Realidad sin l¨ªmites
Resulta cuando menos curioso que el mejor libro que se escribi¨® sobre la personalidad y obra del premio Nobel Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez lo haya escrito el flamante hoy tambi¨¦n premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa. Hablamos de Garc¨ªa M¨¢rquez: historia de un deicidio. Simetr¨ªas del azar y de la alta est¨¦tica narrativa. Alguna vez dijo el gran escritor peruano que los ¨²nicos l¨ªmites de la novela realista son la realidad, "que no tiene l¨ªmites". Dicha sentencia ten¨ªa que ver con una de las caracter¨ªsticas esenciales de su novela La ciudad y los perros (1963), obra con la que el escritor adquiere su consagraci¨®n y prestigio internacionales. Y con motivo de este mismo t¨ªtulo agreg¨® entonces que la realidad supone la existencia de las pesadillas de Kafka, el empe?o psicol¨®gico hecho prodigio verbal de Proust, el orbe m¨ªtico de Carpentier, las empecinadas y tortuosas b¨²squedas de Dostoievski y la luminosa objetividad de Hemingway.
'La Fiesta del Chivo' es una de las grandes novelas sobre dictadores
El otro cap¨ªtulo que corre parejo a su talento inventivo es el ensayo
Se alimenta de fuentes literarias: Flaubert, la est¨¦tica, V¨ªctor Hugo, la ¨¦tica
De gran versatilidad, puede combinar alta ficci¨®n con literatura popular
Vargas Llosa escribi¨® muchas novelas. Algunas de ellas ya forman parte de lo mejor que se escribi¨® en castellano. Como la citada La ciudad y los perros, donde se juntan la representaci¨®n de un habla popular, inmediata, con el uso exacto del mon¨®logo interior. Estoy seguro de que los lectores del escritor se dividen entre los que prefieren Conversaci¨®n en La Catedral (1969) y los que se quedan con La guerra del fin del mundo (1981).
Aunque bien pudiera haber un tercer grupo que se quedara con las dos. Como un servidor. En ambas novelas se reflejan dos maneras diferentes de enfrentarse al hecho literario. En la primera, proyecto totalizante, las corruptelas pol¨ªticas peruanas (m¨¢s un puntilloso detalle de perversiones) en el marco de un gran despliegue de recursos narrativos; en la segunda, con un cambio de mapa geogr¨¢fico e hist¨®rico, una reinterpretaci¨®n libresca de Os sert?es, del escritor brasile?o Euclides da Cunha, y una poderosa met¨¢fora de los fanatismos ideol¨®gicos y religiosos de la sociedad contempor¨¢nea. Mario Vargas Llosa se alimenta de fuentes estrictamente literarias. Fuentes decimon¨®nicas. Flaubert garantiza el respeto por la frase, los tiempos verbales exactos para generar la sensaci¨®n de tiempo ¨ªntimo, hist¨®rico y novel¨ªstico. Y Victor Hugo, la funci¨®n ¨¦tica, la escritura tit¨¢nica.
La versatilidad de Vargas Llosa es encomiable. La t¨ªa Julia y el escribidor (1977) es una muestra palmaria de ello: la combinaci¨®n perfecta de alta ficci¨®n y deslumbrante simulaci¨®n de literatura popular, adem¨¢s de un inestimable ejercicio autobiogr¨¢fico. Y como tambi¨¦n lo demuestra Elogio de la madrastra (1988), una verdadera ofrenda a lo mejor de la novela er¨®tica. Su riqueza conceptual alcanza estratos sociales, psicol¨®gicos; en el nivel de las estrategias narrativas son estudiados y aplicados con precisi¨®n quir¨²rgica el espacio, el tiempo, las voces narradoras y puntos de vistas. Todo en pos de su m¨¢xima literaria: la verdad de las mentiras. Ensaya la novela de misterio policiaco insertada en el espacio del terrorismo pol¨ªtico del Per¨² de los a?os noventa: Lituma en los Andes (1993), una novela amarga si se atiende su desilusi¨®n por las proclamas pol¨ªticas cuando conducen al sectarismo y a la deshumanizaci¨®n de los medios empleados para alcanzar unos fines no menos inconfesables. La Fiesta del Chivo (2000), probablemente una de las mejores novelas sobre dictadores que se haya escrito en espa?ol.
Soy un admirador incondicional de sus dos ¨²ltimas novelas: El para¨ªso de la otra esquina (2003) y Travesuras de la ni?a mala (2006). En la primera convergen algunas de las pasiones literarias de Vargas Llosa: la gran novela decimon¨®nica, el trazo naturalista, el esbozo entre folletinesco y melodram¨¢tico, la fascinaci¨®n hist¨®rica y la trascendencia moral. Y en la segunda descuella la capacidad del autor para crear una hero¨ªna de tanto calado ir¨®nico como humano.
El otro cap¨ªtulo que corre parejo a su talento inventivo es el ensayo. Ya citamos el que estudia a Garc¨ªa M¨¢rquez. Podr¨ªamos citar el estudio preliminar a la edici¨®n en castellano de la novela de caballer¨ªa Tirant lo Blanc, de Joanot Martorell. La org¨ªa perpetua: Flaubert y 'Madame Bovary' (1975) es algo m¨¢s que un estudio pormenorizado del estilo del normando. Es una declaraci¨®n de principios est¨¦ticos que compromete toda la obra de Vargas Llosa. Y es tambi¨¦n la historia de una pasi¨®n literaria: la de Flaubert y la suya propia. En La verdad de las mentiras (1990) est¨¢ definida su filosof¨ªa de la invenci¨®n. Y en el estudio sobre Los miserables, de Victor Hugo, el homenaje a la grandeza literaria no le priva la inmersi¨®n en los lugares m¨¢s oscuros del franc¨¦s. En El viaje a la ficci¨®n. El mundo de Juan Carlos Onetti (2008) reconozco su intuici¨®n creadora. Encuentro al Onetti en su mundo penumbroso y al fundador de una regi¨®n literaria y una literatura. Pero me sorprendi¨® una cierta incapacidad para entender a Roberto Arlt, adem¨¢s de alguna injusticia con un escritor argentino muy poco conocido fuera de Argentina, Eduardo Mallea.
Dos cuestiones para terminar. Primera: los ep¨ªgonos. Todo gran autor los tiene. Aunque tiene tambi¨¦n quienes necesitan matarlo. Como de alguna manera tuvo que hacerlo el mismo Vargas Llosa respecto a sus precedentes, entre ellos Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas. Encontr¨¦ en Abril rojo, de Santiago Roncangliolo, ciertas reminiscencias de ?Qui¨¦n mat¨® a Palomino Molero? En su inefable fiscal Chacaltana Sald¨ªvar hab¨ªa esa configuraci¨®n de parodia y de sutil denuncia sociopol¨ªtica que encontramos en las ficciones digamos policiacas del nuevo Nobel. Podr¨ªa citar las novelas de Patricia de Souza o las de Iv¨¢n Thays, todas tocadas por esa maldici¨®n social de su pa¨ªs que impregna sus ficciones: peripecia colectiva, investigaci¨®n introspectiva y representaci¨®n de una enfermedad hist¨®rico-social y tambi¨¦n de una traum¨¢tica b¨²squeda est¨¦tica. Todas cerca del maestro e intentando alejarse de su poderosa estela.
Las ideas pol¨ªticas de Mario Vargas Llosa, su defensa de ciertas pol¨ªticas neoliberales, puede que no lo hagan demasiado simp¨¢tico a mucha gente. Podr¨ªamos decir, como Marx dec¨ªa de Balzac, que el autor de La casa verde es pol¨ªticamente conservador, pero en el terreno del arte de la ficci¨®n es progresista. Yo tampoco comparto muchas opiniones de Vargas Llosa sobre muchas cosas en las que se siente obligado a opinar. Pero en la concepci¨®n que tiene de la novela y, a trav¨¦s de esta, de la realidad, siempre estoy y estar¨¦ de acuerdo con ¨¦l.
Babelia
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