El comunicador que mov¨ªa masas
Nadie se resigna a sentir el estremecimiento que anuncia la desaparici¨®n de un ser querido. Lo era, y lo seguir¨¢ siendo, desde luego para m¨ª, el comunicador que mov¨ªa masas: Alberto Oliveras. Es dif¨ªcil, quiz¨¢s imposible, que se repita un caso como el suyo. Que tuvo como ¨¢mbito la cadena SER, su casa, mi casa, la casa de millones de oyentes. Se nos muri¨® un hombre bueno al que definir¨ªa con una sola palabra, la m¨¢s grande de las palabras: amigo.
Tuve la suerte de ser su primer colaborador en el programa Ustedes son formidables. Lo escuchaban millones de oyentes. Varios miles de seguidores se agolpaban en la Gran V¨ªa para, transistores en mano, escucharle y esperarlo al final. Sal¨ªa de los estudios en olor de multitud. Yo le dec¨ªa, mientras prepar¨¢bamos el programa en la desaparecida y querida Posada del mar: "Alberto, si hoy dices que hay que invadir el palacio de El Pardo y derrocar a Franco, en Espa?a te har¨ªan caso...".
Cada semana hac¨ªa el milagro, ped¨ªa ayudas para una causa noble
Cada semana se hac¨ªa el milagro. Alberto ped¨ªa ayudas econ¨®micas para una causa noble. Solucion¨® centenares de problemas. En una oportunidad tuve que desplazarme al centro de la ?frica negra para rescatar a una ni?a a la que hab¨ªan vendido sus padres, a un futuro marido, cuando la criatura ten¨ªa pocos d¨ªas de vida. No solo conseguimos liberarla, sino que logramos la liberaci¨®n de las mujeres africanas que estaban resignadas a su esclavitud. Colette Mekui, ese era su nombre, nacida en Gab¨®n, fue tra¨ªda a Madrid por el programa. Expres¨® su deseo de hacerse enfermera hasta que la saudade de su tierra le hizo regresar a ella.
Si Alberto Oliveras era la m¨¢xima figura radiof¨®nica de nuestro pa¨ªs tambi¨¦n era una figura popular¨ªsima en Par¨ªs, su residencia habitual. Ninguna figura era ajena a su presencia y solicitudes period¨ªsticas. Un mediod¨ªa llam¨® por tel¨¦fono a Roger Vadim, lo invit¨® a almorzar y le pidi¨® que llevase consigo a la que ser¨ªa su mujer, Brigitte Bardot. Quer¨ªa facilitarme una entrevista con los dos famosos. Alberto jam¨¢s acept¨®, por muchos millones que se ofreciesen, someterse a una disciplina. Lo suyo era viajar. Eleg¨ªa India, donde manten¨ªa una hermosa amistad con Vicente Ferrer y con la madre Teresa. Les serv¨ªa y se serv¨ªa a s¨ª mismo esparciendo generosidad. Y un bendito despiste colosal que le llev¨®, delante de los interesados, a citar para un almuerzo, en distintos restaurantes y a la misma hora, a tres o cuatro amigos.
Trabaj¨¦ varios a?os con ¨¦l programas dise?ados por otro coloso de la radio, Jacques Antoine. De ¨¦l era el espacio Entre la espada y la pared. Acept¨¦ la responsabilidad de protagonizado. Vend¨ª Don Nicanor en plena calle, me tir¨¦ como espont¨¢neo en una corrida de toros en Las Ventas, limit¨¦ desde fuera los cristales de un rascacielos, me dispuse a lanzarme en paraca¨ªdas. Pint¨¦ el cuadro m¨¢s grande del mundo, que un lienzo del tama?o de la fachada de Galer¨ªas Preciados. ?l, que nunca conoci¨® la envidia, me apoyaba en todas mis actuaciones.
"Me morir¨¦ en Par¨ªs con aguacero" y en la capital francesa se muri¨®, el d¨ªa 13 de octubre, mes en el que oto?ecen, como por arte de magia, cuatro fabulosas capitales europeas: Par¨ªs, Londres, Madrid... y Barcelona, la tierra de Oliveras. Nunca escribir¨¦ sus patrias chicas porque todo el mundo es la patria del que quiere al universo.
Alberto Oliveras era un n¨®mada que, para no caer en la rutina, hu¨ªa de s¨ª mismo para reunirse con ciudades, amigos y consigo mismo, con quien ten¨ªa siempre una cita en cualquier parte.
Es inmensa la vida vivida por m¨ª junto al periodista y escritor Oliveras. Su mujer, los dos eran padres de una sola y brillante hija, viv¨ªa entre su Barcelona natal, Palma de Mallorca, Madrid y el mundo. Era tal su actividad que ya no sab¨ªa si iba o ven¨ªa. Si ya es habitante de esos ignotos espacios para nosotros invisibles, sabemos que tampoco se acomodar¨¢ en uno solo. Si los rom¨¢nticos quieren encontrar a las personas queridas en el firmamento, a Alberto Oliveras habr¨¢ que buscarlo en una estrella fugaz. Estrella que lo llevar¨¢ por la V¨ªa L¨¢ctea quiz¨¢s para dejarlo en Santiago de Compostela, porque este a?o es A?o Xacobeo. O a cualquier lugar del mundo. Todos los recorri¨® con el entusiasmo de un ni?o en cuyas manos colocan un juguete nuevo.
?Usted s¨ª que era formidable, mi querido amigo! Que hoy estar¨¢ en la memoria de todos los que fueron sus oyentes.
Antonio D. Olano es periodista y escritor.
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