancia publicaba el Lecturas. Y adem¨¢s mantener el mismo tono, marca del g¨¦nero, respetuoso, amigable, pero siempre con la puntita de morbillo curioso. Es obvio que si uno quiere poner en im¨¢genes el entra?able noviazgo de Felipe y Letizia, es mejor acudir a la amabilidad del cuch¨¦ que a la serializaci¨®n burra que hizo la revista El Jueves y que combinaba la zafiedad de la vida real con el respeto humanizador que la s¨¢tira otorga a sus personajes parodiados. Se anuncian sin parar nuevos asaltos a estos h¨¦roes de la aventura en la fama, algunos bordean la vida de santos, o incluso se anuncia un biopic de Mario Conde escrito por Mario Conde, consuelo mientras llega el d¨ªa en que pueda reescribir los telediarios.
La elecci¨®n de estos modelos audiovisuales responde m¨¢s a urgencias de contabilidad, retos de audiencia, que a la b¨²squeda de dejar para la posteridad una memoria hist¨®rica. Es una l¨¢stima que no prosperaran otros modelos m¨¢s rigurosos y exigentes. Hace poco volv¨ª a ver la miniserie que Peter Watkins rod¨® en 1973 sobre el pintor noruego Edvard Munch. Elegir un maestro del arte, con una biograf¨ªa compleja de angustias y vaivenes psicol¨®gicos, en enfrentamiento sangriento contra los gustos acad¨¦micos de la ¨¦poca, dotaban a Munch de categor¨ªa y trascendencia. Era un modelo de relato televisivo que de haber triunfado nos habr¨ªa hecho, si no mejores, un poco m¨¢s inteligentes.
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