Oto?o de descontento
Disminuido y acosado por la calle, Sarkozy contraataca con una nueva agenda reformista
Nicolas Sarkozy afronta el oto?o m¨¢s cr¨ªtico desde que estrenara la presidencia en 2007. Su popularidad est¨¢ por los suelos y m¨¢s de un mill¨®n de franceses se echan a la calle para rechazar la reforma de las pensiones; el martes pr¨®ximo est¨¢ convocada una huelga general, la v¨ªspera de que el Senado convalide finalmente la ampliaci¨®n hasta los 62 a?os de la edad de jubilaci¨®n, una iniciativa que la demograf¨ªa y la situaci¨®n econ¨®mica hacen inevitable. Incluso en sus mismas filas, la debilidad del jefe del Estado suscita temores sobre sus posibilidades en las presidenciales de 2012, que hasta los desvertebrados socialistas consideran, por primera vez, al alcance de la mano.
La calle ha decidido tradicionalmente en Francia la suerte de las reformas sociales. La historia reciente est¨¢ llena de protestas que han dado al traste con proyectos prioritarios. Sarkozy no cree que esta vez vaya a ser as¨ª, pese a las cifras de las ¨²ltimas manifestaciones y las sucesivas tandas de huelgas, desde junio, contra sus planes laborales, muy moderados de otra parte en relaci¨®n con los de otros pa¨ªses europeos. Los sindicatos franceses no parecen tener ya el poder demoledor que exhibieron en tiempos pasados.
En esta situaci¨®n, y contrariamente a lo anunciado antes del verano, el err¨¢tico presidente ha decidido pasar a la ofensiva. En vez de un largo par¨®n tras el pulso de las pensiones, m¨¢s reformas. El inquilino del El¨ªseo acaba de anunciar a su partido una agenda repleta, hasta completar su mandato de cinco a?os, que incluye la justicia, el empleo juvenil o la fiscalidad. Y que ir¨¢ precedida de la tan anunciada crisis de Gobierno, para la que se manejan todas las quinielas, empezando por la permanencia o no del primer ministro Fran?ois Fillon. Las pr¨®ximas presidencias del G-20 y del G-8 ser¨ªan las palancas llamadas a relanzar internacionalmente a un Sarkozy vapuleado en las ¨²ltimas semanas por su inaceptable oportunismo en el manejo de la cuesti¨®n gitana.
Aun descontando excesos ret¨®ricos -y no exenta de riesgos- la apuesta presidencial es casi obligada. Sarkozy es un luchador por instinto. Y si por un lado est¨¢ convencido de que la calle no va a derrotarle, por otro cree que, con a?o y medio por delante antes de las presidenciales, tiene tiempo de marcar decisivamente la agenda francesa. Sobre todo frente a una oposici¨®n socialista que sigue sin timonel y carece de proyecto alternativo.
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