Cameron encalla en la ambig¨¹edad
El proyecto de 'gran sociedad' del dirigente brit¨¢nico no logra calar entre los conservadores - Los principales partidos atraviesan un momento cr¨ªtico
La pol¨ªtica brit¨¢nica atraviesa un momento cr¨ªtico. La recesi¨®n y las elecciones de mayo, que abocaron a un Gobierno de coalici¨®n a un pa¨ªs acostumbrado a las mayor¨ªas absolutas, ha alterado por completo el panorama. Los laboristas han optado por dar un giro a la izquierda de la mano de un l¨ªder, Ed Miliband, que muchos consideran menos capaz que la alternativa, su hermano David.
Los liberales-dem¨®cratas, atrapados en la necesidad de que la legislatura sea lo m¨¢s larga posible para demostrar que las coaliciones tambi¨¦n generan gobiernos estables y con autoridad, tienen que pagar a cambio un precio muy alto: aceptar un ajuste del gasto del que renegaban antes de los comicios. Eso les ha llevado a hundirse en los sondeos y corren el riesgo de perder en mayo el esperado refer¨¦ndum sobre la reforma electoral porque el s¨ª solo puede ganar si los simpatizantes laboristas y liberales-dem¨®cratas se toman la molestia de acudir a votar... y hacerlo a favor de la reforma.
Hasta los independentistas escoceses, que han gobernado Escocia mejor de lo que muchos esperaban, est¨¢n en crisis porque la recesi¨®n ha llevado al desplome a los dos pa¨ªses en los que se inspira su proyecto independentista: Irlanda e Islandia. Y con ellos ha ca¨ªdo el refer¨¦ndum sobre la independencia.
Mientras, los conservadores se debaten entre la inminencia de un recorte que se adivina impopular y la impresi¨®n de que el canciller del Exchequer, George Osborne, le est¨¢ cogiendo tanto gusto a la tijera que la intensidad y celeridad de los recortes parece cada vez m¨¢s un impulso ideol¨®gico que una necesidad patri¨®tica.
Una de las obsesiones de los tories es hacer calar la idea de que el ajuste es imprescindible, pero se har¨¢ de forma equitativa. Es decir, que la carga no recaer¨¢ sobre las espaldas de los m¨¢s modestos.
Probablemente la decisi¨®n anunciada el lunes por Osborne de recortar las ayudas por hijos a la clase media ten¨ªa precisamente ese objetivo: demostrar que el Gobierno es capaz de tomar medidas que perjudican directamente a su base electoral. La exagerada reacci¨®n en contra de dos diarios de la derecha, el Daily Mail y el Daily Telegraph, refuerza esa impresi¨®n.
La izquierda tambi¨¦n ha encontrado motivos para oponerse. Por un lado, por el absurdo de que las ayudas se supriman si uno de los c¨®nyuges gana m¨¢s de 50.000 euros al a?o, pero se mantengan si el matrimonio gana conjuntamente, por ejemplo, 95.000 euros, pero ninguno de ellos supera el tope de 50.000. Pero los laboristas han puesto el acento sobre todo en el simbolismo de que los tories hayan acabado con la universalidad de esas ayudas. Y creen que es un primer paso para acabar con el principio de prestaci¨®n universal de otros servicios, como la educaci¨®n o la sanidad.
La pol¨¦mica generada y la inminencia del anuncio en los Comunes del detalle del ajuste, el pr¨®ximo d¨ªa 20, dej¨® a David Cameron sin muchas cosas que anunciar en su primer congreso tory como primer ministro. Y se decidi¨® por rescatar lo que quiere que sea su se?al de identidad pol¨ªtica, la big society, la gran sociedad. Es un concepto de dif¨ªcil comprensi¨®n para el ciudadano de a pie, que los tories de pura cepa miran con desconfianza y que los m¨¢s pragm¨¢ticos creen que rest¨®, m¨¢s que sum¨®, votos en las elecciones de mayo. La dificultad para entender el mensaje de Cameron es que tiene muchas interpretaciones. Y algunas verdades de Perogrullo.
Es una obviedad decir que la crisis financiera no es solo culpa del Gobierno laborista por no atar m¨¢s de cerca a los banqueros sino tambi¨¦n de estos por sus abusos. Es tan obvio como que no se puede culpar de un navajazo al fabricante de la navaja.
Cameron dice algo m¨¢s. Asegura que la ciudadan¨ªa no es un contrato que te da derecho a recibir unos servicios, sino una relaci¨®n. Pero eso es ya m¨¢s subjetivo. Mucha gente puede pensar que s¨ª es un contrato y que no tiene por qu¨¦ implicarse en la gesti¨®n de los servicios que paga con sus impuestos. Para eso hay profesionales de la sanidad, de la educaci¨®n o de la gesti¨®n municipal. ?Por qu¨¦ es mejor ciudadano el que participa en patrullas de vigilantes que el que dedica su fin de semana a ir al cine o al teatro y a cenar fuera? Uno est¨¢ creando empleo. El otro m¨¢s bien tiende a suprimirlo.
Los laboristas creen que detr¨¢s de las invocaciones de Cameron al voluntariado y a la participaci¨®n del ciudadano palpita un impulso ideol¨®gico a favor de la reducci¨®n del Estado y que ese impulso se transforma en conseguir que el ciudadano asuma parte de las tareas del Estado. Si t¨² patrullas tu barrio a la caza de delincuentes har¨¢n falta menos polic¨ªas. Una bonita forma de recortar gasto p¨²blico. ?Pero pueden esos vigilantes garantizar la eficacia y la neutralidad que se le exige a un polic¨ªa profesional?
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