Proclamar el Estado palestino
Con su negativa a detener las colonizaciones condenadas por el mundo entero, Israel acaba de demostrar una vez m¨¢s que no obedece sino a una sola ley: la del m¨¢s fuerte, es decir, la suya. A excepci¨®n de Sud¨¢frica durante el apartheid y de la Am¨¦rica de George Bush, nunca desde el fin de la II Guerra Mundial un Estado hab¨ªa menospreciado hasta tal punto el derecho internacional. El 2 de octubre, despu¨¦s de haber avalado desde hace a?os una estrategia de negociaciones enteramente fijada por los israel¨ªes y sus incondicionales aliados americanos, los dirigentes palestinos tuvieron que decidirse a poner fin a la comedia de encuentros tan ret¨®ricos como in¨²tiles para su causa. La continuaci¨®n de las colonizaciones en los territorios palestinos por parte de israel¨ªes fan¨¢ticos e integristas acababa de recordar a todo el mundo que ni el Gobierno israel¨ª ni el presidente Barack Obama estaban resueltos a mover un dedo para hacer avanzar el proceso llamado de paz que nadie se toma en serio, pero que todos, por lo menos en las Canciller¨ªas internacionales, fingen creer. Desde hace a?os, Mahmud Abbas, jefe de la Autoridad Palestina, hombre elegido por los americanos y sus aliados ¨¢rabes para suceder a Yasir Arafat, no ha dejado, sin embargo, de dar pruebas de buena voluntad hasta el punto de exponerse al reproche de buena parte de palestinos, y en primer lugar de Ham¨¢s, de que no es m¨¢s que una marioneta servil en manos de los enemigos de la causa palestina.
Israel acaba de demostrar que solo obedece la ley del m¨¢s fuerte, la suya
Ayer se reunieron los ministros de Asuntos Exteriores de los pa¨ªses ¨¢rabes en Sirte (Libia) para decidir la estrategia a seguir tras el fracaso del proceso de paz palestino-israel¨ª. Los ministros ¨¢rabes, que se han especializado en la ret¨®rica rimbombante para esconder mejor sus divergencias y su impotencia, hallan siempre f¨®rmulas rebuscadas para no tener que contrariar a su protector washingtoniano o a sus socios capitalistas de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga. La decisi¨®n de detener o no las negociaciones es, de todos modos, absolutamente secundaria. El aut¨¦ntico problema no es este, sino m¨¢s bien el de saber si, en el fondo, los palestinos tienen una estrategia de recambio frente a la trampa en la que se han colocado aceptando las condiciones americano-israel¨ªes de "soluci¨®n" del conflicto.
Tienen tres posibilidades. O bien siguen negociando, mientras esperan unos cambios que favorecer¨ªan a Tel Aviv y a Washington. Pero esta es ahora mismo una v¨ªa sin salida, ya que, dotado de una autonom¨ªa militar disuasiva, el Gobierno israel¨ª puede desobedecer a cualquiera si ¨¦l mismo no decide hacer las paces. O bien retoman la lucha armada contra la ocupaci¨®n, lo cual ser¨ªa probablemente el deseo de una parte importante de la poblaci¨®n. Pero esta v¨ªa es perjudicial y no podr¨¢ resolver ese conflicto podrido, puesto que el porvenir es la convivencia entre los dos pueblos, y solo una soluci¨®n pol¨ªtica, negociada y pac¨ªfica puede acercar a palestinos e israel¨ªes. Es por ello que, sea dicho de paso, la soluci¨®n negociada era y sigue siendo la ¨²nica justa y la mejor. O bien, por ¨²ltimo, y esta es sin duda la ¨²ltima arma realista que tienen entre manos despu¨¦s de haber reconocido, por cierto de manera justa, el derecho a la existencia del Estado de Israel, proclamar su intenci¨®n de seguir negociando y, al mismo tiempo, proclamar la creaci¨®n de un Estado palestino pac¨ªfico con fronteras definidas al lado del Estado israel¨ª y dotado de instrumentos de soberan¨ªa propios. De este modo, podr¨ªan poner al mundo entero (a la famosa "comunidad internacional", cuya duplicidad en este conflicto solo es igualada por su cinismo) ante sus responsabilidades y valorar realmente el peso de sus apoyos diplom¨¢ticos. Tal soluci¨®n ser¨ªa extremadamente molesta para el Estado israel¨ª que, a su vez, tendr¨¢ que explicar por qu¨¦ el mundo entero debe reconocer el Estado de Israel, pero no el Estado palestino.
Pero lo que es seguro es que, tras la ruptura de las negociaciones, la reacci¨®n en caliente de Jibril Rajub, uno de los jefes de Al Fatah, pidiendo a la "comunidad internacional" que hiciera cesar la agresi¨®n israel¨ª contra las tierras palestinas o que dejara de reconocer "el derecho a la existencia del Estado de Israel", es de una estupidez inaudita: puesto que esto es exactamente lo que Israel trata de hacer creer arguyendo que, en el fondo, los palestinos no aceptan su existencia. Al contrario, los dirigentes palestinos har¨ªan un gran favor a su pueblo y a la causa de la paz reafirmando, con la proclamaci¨®n unilateral de su Estado, la voluntad de vivir pac¨ªficamente junto a un Estado de Israel por fin liberado de los colonos fan¨¢ticos que tanto da?o le han causado.
Traducci¨®n de M. Sampons
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