"No tengo secretaria, as¨ª soy m¨¢s independiente"
He aqu¨ª una m¨¦dica que fue primera ministra de Noruega, que dirigi¨® la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), que es enviada de la ONU para el cambio clim¨¢tico, que en 1987 pari¨® el concepto desarrollo sostenible, que con 71 a?os viaja durante un tercio del a?o aqu¨ª y all¨¢ -este octubre es ajetreado: Madrid, Tokio, Ghana y Bogot¨¢- y que, sorpresa, no tiene secretaria. Ni oficina. Ni se?ora de la limpieza. "As¨ª soy m¨¢s independiente". Ella misma se organiza con su BlackBerry y su PC. "Es que soy noruega", dice Gro Harlem Brundtland con naturalidad ante el asombro. "All¨ª la distancia entre los pol¨ªticos y la gente es m¨¢s peque?a".
Para cuando el camarero termina de recitar las recomendaciones, ella lo tiene clar¨ªsimo: "Arenques y mollejas". ?No consulta la carta? "No lo necesito. Ya he decidido". Acepta gustosa la sugerencia de acompa?ar su primero con un vodka.
La ex primera ministra noruega lucha por el medio ambiente y la ONU
Est¨¢ contenta -lo de "orgullosa de..." le disgusta, como si le sonara pretencioso- de haber sido ministra a los 35, de haber contribuido a que en Noruega se hiciera una pol¨ªtica m¨¢s amigable con las mujeres y las familias, y con el medio ambiente. Su partido, el laborista, decidi¨® en 1983 que "al menos el 40% de los cargos ser¨ªa para un sexo". Entonces Espa?a ten¨ªa 16 ministros, todos varones.
La se?ora Bruntland arruga la nariz, mira a una mesa cercana y exclama: "?Esa mujer est¨¢ fumando!". Cierto. Le sorprende mucho que no est¨¦ prohibido en todo el restaurante, que "Espa?a est¨¦ inmersa en un debate que tuvimos en Noruega hace 10 o 15 a?os". Ni ella ni nadie de su familia (marido, cuatro hijos, nueve nietos) ha fumado jam¨¢s.
Su marido fue, desde primera hora, lo que antes llamaban una esposa perfecta. Lo mismo se ocupaba de la intendencia dom¨¦stica que le pasaba los discursos al ordenador. "Lealmente me apoy¨®, mi trabajo era m¨¢s exigente. Adem¨¢s, todo lo que yo hac¨ªa era relevante para su trabajo", explica. ?l, que siempre ha viajado con ella (se qued¨® en el hotel), "nunca dej¨® su trabajo de polit¨®logo", cuenta mientras come con disfrute pero m¨¢s atenta a la conversaci¨®n que al plato.
Gro, como le conocen sus compatriotas, clausur¨® en Madrid la conferencia La ciudad sostenible, de las fundaciones Mapfre y Barreiros. Opina que las cumbres como la ¨²ltima en Copenhague sobre el cambio clim¨¢tico acaban siendo una mera "suma de posturas si no existe antes un proceso de consenso". A?ade que no es f¨¢cil. "Son cuestiones muy complicadas". Como lo fueron las primeras negociaciones cara a cara entre palestinos e israel¨ªes. En Oslo, hace dos d¨¦cadas. "Funcion¨® porque era secreto y porque no nos preocupamos por qui¨¦n se llevaba el cr¨¦dito, solo del resultado". Por eso aquel hist¨®rico apret¨®n de manos entre Arafat y Rabin fue en la Casa Blanca, ante Clinton, no en Oslo. "Era mejor para el proceso".
Se dedica a la fundaci¨®n Naciones Unidas (de Ted Turner, padre de CNN) y al grupo los Ancianos que integra con Mandela, Jimmy Carter, Kofi Annan y un pu?ado de veteranos l¨ªderes m¨¢s. Pero sobre todo a la familia, a cocinar en sus casas de Niza o Noruega, a la jardiner¨ªa... sin temor a que suene el tel¨¦fono y sea una cat¨¢strofe nacional. O mundial. ?Es usted una superwoman? "No, soy una vieja dama".
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