El canon y la periferia
En esta etapa dirigida por Eduardo Vasco, la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico (CNTC) ha puesto al alcance del gran p¨²blico buenas puestas en escena de obras hoy tan poco representadas como La moza de c¨¢ntaro, ?De cu¨¢ndo ac¨¢ nos vino?, El condenado por desconfiado, La comedia nueva o los Sainetes de don Ram¨®n de la Cruz. Una misi¨®n primordial de la CNTC es justamente ser memoria viva de nuestro patrimonio menos conocido. Ahora, Vasco la dirige en El alcalde de Zalamea, obra central del canon del Siglo de Oro: hay que ser osado, porque sigue en la memoria colectiva a¨²n el montaje de Jos¨¦ Luis Alonso, hito de esta compa?¨ªa, que acaba de cumplir los 25 a?os.
Sin entrar en comparaciones, en la nueva puesta en escena hay cosas que marchan de maravilla y otras manifiestamente mejorables. Funcionan de miedo el encuentro de Isabel, hija de Pedro Crespo, con el capit¨¢n don ?lvaro de Ataide, decidido a llev¨¢rsela al huerto caiga quien caiga, y la intervenci¨®n subsiguiente de su padre que, interpretado por Joaqu¨ªn Notario, se hace cargo de inmediato de lo que est¨¢ pasando, calibra al mil¨ªmetro las consecuencias de una respuesta en¨¦rgica y se muerde la lengua. Estupendos tambi¨¦n el primer t¨ºte-a-t¨ºte entre don Pedro y el bonancible don Lope de Figueroa de Jos¨¦ Luis Santos (ambos sueltan sus r¨¦plicas como ¨®rdagos bien dados, aunque el resultado de la partida haya sido sutilmente trucado a favor de aquel por la direcci¨®n) y la escena de la ronda, que brinda otro electrizante cara a cara interpretativo entre Notario y Santos.
EL ALCALDE DE ZALAMEA
Autor: Calder¨®n de la Barca. Int¨¦rpretes: Joaqu¨ªn Notario, Jos¨¦ Luis Santos, Ernesto Arias, Eva Rufo, David Lorente. Luz: M. ?ngel Camacho. Vestuario: Lorenzo Caprile. Escenograf¨ªa: Carolina Gonz¨¢lez. Versi¨®n y direcci¨®n. Eduardo Vasco. CNTC. Teatro Pav¨®n. Hasta el 19 de diciembre.
En la memoria colectiva a¨²n sigue el montaje de Jos¨¦ Luis Alonso
Al extenso y dificil¨ªsimo mon¨®logo donde narra su violaci¨®n, Isabel, encarnada por Eva Rufo, llega contagiada por el moroso oscuro anterior y por el mortecino subrayado l¨ªrico de la viola de gamba que acompa?a en vivo sus palabras. Al enfilar la zona m¨¢s agradecida del texto, la m¨²sica cesa por fin y la actriz se crece notablemente. La escena entre la reci¨¦n violada y su padre carece de nervio y tambi¨¦n la que este, ya con la vara de alcalde en la mano, mantiene con don ?lvaro para rogarle que la despose.
Joaqu¨ªn Notario compone un Pedro Crespo aut¨¦ntico, cachazudo y categ¨®rico, con sabor a pueblo llano. Redondear¨ªa su trabajo si diera con el tono de las escenas mencionadas, si contuviera el gesto cuando suplica a don ?lvaro y si consiguiera que su personaje se humillara en ese momento sin perder la dignidad. Jos¨¦ Luis Santos le da a su don Lope un apresto c¨®mico discutible pero eficaz. Ernesto Arias crea un don ?lvaro a contratipo: contenido, educado, displicente. Su pasi¨®n va por dentro: sobran sus paseos nerviosos cuando don Pedro le emplaza a casarse. David Lorente hace del soldado Rebolledo un gracioso redondo, rebosante de peligro, y Miguel Cubero y Eduardo Aguirre de C¨¢rcer componen un d¨²o hidalgo-criado raro y como desencajado de su funci¨®n humor¨ªstica. Bien como siempre Pepa Pedroche, en el papel de La Chispa. A la escenograf¨ªa, tan funcional como poco sugerente, le falta car¨¢cter.
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