Te espero en el escenario
Corr¨ªa el mes de julio de 2006. Un jard¨ªn tropical, un front¨®n al aire libre... y 20 d¨ªas por delante para poner en pie Odiseo y Pen¨¦lope, la segunda aventura teatral como autor y actor de Mario.
El calor era infernal. Ensay¨¢bamos cobijados por la sombra de un ¨¢rbol generoso y nos refresc¨¢bamos, vestidos, con el agua de una manguera hasta quedar totalmente empapados.
Mario descalzo, despojado, entregado a su reci¨¦n descubierta vocaci¨®n con la valent¨ªa y la humildad de quien no tiene nada que perder. Joan Oll¨¦ (el otro v¨¦rtice del m¨¦nage ¨¤ trois teatral) y yo disfrutando como ni?os de las charlas interminables, de las carcajadas constantes, de los escollos que siempre acab¨¢bamos por resolver en equipo, siempre en equipo.
Mario, el rapsoda; Mario, el tejedor de sue?os; Mario, el actor
Es un oficio solitario el del escritor. El de los c¨®micos, sin embargo, un proceso colectivo. Mario luchaba a brazo partido contra sus propias palabras para darles vida hasta hacerlas suyas de nuevo. Escuchaba admirado las propuestas esc¨¦nicas de Joan y repet¨ªa hasta la saciedad, con una disciplina f¨¦rrea, cada escena hasta caer rendido. A veces nos enzarz¨¢bamos en discusiones interminables pero siempre gozosas sobre ciertos pasajes. Y Mario reescrib¨ªa, cortaba o amoldaba el texto seg¨²n las necesidades del montaje con una generosidad y un sentido del humor admirables. "Quer¨¦is mutilar mi texto" , nos increpaba. "?Me quer¨¦is hundir!". Y acto seguido explotaba en una carcajada.
Patricia, su mujer, asomaba de vez en cuando por detr¨¢s de una palmera y observaba divertida a Odiseo resistiendo el hechizo de las sirenas o el reencuentro con Pen¨¦lope a su regreso a ?taca.
Fueron 20 d¨ªas de convivencia intensiva. Hab¨ªamos compartido ya escenario con La verdad de las mentiras, pero fue en ese front¨®n cuando a Mario se le instal¨® definitivamente el veneno del teatro.
Llegamos a M¨¦rida. Las piedras del escenario echaban fuego. La fuerza tel¨²rica de siglos nos sub¨ªa por la planta de los pies. Faltaban cinco minutos para salir a escena. Mario se me acerc¨® entre cajas y, aterrado, me mir¨® a los ojos y me dijo: "Esto es espantoso. ?No podemos huir de aqu¨ª? Escapemos ahora que a¨²n estamos a tiempo". "Enhorabuena, Mario", le respond¨ª: "Te has convertido en un actor". Y, como no pod¨ªa ser de otra forma, nos lanzamos a la arena.
Mario el rapsoda, Mario el tejedor de sue?os, Mario el actor se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo y yo me sent¨ª el ser m¨¢s privilegiado del planeta por estar a su lado.
Dos a?os despu¨¦s nos embarcamos en una nueva traves¨ªa: Las mil noches y una noche. ?l era Sahrigar, el sanguinario, y yo Sherezade. Pero esa es otra historia...
Ahora le ha llegado el Nobel. Por fin. Ya estaba tardando. Me siento tan orgullosa como si se lo hubieran dado a alguien de mi familia.
Enhorabuena, Mario. Para los millones de personas que te queremos y admiramos hoy es un gran d¨ªa.
Te espero en el escenario.
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