Adi¨®s a Melvin Villarroel, el genial arquitecto
Hay ocasiones en las que escribir un art¨ªculo puede resultar tremendamente doloroso, tanto que lo mejor hubiese sido no tener que hacerlo nunca. Pero junto al dolor nace una necesidad de desahogo, unida a otra que es la de expandir el recuerdo de la persona que nos duele profundamente, m¨¢s all¨¢ de la peque?a v¨ªscera que es nuestro coraz¨®n.
Esa es mi intenci¨®n prioritaria apenas unas horas despu¨¦s de conocer por su familia el fallecimiento en Houston, el pasado 4 de octubre, de Melvin Villarroel. Y dedicarle estas l¨ªneas apresuradas de homenaje a quien, adem¨¢s de arquitecto genial, de artista de la naturaleza y el paisaje, de gran humanista, mel¨®mano y creador entusiasta, era parte de mi vida familiar como padrino que fue, reci¨¦n llegado, de mi ¨²ltimo hijo.
Sus trabajos en la Costa del Sol rubrican su sabio empleo del vac¨ªo
Proyect¨® hoteles en Marbella y Tenerife y una urbanizaci¨®n en Shanghai
Se ha ido un hombre a quien por su propia genialidad era y es muy dif¨ªcil definir. Un l¨¢piz, un papel, una voz y una m¨²sica. La arquitectura, el piano, la inteligente dial¨¦ctica y su pausad¨ªsima voz con restos andinos, han de ser como cuatro bellas columnas que mantendr¨¢n inalterable en mi recuerdo la figura de Melvin. M¨¢s para todo aquel que no haya tenido la fortuna de conocerle tan de cerca, quiero hacerle llegar la fertilidad de una vida dedicada a dos pasiones unidas en perfecta simbiosis como eran para ¨¦l el dise?o arquitect¨®nico y el arte.
El que ha sido el arquitecto m¨¢s premiado de la Costa del Sol, hab¨ªa nacido en La Paz, capital de Bolivia, en 1931, y licenciado en Arquitectura, F¨ªsica y Matem¨¢ticas por la Universidad de Santiago de Chile. Llegado a Marbella en 1973, tra¨ªa ya un equipaje de prestigio cuando realiz¨® la que ser¨ªa una de sus primeras obras, el hotel Puente Romano. Lo que habr¨ªa de ser la esencia de su trabajo estaba ya en esta obra, que dio a conocer por toda la costa su especial¨ªsimo perfil arquitect¨®nico. Una "trinidad" bell¨ªsima que formaban la arquitectura, la naturaleza y el hombre. Con estos par¨¢metros como paradigma principal inicia Villarroel lo que el mismo definir¨ªa como "arquitectura del vac¨ªo", t¨¦cnica y arte a la que dedic¨®, adem¨¢s de sus obras, interesantes ensayos para explicarla como teor¨ªa. Profana en la materia, recuerdo a la perfecci¨®n sus intentos de hacerme ver en qu¨¦ consist¨ªa realmente lo que en principio me resultaba un extra?o galimat¨ªas. Melvin deseaba que su arquitectura fuese el resultado de la relaci¨®n estrech¨ªsima entre los vol¨²menes construidos y el vac¨ªo que entre ellos deb¨ªa existir siempre. Como una necesidad imperiosa de que el cemento no ahogase a la naturaleza que le rodeaba, naturaleza que en forma vegetal predomina en sus obras formando parte de las mismas, virtuos¨ªsimo paisajista de jardines en los cuales cada flor y cada ¨¢rbol parecen tener su protagonismo personal.
Grandes proyectos rubrican lo anterior, realizaciones que aumentaban, cada una de ellas, su prestigio como arquitecto diferenciado: en la Costa del Sol, algunas como Marina del Puente, Alcazaba Beach, La Alzambra, Mansion Club, la remodelaci¨®n del Marbella Club, Marina del Este en la costa granadina, y en Tenerife El Jard¨ªn Tropical y ¨²ltimamente El Gran Hotel Abama... un largo etc¨¦tera al que hay que unir su premiado proyecto de urbanizaci¨®n Fair Lakes en Shanghai, que le abri¨® las puertas del continente asi¨¢tico.
No quer¨ªa, no quiso nunca retirarse de lo que jam¨¢s consider¨® solo como trabajo, sino como pasi¨®n, divertimento, hobby, y hasta -me atrevo a definir- como una forma particular de entender la vida. La Belleza (con may¨²sculas) objetivo total de su existencia terrena. Viv¨ªa para ella, sin que ello fuese obst¨¢culo para obtener por su mediaci¨®n beneficios materiales con los que seguir apres¨¢ndola. A trav¨¦s de la m¨²sica, del cine, de los libros, todo aquello que a?ad¨ªa a su l¨¢piz una espiritualidad a caballo entre pante¨ªsmo y placer.
Siempre trabajaba con m¨²sica. Tal vez en su interior cada uno de sus dibujos llevase un doble nominativo: Mozart, Schubert, Paganini, Mahler o Beethoven. Melod¨ªas que tocaba como perfecto anfitri¨®n cuando nos reun¨ªamos en su casa. Interminables charlas en las que Schopenhauer se mezclaba con Falla o Alb¨¦niz, para terminar posiblemente en Le Corbusier o El Bauhaus.
Pens¨¦ tantas veces que hubiese sido el perfecto hombre del Renacimiento, que hoy en lo que es una dolorosa despedida, afirmo que lo fue y viv¨ªamos enga?ados con su cronolog¨ªa.
Adi¨®s, Melvin, admirado arquitecto y compadre. S¨¦ que nunca te ir¨¢s del todo porque demasiada belleza lleva escrita tu nombre.
Ana Mar¨ªa Mata es historiadora y novelista.
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