Brasil: de d¨®nde viene, ad¨®nde va
Un pa¨ªs que recuper¨® la democracia, gan¨® la estabilidad econ¨®mica y mejor¨® la vida de los pobres es un pa¨ªs que est¨¢ ganando. Los cambios que introducir¨¢ el nuevo presidente ser¨¢n m¨¢s de estilo que de contenido
Quien haya le¨ªdo descuidadamente los diarios internacionales de los ¨²ltimos ocho a?os seguramente ha llegado a creer que Brasil no fue descubierto por el navegante portugu¨¦s Pedro ?lvares Cabral, sino por el metal¨²rgico Luiz In¨¢cio Lula da Silva.
Lamento tener la obligaci¨®n de informar a los lectores de EL PA?S de que no fue Lula quien descubri¨® Brasil, ni siquiera este nuevo Brasil que se ha convertido en el ni?o mimado del mundo.
Un pa¨ªs de 8,5 millones de kil¨®metros cuadrados (unas 16 veces el tama?o de Espa?a), con casi 200 millones de habitantes (4,3 veces la poblaci¨®n de Espa?a) y recursos naturales diversificados, casi infinitos, estaba condenado a ser importante alg¨²n d¨ªa.
Mantener la baja inflaci¨®n heredada fue el punto fundamental de la pol¨ªtica de Lula
La pobreza, la sangrante desigualdad y la corrupci¨®n end¨¦mica son los desaf¨ªos del sucesor
?Por qu¨¦ tard¨® tanto? Bueno, para no regresar demasiado atr¨¢s en el tiempo, citemos dos hitos decisivos del siglo pasado:
1. La anomal¨ªa institucional fren¨® a Brasil durante demasiado tiempo. De hecho, hasta finales del siglo XX el pa¨ªs tuvo muchos m¨¢s Gobiernos dictatoriales que una democracia plena y de masas.
Creo que mi historia c¨ªvica personal resulta muy ilustrativa para que se entienda la anomal¨ªa: vot¨¦ por primera vez en unas elecciones presidenciales cuando ten¨ªa 46 a?os, en 1989. Ese d¨ªa me acompa?aron mis tres hijos.
Es decir, mi castraci¨®n c¨ªvica -y la de mis contempor¨¢neos- dur¨® el tiempo exacto de una generaci¨®n.
Los espa?oles saben bien c¨®mo la anormalidad institucional impide que se respete a un pa¨ªs. Espa?a, con una historia mucho m¨¢s larga y con mucho mayor poder que Brasil, solo volvi¨® a recuperar el respeto internacional despu¨¦s de que consiguiera desatar los nudos que Franco cre¨ªa haber dejado atados y bien atados.
2. Una inflaci¨®n desbocada impidi¨® tambi¨¦n durante una generaci¨®n -o m¨¢s- que Brasil pudiera dialogar con los grandes del mundo. Europeos y norte-americanos no entend¨ªan el lenguaje de un pa¨ªs cuya inflaci¨®n llegaba, durante algunos momentos, al 80% al mes.
Eso termin¨® en 1994 y Brasil empez¨® a recorrer el camino que lo ha llevado a despertar la presente admiraci¨®n global.
?Lula no tuvo nada que ver en eso? S¨ª, tuvo que ver, y mucho. Primero, porque ech¨® al basurero de la historia todas las propuestas radicales de su partido. Las llam¨®, despu¨¦s de ser elegido en el a?o 2002, "bravuconadas".
Lula sab¨ªa que en las encuestas de opini¨®n p¨²blica se hab¨ªa impuesto una tendencia muy n¨ªtida desde el Gobierno de Jos¨¦ Sarney (entre 1985 y 1990): siempre que sub¨ªa la inflaci¨®n, bajaba la popularidad del presidente de turno.
Mantener la baja inflaci¨®n heredada era, pues, el punto fundamental de cualquier pol¨ªtica, m¨¢s incluso que favorecer el crecimiento o que embarcarse en otro tipo de iniciativas.
Por eso Lula mantuvo las pol¨ªticas b¨¢sicas que hab¨ªa puesto en marcha su antecesor: tasas de inter¨¦s elevadas, para evitar rebotes inflacionarios; cambio flexible de la moneda, para amortiguar eventuales crisis del sector externo, y un super¨¢vit fiscal muy alto, para pagar a los acreedores de la abultada deuda interna brasile?a.
Lula tambi¨¦n hab¨ªa aprendido que, una vez consolidada la estabilidad institucional, los golpes de Estado estaban fuera de lugar. La ¨²nica posibilidad de desestabilizaci¨®n pod¨ªa venir de los omnipotentes mercados financieros (Grecia y Espa?a saben bien lo que son los ataques de los mercados).
Para atajarlos, Lula dedic¨®, mes a mes, a lo largo de sus ocho a?os de gesti¨®n, la partida m¨¢s elevada del presupuesto al pago de la deuda. Una cantidad mucho m¨¢s grande que la que se destin¨®, por ejemplo, a educaci¨®n y salud.
Por ¨²ltimo, pero no menos importante, Lula dedic¨® una gran atenci¨®n a la microeconom¨ªa, una vez que el marco macroecon¨®mico estaba dado de antemano. Lula, ciertamente, puede no ser el responsable de haber descubierto Brasil, pero s¨ª fue, en los tiempos modernos, el art¨ªfice que de una gran parte de brasile?os descubriera lo que es comprar a cr¨¦dito.
Gracias a esa iniciativa y a la sistem¨¢tica y sostenida elevaci¨®n del salario m¨ªnimo, el Brasil de Lula vio nacer un mercado interno fuerte. Por no mencionar el archicomentado programa Bolsa Familia, que sirvi¨® para transferir recursos a los m¨¢s pobres y del que se beneficiaron 12,8 millones de familias.
Estas son las principales luces con las cuales Brasil lleg¨® a las elecciones del domingo. Superan con creces las sombras, pero estas existen, no son pocas y plantean los desaf¨ªos que tendr¨¢ por delante el presidente que salga elegido el 31 de octubre.
Primera sombra: la pobreza sigue siendo obscena. De los ciudadanos que pod¨ªan votar en las elecciones del domingo, justamente la mitad (67,5 millones, es decir, una Espa?a y media) puede llegar a ganar hasta dos salarios m¨ªnimos. O sea, como mucho, vive (o malvive) con el equivalente a 477 euros. Lo que significa que el 50% de los brasile?os ni siquiera llega a ser medio mileurista, el neologismo que se invent¨® en Espa?a para designar a los que consiguen ir sobreviviendo, por no decir algo peor.
Pero hay m¨¢s: el 10% de los electores (13 millones) no llegan a ganar ni siquiera el salario m¨ªnimo.
Segunda sombra: la desigualdad, la llaga sangrante en la piel de toda Am¨¦rica Latina, se mantiene igual (o peor) de obscena. Es cierto que la propaganda oficial -y los discursos de los acad¨¦micos interesados en que no haya cambios en las pol¨ªticas ortodoxas adoptadas- sostiene que la desigualdad cay¨®. Falso. Cay¨® tan solo la desigualdad entre salarios, no entre la renta del capital y la renta del trabajo, que es la que sirve para caracterizar la desigualdad m¨¢s importante.
Jo?o Sics¨², actualmente el principal economista del Instituto de Investigaciones Econ¨®micas Aplicadas, un organismo del Estado, escribi¨® (cuando era acad¨¦mico y no funcionario del Gobierno): "En 2006, el Gobierno central pag¨® 163.000 millones de reales brasile?os de intereses a los due?os de deuda p¨²blica federal. Aproximadamente el 80% de esa cantidad fue a parar a las 20.000 familias que forman parte de la ¨¦lite brasile?a. Mientras tanto, docenas de millones de personas pobres fueron atendidas por los programas de asistencia social del Gobierno con tan solo 21.000 millones de reales brasile?os".
Tercera sombra: la corrupci¨®n, end¨¦mica. Es razonable decir que fue la raz¨®n que impidi¨® a Dilma Rousseff, la candidata de Lula, ganar en la primera vuelta, como predec¨ªan todas las encuestas hasta una semana antes de la votaci¨®n.
Erenice Guerra, que reemplaz¨® a Dilma en la Casa Civil, el principal puesto del Gobierno, tuvo a casi toda su familia involucrada en negocios oscuros con el Gobierno. Por lo que Lula se vio obligado a exigirle la dimisi¨®n pocos d¨ªas antes de las elecciones. Se supone que una parte del electorado cambi¨® su voto a ¨²ltima hora y prefiri¨® elegir a Marina Silva, tambi¨¦n ex ministra (Medio Ambiente) y portadora de un discurso ¨¦tico.
Lo que decidir¨¢ finalmente qui¨¦n ser¨¢ el sucesor de Lula tiene que ver con el n¨²mero de esos votos que volver¨¢n a Dilma. No necesita muchos. Obtuvo el 46,9% en la primera vuelta. Si los mantiene todos, como es l¨®gico que ocurra, en la segunda vuelta solo hace falta que la voten -y no a Jos¨¦ Serra, el candidato de la socialdemocracia- una cuarta parte, poco m¨¢s o menos, del 19% que se inclinaron por Marina.
Gane quien gane, el nuevo Brasil ha llegado para quedarse. La pol¨ªtica macroecon¨®mica no est¨¢ en discusi¨®n. Al fin y al cabo, para la pol¨ªtica y la administraci¨®n vale una ley no escrita del f¨²tbol brasile?o, el deporte nacional: en un equipo que est¨¢ ganando no se cambia nada, ni a los jugadores, ni la t¨¢ctica. Un pa¨ªs que recuper¨® la democracia, gan¨® la estabilidad econ¨®mica y mejor¨® la vida de los pobres, sin quitar nada de los ricos, es un pa¨ªs que est¨¢ ganando. Pese a que nuestro Jos¨¦ Mourinho -Lula, el verdadero number one- ya no est¨¢ al frente, los cambios ser¨¢n mucho m¨¢s de estilo que de contenido.
Cl¨®vis Rossi es columnista del diario Folha de S?o Paulo y miembro del International Media Council creado por el F¨®rum de Davos.
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